Hay ciertas horas en el día en que los lápices, títeres y muñecos atraviesan la pantalla. Una casa se transforma en nave espacial, una selva, un bosque. “El juego tiene que ver con la imaginación, una vez que nos conectamos a ese mundo se borran los límites y es como si estuviera ahí”, señaló Iara Ekman, docente de actuación, recreadora y niñera virtual. Antes del aislamiento obligatorio por la pandemia de coronavirus, ella daba clases, actuaba en obras de teatro en escuelas y animaba cumpleaños. Al caerse de repente todas sus posibilidades de trabajo, se reinventó como niñera virtual.

Los encuentros, que según el caso son dos veces a la semana, quincenales o todos los días, duran, en general, entre 50 minutos y una hora. “El primer encuentro es el rompe hielos, nos movemos, vamos a buscar cosas o jugamos a las escondidas. Ahí voy viendo qué juegos le copan, si le gusta conversar o no, si es más disperso”, relató Ekman. A veces, arranca la llamada y del otro lado ya hay una propuesta. Otras veces es cuestión de preguntar algo y arranca una charla, una historia, algo que pasó en el día y se transforma en el hilo del encuentro. “Voy incorporando todo lo que pasa y se arma un mundo gigante en cada llamada”, señaló Ekman y remarcó que “la pantalla le da un marco más cinematográfico, con las cosas que aparecen o desaparecen de cuadro”.

El encuentro es un espacio para los chicos, pero también funciona como alivio para las madres y padres que, que además del cuidado y la educación de sus hijos, tienen a cargo las tareas domésticas y la actividad laboral. “Al principio no estaba segura de que alguien fuese a valorar o necesitar lo que yo ofrecía, pero me di cuenta de lo importante que es para los chicos que alguien les hable en lenguaje de juego, que esté en ese universo. Es un espacio propio, solamente para ellos, y a la vez un descanso para los padres”, relató Ekman.

Antonio fue uno de los primeros chicos que tuvo a cargo, hace tres meses. Tiene seis años y vive en Henderson, en la Provincia de Buenos Aires. “Con la escuela solo tuvo dos encuentros virtuales desde que comenzó el aislamiento. Es un chico activo, con mucha energía y le hace falta interacción, hablar con alguien que no sea yo”, señaló Magdalena, la madre de Antonio. Tanto ella como su marido trabajan un banco, pero ella tiene licencia mientras dure el confinamiento. “Hay que estar todo el tiempo atenta, quiere que lo mire, que juegue, que opine. Al ser hijo único todo el tiempo recurre a mí. Durante esa hora que está entretenido, yo me pongo a limpiar, o me relajo un rato y hago cosas para mí misma”, explicó Magdalena.

En un video, chicos y chicas arman carpas adentro de su casa. Carpas reales o ficticias, de paredes de sábanas y techos de mantas. Para los nostálgicos de los campamentos, el “zoompamento” puede ser una opción. Con la única condición de “llegar cenados”, los artistas de Laberinto Masticable convocan a armar un campamento adentro de la casa. Una vez en la carpa, hay juegos, música y baile. Al otro día la pantalla vuelve a encenderse para el desayuno.

Para los cumpleaños, la niñera virtual se fusiona con “Rulito” y arman fiestas por Zoom. “Tenemos un universo que se llama el altillo mágico de los cuentos, que tiene una escenografía, objetos, una historia. Al ser grupal es más como un espectáculo, pero siempre interactuando con los chicos”, relató Ekman, y agregó que “el único límite para jugar es no bajar nunca la intensidad”. Su herramienta clave, tanto en los cumpleaños como en los encuentros individuales, es la planificación. “Una vez que perdés la atención es muy difícil que el chico vuelva a entusiasmarse. Si una actividad deriva en improvisación, genial. Pero si no, hay que tener un abanico de ideas preparadas”, advirtió Ekman.

Un enfoque pedagógico

En la Argentina hay 13 millones de chicos, chicas y adolescentes. El 28 de mayo, día internacional del juego, la Secretaría nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF) lanzó el programa Jugar , que apunta a fomentar la recreación dentro de casa, a través de guías especializadas para las distintas edades, y kits de juegos que se distribuyen en las escuelas, junto a la entrega de alimentos. “Hay que tener en cuenta la realidad de cada casa, de cada familia, porque no todos tienen acceso a las tecnologías que hacen falta para la vida virtual”, relató Catalina Báez, maestra de un jardín público de la localidad de Moreno, en la Provincia de Buenos Aires. “En abril empezamos con las videollamadas, intentamos hacer al menos una por semana pero no todos se animan, les da vergüenza o quizás se quedan callados durante todo el encuentro”, señaló Báez, que tiene a cargo una sala de 30 chicos y chicas.

