Para bien o para mal de las mayorías, siempre un Estado decide qué tipo de pasos dar en materia económica, y eso es política. ¿Qué habría detrás del uso del vocablo “economía”, así, a secas?

El gran economista político Aldo Ferrer, en un ensayo titulado La enfermedad argentina, dice que en los años 90, en el gobierno de Carlos Menem, volvió a repetirse un diagnóstico errado sobre los males económicos vernáculos. Así, señala que erróneamente volvió a sostenerse que “la responsabilidad de todos los males de la economía argentina radica en el déficit fiscal”, y en cambio sitúa una de las principales razones de los problemas en la última dictadura cívico militar y sus decisiones o, mejor dicho, en su política económica para el país. “A partir del golpe de Estado de 1976 y la liberación indiscriminada del mercado financiero argentino, se desencadenó un proceso frenético de endeudamiento especulativo, desvinculado de la expansión de la capacidad productiva y del fortalecimiento del balance comercial. La política seguida en la década del noventa agravó el problema”.

Recurrentemente se vincula esa política de convertir el país en una especie de reino financiero (la fase más funesta del capitalismo), ubicado en las antípodas de la economía real, de producción y empleo, con la política económica de gobiernos como el que dirigió los hilos del país en el período 2015-2019. 

Cirugía mayor es el título de un libro del economista político Julio Gambina, docente en la Universidad de Buenos Aires, de Rosario y de San Luis. Sobre aquella idea médica, el autor dice: “Desde el Rodrigazo y la dictadura militar se reestructuraron la economía argentina, la política, la sociedad y el Estado. Eso siguió en los ‘90 y lo vivimos actualmente. Hay una continuidad tendencial histórica muy fuerte que tiene sectores altamente concentrados de la economía como grandes beneficiarios y una gran parte de la sociedad que pierde derechos”.

Pero todo ello, como argumentan diferentes teóricos, se trata de economía política, de disposiciones sobre el andar de la economía y no de “economía” a secas. “Uno elige hacer una cosa u otra –reflexiona Gambina-. Eliminar retenciones supone quitarle recursos al Estado para determinadas necesidades. Son decisiones de política económica y evidentemente hay una cirugía mayor que es un mecanismo de transferencia de recursos. En economía política se dice ‘nada se pierde, todo cambia de bolsillo’”.

Inflados

Entonces, producto de esas decisiones de política económica en ese juego también entra la inflación, tal vez el mayor fabricante de malhumor social argentino en los últimos tiempos. Sobre aquélla, el periodista y economista político Alfredo Zaiat, en su libro Economía a contramano, dice que cada medida sugerida para enfrentarla “tiene su impacto social y, por lo tanto, es política”. Y afirma que “el aumento de la cantidad de dinero en circulación fue, es y será la principal explicación de la ortodoxia, con su correspondiente propuesta de ajuste”. Tal propuesta ortodoxa se cristalizó en el escenario 2015-2019, con recortes en áreas clave, por caso en la salud pública, con su caída desde Ministerio a Secretaría.

La inflación es “el” problema argentino y en el modelo de país entre 2003 y 2015 también existió. Según Fabián Saffe, profesor de Economía Política, el modelo anterior se estaba agotando: “Se necesitaban divisas y no tenía la posibilidad de endeudarse en dólares. Protegía el empleo, generaba actividad económica, pero a su vez generaba inflación. De ahí se pasó al modelo de Cambiemos, liberal, una especie de chilenización de la economía en que no se prioriza la industria nacional. ¿Se puede generar en Argentina un modelo como en Chile, basado en la explotación de minerales, en agronegocios? Sí, pero ese modelo es menos inclusivo porque es un Estado chico”. 

Así, hoy las fotografías indican que la política económica de uno fue la producción, el mercado interno y el empleo; mientras que para el otro, con liberalizaciones a precios del mercado, tasas altas y apertura de la economía, fue la financiarización y la especulación.

Decisiones

Julio Gambina dice que “no hay una sola medida de política económica que no beneficie o perjudique a otros, como tampoco hay una medida que satisfaga a todos. Suben las tarifas y a muchos nos afecta, pero a quienes facturan esos precios les viene bárbaro. Y la misma relación se da con los combustibles y el dólar. No hay economistas asépticos ideológicamente: lo sepa o no lo sepa, todo el que habla de economía tiene una política detrás y una ideología”.

Generalmente la ortodoxia habla de “economía” a secas. Algo habrá en ese secuestro de la palabra “política” y de allí la necesidad de volver a conectarla al signo “economía”. Zaiat recuerda: “La carrera de Licenciatura en Economía Política fue creada en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA (…) Las autoridades universitarias que irrumpieron con el golpe de Estado de 1976 eliminaron la palabra política del título de grado, restringiéndolo a Licenciatura en Economía. Suprimir ‘Política’ tuvo, precisamente, el motivo político de eliminar uno de los aspectos esenciales del encuentro con el saber económico para aprender conocimientos y herramientas necesarias para intervenir y transformar la realidad. Fue el comienzo de la hegemonía de la ortodoxia, de la ola neoliberal a nivel mundial (…)”. Ello –continúa Zaiat- “dispuso de facto el divorcio de la economía y la política, con la falsa pretensión de neutralidad de la enseñanza, el discurso y la acción de los economistas y de la política económica de los gobiernos”.   

* Fabián Rojas es Integrante de la Secretaría de Comunicación de la Universidad Nacional de San Juan.