"No es conveniente que filmen esto", le dice con una sonrisa al camarógrafo mientras toma con sus manos un cuadro gigante con la figura de Benito Mussolini que sobresale en una de las habitaciones de su mansión adaptada especialmente para depositar cuadros, regalos, diplomas,  medallas... "Me parece que faltan cosas", agrega mientras recorre los salones. Es uno de los tantas hallazgos que tiene el documental sobre la vida de Silvio Berlusconi, exprimer ministro de Italia. 

Entrevistado por el periodista Alan Friedman,  Berlusconi revela parte de su vida: sus encuentros con Putin, Gadafi y Bush hijo, su amistad (¿o sociedad?) con el ex hombre fuerte de la política italiana, Bettino Craxi (ex socialista preso por corrupción), sus primeros tiempos como cantante y emprendedor inmobiliario, explica la fórmula que lo llevó a transformarse en magnate de la televisión y su llegada al club Milan (es desopilante su charla técnica a los jugadores en el vestuario antes de comenzar una práctica de fútbol, a la que llega en helicóptero), la fundación de su partido, Forza Italia. Y niega -a su manera-  los abusos  sexuales, los tratos sucios.

A su manera se llama la biografía autorizada de Berlusconi que escribó Friedman, periodista norteamericano radicado en Italia. Tanto le gustó el libro a Berlusconi que puso como condición la participación del reportero en el documental.  El resultado del trabajo -donde claramente aparece como un cínico,  el mejor actor del mundo- decepcionó al ex político.  Después de emitirse por streaming, "Berlusca" no le dirigió más la palabra a su biógrafo.

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