Desde sus primeros escritos Freud abrió el debate sobre la sexualidad. Lo fue tratando a través de las derivas de las pulsiones, la sexualidad infantil, la perversión. Luego detalló el síntoma, en su relación tanto al sufrimiento como a la satisfacción. También imprimió el mundo clásico a los sueños, de ahí el complejo de Edipo, los deseos incestuosos y la castración. Llamó “roca” al misterio de por qué hombres y mujeres rechazan lo femenino. Afirmó desde muy temprano que los síntomas por abstinencia sexual tienen, a su vez, una relación con lo sexual. La sexualidad del conjunto de los trayectos freudianos ha sido retomada reiteradamente por Jacques Lacan.
Para acercarnos a las cuestiones más difíciles de la división de los sexos no faltaron sus planteos previos, lo que hace pensar que Lacan fue su precursor. Desde los 70, hizo rectificaciones y precisiones aportadas por la lógica. En esos años propuso la fórmula “no hay relación sexual” y, con la fórmula, llegamos a un conjunto de paradojas que irán a encallar a una no-solución. Este nudo –no solución− está en el centro de todos los debates y derivas que buscan resolver las cuestiones de la sexualidad. Aquella sexualidad elaborada por Sigmund Freud en el siglo XX pasó, y pasa, por las torsiones y lecturas de la enseñanza de Jacques Lacan. Y en todos estos años, por los esclarecimientos de Jacques-Alain Miller. Serie en la que se inscriben la orientación, la evocación, los textos, una y otra vez, de Germán García.
En las redes que van de un siglo a otro, nuestra época acelera derivas sobre la sexualidad. Y es retomada por infinidad de contiendas, disputas, querellas. Las leyes se cruzan con derechos que contemplan diversidades sexuales. El empuje de los feminismos incluye debates sobre derechos en pos de mejorar las condiciones de trabajo, poner fin a la violencia y a los crímenes de mujeres. Se suman nuevas nominaciones de las diversidades sexuales en las siglas LGTB; se busca instalar decisiones sobre lenguaje inclusivo.
Por otra parte, el movimiento Me Too –con distintos nombres según la localía− participa en la sociedad a nivel de una protesta de masas, no siempre con arreglo a una fundamentación intelectual de la que sí disponen algunos de los escritores feministas. Los múltiples debates muestran los intentos de precisar, de domesticar, o incluso atrapar el problema de la sexualidad. Al conjunto antes descripto, constantemente se le interponen piedras en el camino, lo que hace pensar que en el centro de sus búsquedas hay algo imposible de resolver. Dicho de otra manera, ese imposible es el elemento que cuenta, en cualquier disputa y también en las derivas a un sinnúmero de equívocos. Lacan diferencia a partir de la lógica que una cosa es la sexualidad y otra diferente, el sexo. Este último, toma el lugar de fuerza indomesticable. Como con la pulsión, hace falta hacer el rodeo una y otra vez. Se trata de algo irreductible, fuente de malentendido y paradojas. Es el “sin salida” de las búsquedas constantes sobre las cuestiones de la sexualidad y, en ocasiones, ese imposible detona en desenlaces fatales de violencia y crímenes. El conjunto de textos del número de ABC, la cultura del psicoanálisis N°4 aborda en sus distintas secciones, con los mejores argumentos, Sexualidad, derivas y debates.
*Directora y Editora de la Revista ABC, la cultura del psicoanálisis, de Ediciones RSI. Publicación del Colegio Estudios Analíticos.