A la niña de 10 años, de Corrientes, que fue abusada sexualmente por la pareja de su madre y llevaba adelante una gestación forzada, una iglesia evangélica le organizó un “baby shower”, una celebración para darle la bienvenida al bebé en camino y hacerle regalos. Uno de sus tíos publicó las fotos en Facebook. A ella, la niña, con el cabello recogido en trenzas cocidas, con una blusa roja estampada, una calza oscura, una campera rosa y zapatillas violetas, la hacen posar con una bañadera de plástico celeste para bebés --ya sabían que era un varón-- que le acaban de obsequiar y con varias bolsas de regalos. Mari, la pastora principal de la iglesia Ministerio Apostólico y Profético de Monte Caseros, confirma a Página/12 que le prepararon el “baby shower” unos días antes de que viajara 480 kilómetros hasta la capital provincial, para internarse en el Hospital Neonatal Eloísa Torrente de Vidal, donde anoche le hicieron una cesárea. La nena pintaba dibujitos y miraba la tele mientras se preparaba para parir. ¿Seguirá dibujando?

La pastora cuenta que le consiguieron un cochecito y también ropa para la criatura. Se lo regalaron todo en el “baby shower”. Dice que la reunión “fue con un grupo íntimo, respetando el protocolo por el covid-19”: participaron algunos familiares de la niña, entre ellas su abuela materna y una tía. Estuvieron también varias de las hijas de Mari --tiene 9 hijes-- junto a otra pastora conocida como Tiki Vera. La “celebración” se hizo en uno de los salones de la iglesia. Lo decoraron para la ocasión en colores azul y blanco: colocaron un cartel en una pared con letras mayúsculas de imprenta también de color azul con la palabra “baby shower”. En las fotos se puede ver una mesa, con mantel azul y un gran moño blanco, con una torta adornada con un babero y una canasta pequeña, celeste, que parece tener algún recuerdo del evento, a modo de suvenir, con un osito de peluche del tamaño de una mano de nena. En el piso hay globos celestes: cada uno con una letra en blanco que forman el nombre que llevará el bebé. Hay una foto de la niña abrazada por cada una de las pastoras.

La niña sonríe en las fotos o para las fotos. En una se la ve con un cartel escrito a mano que dice “Bebé a bordo”. La pastora Mari dice que “el objetivo fue acompañarlas espiritualmente, a ella, a la madre, a la abuela”. No las conocían antes de todo esto.

Las fotos generan una mezcla de sentimientos: pena, desazón, impotencia. También incomodan. ¿Qué se celebra? ¿Un embarazo forzado? ¿Una niña violada? El evento en la iglesia evangélica de Monte Caseros recuerda al editorial del diario La Nación, “Niñas madres con mayúsculas”, de octubre de 2019, en el cual se minimizaba y naturalizaba el abuso sexual de otras nenas obligadas a parir.

“Seguimos sosteniendo que el que lo hizo tendrá que pagar sus consecuencias”, dice la pastora Mari sobre el autor de los abusos sexuales a la niña de Monte Caseros: el acusado es Horacio Insaurralde, de 31 años. Está preso. “Nunca jamás estamos de acuerdo con acontecimientos como estos. Soy una mujer también, tengo hijas y nietas”, agrega, pero aclara que está "a favor de la vida”.

--¿Usted hubiera apoyado la interrupción de ese embarazo? --le pregunta este diario.

--Yo soy neutra. Esa es una decisión familiar. No hemos dado ningún consejo a la familia. Reconozco que es una mamá que es una criatura. Pero el bebé que viene es una vida. Luego ella tiene que seguir siendo atendida psicológicamente.

El “baby shower” fue parte de una trama espesa que naturaliza los embarazos infantiles en una provincia declarada por decreto “pro vida”, que no tiene protocolo de ILE ni adhirió a la ley de creación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral, donde un mediático ginecólogo y obstetra, referente del movimiento “pro vida” local, responsabiliza a la niña por no “haberse resistido” a los abusos por falta de educación --y habla de que las mujeres nacen con “instinto maternal”--, y el juez de Instrucción y Correccional de Monte Caseros afirma que “fue seducida” por el imputado. ¿Quién piensa a la niña como niña?

El embarazo fue detectado cuando ya cursaba alrededor de 24 semanas de gestación. La abuela observó que le crecía la panza y sospechó que podía estar embarazada. La niña entonces contó que la había abusado Insaurralde. Los ataques sexuales habrían ocurrido en la casa de Insaurralde, en Monte Caseros, adonde la niña y su madre se habían mudado hacía algunos meses: antes vivían en un paraje rural, a unos 15 kilómetros. Es gente humilde.

La madre denunció a Insaurralde en la comisaría de Monte Caseros. La causa la lleva el Tribunal Oral Penal de Paso de los Libres.

En el hospital de Monte Caseros, adonde fueron acompañadas por la policía, la médica que atendió a la niña y confirmó la gestación en curso, ofreció que se la sometiera a una interrupción legal de embarazo. Pero cuando la médica le empezó a explicar cómo sería el procedimiento, se mencionó que le aplicarían un suero, que la tendrían que pinchar y la niña se asustó, se puso a llorar y dijo que no, que no quería que la pincharan y que prefería tener el bebé. En esa instancia debería haber recibido información precisa, adecuada, sobre lo que significaba llevar a término la gestación y que en definitiva, esa decisión podría ser más dolorosa que recibir un pinchazo.

La madre quiso que la viera la pediatra que la atendía regularmente, una médica muy católica, que hace trabajo social en la zona y atiende en un consultorio privado. La madre le contó a Ester Dotro, trabajadora social e integrante de la Colectiva Feminista local, que la pediatra le dijo que era sumamente riesgoso hacerle un aborto, más riesgoso que continuar con el embarazo. La trabajadora social les explicó que la niña tenía derecho a interrumpirlo. La cesárea que había sido programada para este jueves, se adelantó: el bebé nació en la madrugada de hoy. El cuerpo de la niña acumula capas de injusticias. ¿Hay algo para celebrar?