El 9 de octubre de 1945, el general Eduardo Ávalos encabezó una revuelta contra el coronel Juan Domingo Perón. El jefe de la guarnición militar de Campo de Mayo era un fiel representante del ala castrense que miraba con disgusto el “obrerismo” de Perón. La movida finaliza “exitosamente”: el coronel fuera del gobierno, Ávalos al frente del Ministerio de Guerra y el almirante Héctor Vernengo Lima (otro enemigo de Perón) es designado ministro de Marina. Al día siguiente, el depuesto coronel se traslada a una isla de Tigre con Eva Duarte. El 13 de octubre de 1945, el Ejército lo lleva detenido a la isla Martín García. El diario Crítica de la familia Botana titula: “Ya no constituye un peligro para el país”.

El 24 de junio de 2017, Cristina Fernández de Kirchner confirma que será candidata a senadora por la Provincia de Buenos Aires. La ex presidenta anuncia que encabezará la boleta del Frente Unidad Ciudadana. Los émulos de los cronistas de Crítica, que daban por muerto a Perón en 1945, no tardan en aparecer. “La ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha quedado un poco más cerca de su muerte política…Cristina parece menos preocupada por volver a liderar el justicialismo que por formar una suerte de frente de izquierda popular ” (“Se cocina la muerte política de la ex presidenta”. Nota de opinión de Fernando Laborda. 16 de junio de 2017. La Nación).

El 17 de octubre de 1945 fue un parteaguas en la historia argentina. La bibliografía sobre ese acontecimiento histórico es muy numerosa. Uno de los textos más citados es “El 45, crónica de un año decisivo” del famoso historiador de filiación radical Félix Luna. En un tramo del libro, Luna comenta que “lo más singular del 17 de octubre fue la violenta y desnuda presentación de una nueva realidad humana que era expresión auténtica de la realidad nacional. Y esto es lo que resultó más chocante a esta Buenos Aires orgullosa de su rostro europeo: reconocer en esa hora desaforada que tenían el color de la tierra…Caras, voces, coros, tonos desconocidos: la ciudad los vio con la misma aprensión con que vería a los marcianos desembarcando en nuestro planeta”.

Chile fue noticia mundial, en octubre del año pasado, cuando una insurrección popular puso en jaque al gobierno trasandino. Pocos días antes, el presidente Piñera había manifestado que su país era un “oasis” en América latina. La ola de protesta estalló luego de que se difundiera un aumento de la tarifa del subterráneo. El 15 de octubre, el Metro de Santiago de Chile tuvo que cerrar diversas estaciones que fueron invadidas por estudiantes secundarios al grito de “evadir, no pagar, otra forma de luchar”. Las protestas fueron cada vez más masivas. Los manifestantes coreaban en las calles “¡Chile despertó!”, mientras eran acompañados con cacerolazos desde los balcones. La magnitud de las protestas revelaron una profunda insatisfacción ciudadana con cuestiones estructurales (educación, salud, sistema de pensiones) de la sociedad trasandina. La respuesta inicial gubernamental fue eminentemente represiva: declaración del estado de emergencia y toque de queda. Era la primera vez que los militares salían a las calles a reestablecer el orden público desde el retorno de la democracia. En un audio filtrado a la prensa, la primera dama Cecilia Morel reconoció a una amiga: “Estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena…vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás“.

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