(Desde Santa Fe) 

Entre Avellaneda y Reconquista está El Rey. Es el nombre del arroyo, pero en estos tiempos del emporio hasta suena simbólico. El viernes, el conflicto entre los 430 trabajadoras y trabajadores de la Algodonera Avellaneda y el grupo Vicentin escaló con protestas en las calles de ambas ciudades y cinco escraches a sus principales directivos: el CEO y accionista de la empresa, Sergio Nardelli; el ex presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario, Alberto Padoan y otro nieto del fundador, Robertito Vicentin. Más, el jefe político de la zona y senador de la UCR Orfilio Marcón, a quien los trabajadores acusan de “jugar en contra” porque “Vicentin le paga la campaña”. La marcha a bocinazos de una columna de vehículos, entre muchísimas motitos y bicicletas, las paradas frente a conocidas casonas y ante la oficina de un político, y los gritos y reclamos en cada escala metió la desesperación en la demanda social, que no es nueva en el norte. “Vamos a seguir con los escraches” ante tanta impunidad de la empresa, dijo a Rosario/12 una de las delegadas de la Algonera, Sonia Zanel, quien advirtió que “la situación” de ella y de sus compañeros es “desesperante”. “¡Esto se tiene que terminar! ¡No es política! ¡No, señores! ¡Estamos cagados de hambre y disculpe la expresión, pero es la realidad!”, explicó.

La huelga sumará esta semana 60 días. Comenzó el 13 de junio y desde entonces los trabajadores no cobraron ni un peso. Reclaman el pago de tres quincenas y la cuarta, será la primera de agosto. Y un incentivo a la producción que firmó el gremio de los textiles con la empresa, pero que ellos quieren que se aumenten a 20.000 pesos. La lucha no es fácil. Hace una semana, cuando un grupo de diez obreras y obreros de la Algodonera intentaban repartir volantes en cercanías de la fábrica, que está en el Parque Industrial de Reconquista, los hostigó la Policía de Santa Fe a la que acusan de operar como “fuerza de choque de Vicentin”. Desde entonces, armaron un acampe en el lugar en el que participan operarios de los cuatro turnos.

"Que paguen lo que nos deben y todo estará bien. Son impunes para la justicia pero no para los trabajadores”. Sonia Zanel

El miércoles al mediodía, cuando fracasó la enésima audiencia de conciliación ante el ministro de Trabajo Roberto Sukerman, en el Centro del Bicentenario de Reconquista, los trabajadores se movilizaron hasta la sede central de Vicentin, frente a la plaza de Avellaneda. En frente, también está la casona de Padoán, quien salió a la puerta para mirar desde allí a los manifestantes, hasta el final de la protesta. No hubo incidentes. Pero ese desafío, casi una provocación, detonó los escraches.

El viernes, los trabajadores volvieron a la sede de Vicentin. Pero esta vez, sí se cruzaron hasta la casa de Padóan, que ya no salió más a la calle para enjuiciar la protesta y los gritos. No hubo insultos, sólo una demanda: “¡Paguen a los trabajadores!”. “Estamos en la casa de Padoán -contó uno de los manifestantes en un video que ya está en las redes-. Vinimos a demostrarle que los trabajadores estamos unidos. Pero como siempre, ellos no dan la cara, se esconden”, les recriminó.

El escrache siguió frente a la oficina de Marcón, en Avellaneda, que está cerquita. “El senador radical es el jefe político de la zona, “uno de los que juega en contra a los trabajadores y apoya a los empresarios”, dijo Zanel. Marcón estaba en su escritorio, pero no salió a la calle. Había gente que miraba desde adentro. “Marcón apoya a Vicentín porque le pagan la campaña política. Por eso tira para ese lado”, reveló la delegada obrera.

La tercera escala fue la casa de Robertito Vicentín y un paso por donde vive el secretario general del gremio de los textiles Rubén Lemos –enfrentado con los trabajadores de la Algodonera-. Y luego, el cruce a Reconquista, hasta la casa del CEO de Vicentín, Sergio Nardelli. “Aquí lo llamamos El Mono”, dijo Silvia. Los manifestantes que se le plantaron en la puerta le gritaron otra cosa. Nardelli es quien se acordó de Mauricio Macri en una reunión de directorio en un tono que reveló Tiempo Argentino (“mi mejor amigo me pegó un tiro en la cabeza”), discutió en Olivos con el presidente Alberto Fernández la situación del grupo y el ex jefe de gabinete Aníbal Fernández le apuntó sin eufemismos (“Tiene que estar preso”). Su hermano, Gustavo Nardelli, es el que vive en Rosario y quien rompió la cuarentena en marzo, cuando salió a navegar por el Paraná con su yate, que incautó la Prefectura.

Zanel dijo que los directivos de Vicentín andaban por la calle “como si no hubiera pasado nada”. “Se creían intocables”. “Eso se terminó. Que nos paguen lo que nos deben y todo estará bien. Ellos son impunes para la justicia pero no para los trabajadores”.

La próxima audiencia en el Ministerio de Trabajo será el miércoles, en Reconquista. Y puede haber más escraches. “Estamos haciendo la lista de los que nos jugan en contra. Tenemos tiempo. Los jueces nos querían meter presos, porque ellos manejan a la Policía, a los jueces. ¡Eso se terminó! ¡El miedo se tiene que terminar!”, cerró Sonia.