Claudia Ortiz, educadora de nivel inicial y directora de la consultora El Nido, afirmó que “lo más preocupante es la pérdida de la capacidad de concentración para cuando se pueda volver a la escuela”. Ella ofrece dos servicios de forma virtual: una planificación con guías, juegos y ejercicios --dirigida a los padres y madres que “se quedan sin ideas” para interactuar con sus hijos-- o una niñera online con la que pactan un día y horario y se encuentran a través de una videollamada. “Me preocupa que los chicos se desconcentran cada vez más”, advirtió Ortiz, y agregó que “en la escuela estaban durante horas siguiendo consignas, tareas, acatando reglas, prestando atención incluso desde lo recreativo. Es imposible mantener ese ritmo dentro de casa”.

En los encuentros virtuales hay herramientas para ejercitar la atención con los chicos: un juego de figuras en el que, a través de la pantalla, el chico tiene que descubrir las coincidencias, una historia que tiene que ir dibujando, o un cuento al que hay que cambiarle el final. “Con los más chicos, de 4 años o menos, se trabaja con el baile o con los títeres, y los encuentros no duran más de 20 minutos porque además los padres tienen que acompañar durante la llamada”, explicó la especialista.

Según ella, durante las vacaciones de invierno la demanda aumentó. “En época de clases, hay chicos que tienen zoom todos los días y es cansador que se les sume una llamada más”, explicó Ortiz, que actualmente trabaja con familias de Córdoba, Neuquén, y de la Provincia y Ciudad de Buenos Aires. “Los padres están agotados de encargarse de todo”, señaló Ortiz y aclaró que los encuentros virtuales “funcionan mejor cuando los chicos ya se pueden quedar solos con la computadora o el celular. Quedan cautivos por un rato, se divierten, aprenden, y los padres pueden trabajar o hacer otras cosas”.

Reconectarse con las ganas de jugar

“Para un chico no estar en contacto con otros es mucho más extraño que para un adulto”, señaló Javier Zain, actor y director de teatro que desde hace 20 años se dedica, además, a dar talleres. Fue uno de los primeros en transformar su obra Historias de un quién a la modalidad online, y lo mismo hizo con las clases. “Mi rol como docente ahora tiene un agregado de responsabilidad de devolverles a los chicos la alegría, la pulsión de juego que antes surgía de forma natural”, relató Zain.

Antes de empezar cada clase hay un tiempo de conversación para que cada uno cuente cómo está. “En el teatro el instrumento es uno mismo. Angustiarse o enojarse es normal. Al escuchar que a otros les pasa lo mismo hay una red de contención que se genera”, explicó el docente y agregó que, para los chicos y chicas, “lo nuevo no es la vida en la pantalla, sino lograr que ese sea un medio de interacción, de reencontrarse con lo humano”.

Según Zain, lo más problemático para las clases es el espacio. “En la sala hay una libertad, una privacidad que en la casa no existe”, advirtió, y explicó que “cada chico tiene una realidad diferente”. Hay familias grandes en ambientes chicos, o hermanos que se cruzan durante la clase, sin embargo, “el desafío es transformar el espacio, de pronto estamos en un escenario, en una montaña o en un submarino. Es algo propio del juego, algo que ya hacían cuando se juntaban entre ellos o en el recreo de la escuela”. La niñera virtual, que también es actriz, coincide en este punto. “Un almohadón puede ser una guitarra o un sombrero”, señaló y afirmó que “se trata de transformar en algo lúdico todas esas cosas que no son para jugar y que encima vemos todo el tiempo”.

En la obra de Zain , la intención es similar: a través del canal de Youtube, junto al músico que lo acompaña, él improvisa a partir de las ideas del propio público. No hay escenografía, sino que todo surge de la improvisación teatral. “El teatro online implica crear un nuevo lenguaje, establecer un diálogo con quien está mirando, hacerlo participar”, explicó el artista.

Otra de las posibilidades que habilitó la virtualidad fue la presencia, en los talleres, de chicos y chicas de otras partes del país, e incluso de otros países. “Tengo alumnos que por primera vez están teniendo una experiencia así porque en el pueblo donde viven no existe un taller de teatro para chicos”, señaló Zain, y añadió: “La niñez es el momento más importante de nuestra vida porque es lo que nos define. Tenemos que prestarle atención, lograr que los chicos y chicas estén sanos, contentos y descomprimidos”.

Informe: Lorena Bermejo