En un pueblo pintoresco de Polonia, nace Francisco para alegría de la extensa familia. Bautizado en homenaje al santo de Asís, dado que el lugar está poblado de amigables pajaritos, crece rodeado de ellos con apodos de su madre. Los celos de los hermanos surgen cuando comienza a caminar muy precozmente. A pesar de las bromas y los retos, él recorre , curioso , la pequeña población a pasos livianos. La profunda convicción religiosa, católica y ferviente lo lleva a recibir los sacramentos en sus visitas semanales al templo.

Según afirma de manera inocente ese detalle, es el que decide a los alemanes cuando invaden el pueblito, a incorporarlo a su tropa en vez de matarlo. Muchos años pasan hasta que conoce la verdad sobre sus compatriotas caídos en el mismo momento que él ingresa a esa tropa. El muchacho delgado, de ojos claros y cabello rubio es obligado a calzar el uniforme odiado y participar de múltiples invasiones. Francisco camina.

Más tarde, los aliados derrotan al batallón al que pertenece, descubierta su identidad , se lo incorpora como soldado de infantería en vez de prisionero. Vestido con otro uniforme, otra vez ajeno, lucha contra los nazis. Francisco camina. El fin del conflicto lo sorprende muy lejos de su campiña romántica, es liberado a su suerte sin medios, no obstante, feliz de retornar a su hogar. Tres mil kilómetros camina Francisco. Sobrevive gracias a las ayudas que encuentra en su extenso recorrido. No logra recordar cuanto tardó ni dónde perdió la flexibilidad de su pierna derecha. Empecinado en su ruta Francisco camina. Su madre, después de un largo rato de preguntas y miradas, reconoce en ese adulto rengo, barbudo y exhausto al benjamín que creía perdido. Se abrazan y lloran.

Lo conozco en la calle, sentado sonriente. Le encargamos varios arreglos en nuestra casa y lo recomendamos a nuestros amigos por su honestidad y rapidez. Solo pide el dinero del día y una muda de ropa usada y limpia.

Francisco hace changas en la construcción, vive en una pensión. Lleva siempre consigo una bolsa con la ropa pedida y el dinero necesario para la comida y la estadía del día. No acepta pago por adelantado “porque sino, no voy a venir mañana …” se excusa.

No logro averiguar cómo llegó a Rosario, supongo que en alguna inmigración a esta ciudad sin fundador, que tiene recuerdos, restos, marcas y deformaciones de casi todos los lenguajes arquitectónicos y población mixturada. Aquí Francisco se siente acompañado, este lugar calificado como caótico y sin estilo propio, cuando “ese” es su estilo y lo sostiene.

A Francisco lo sigo viendo por años, me saluda y a veces canta. Listo para ingresar al paraíso, camina, camina Francisco sin cargas, sin proyectos.

Conociste su apellido, dice María Paula, jamás, digo.

Si alguien pregunta por qué la de las Colectividades es la fiesta de Rosario, te ofrezco esta historia. Me llevó largos años para contarla. Difícil agregar un detalle. Imposible metaforizar, acto puro macizo, Francisco camina.

 

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