El sociólogo e investigador del Conicet Daniel Feierstein analizó los comportamientos sociales de las personas durante la pandemia por coronavirus y cómo influyen las imágenes de marchas anticuarentena y de bares atiborrados de personas en la sociedad y, en particular, en quienes todavía mantienen los cuidados para prevenir nuevos contagios.

En un hilo en su cuenta de Twitter, el investigador del Conicet señaló que “quizás estamos subestimando” cómo el comportamiento de las personas está determinado por lo que hacen los demás.

Según Feierstein, la apertura de actividades recreativas en la Ciudad de Buenos Aires, como la habilitación de bares y restaurantes, tienen “un costo sanitario adicional, que se vincula no solo a lo que ocurre en el propio lugar (donde además se dificulta la aplicación y cumplimiento de protocolos) sino en el efecto social que genera en el conjunto” de personas que ven esas imágenes de gente sin barbijos ni distanciamiento social, entre otras cosas.

El investigador de Conicet mencionó estudios de psicología social que apuntaban a analizar las conductas de las personas. Una de las investigaciones que citó es la del psicólogo estadounidense Stanley Milgram que descubrió que “el 63 por ciento de los sujetos estaban dispuestos a aplicar descargas eléctricas a un desconocido con la excusa de un experimento”.

Milgram -relató Feierstein- determinó que si esa persona que aplicaba descargas eléctricas veía a otra haciendo lo mismo, la obediencia “aumentaba a más del 90 por ciento”. Sin embargo, si ese primer sujeto veía que otro se rebelaba y se negaba a aplicar las descargas a un tercero la “obediencia bajaba al 12 por ciento”.

Nuestras acciones, por lo tanto, se encuentran profundamente afectadas por las acciones de los demás. Incluso mucho más que por los llamados ideológicos a hacer una u otra cosa, a implementar cuidados o a descuidarnos”, subrayó el investigador del Conicet.

Feierstein señaló que en todas las actividades se tiene que medir la relación costo-beneficio, que se calcula “entre el riesgo sanitario concreto de la actividad (cantidad de gente que se expone, tipo de exposición, protocolos posibles) y el beneficio económico de la actividad o el costo de sostenerla cerrada”.

Pero el problema de la apertura de bares y restaurantes, agregó, es que hay un “costo sanitario adicional” que tiene que ver con la imagen que se transmite. “La observación de gente apiñada en mesas de un bar, por lo general sin tapabocas ni distancia y compartiendo los alimentos y bebidas genera una sensación de relajación general que hace sentir fuera de lugar a quien hasta ese momento respetaba distancias y cuidados”, sostuvo el sociólogo.

La misma sensación, añadió Feierstein, generan “la exagerada visibilidad mediática de quienes hacen gala de la falta de cuidados” en marchas anticuarentena, quemas de barbijos, fiestas clandestinas o se burlan públicamente de los cuidados, mientras que no se difunden imágenes de “quienes sí respetan los cuidados (que no son pocos, pero parecen invisibles)”. Esto “tiende a incidir de modo negativo sobre el conjunto”.

Al aparecer el descuido como más importante de lo que es y el cuidado como menos importante, aquellos que se cuidan tienden a sentir que su práctica es innecesaria y minoritaria y pueden sentirse empujados a relajarse y descuidarse o a minimizar o abandonar los cuidados”, afirmó Feierstein.

El sociólogo sostuvo que quien “ya se descuidaba siente que de todos modos su cuidado es superior al de quienes aparecen en los medios con formas muy extremas de descuido” y, por eso, no percibe su conducta como riesgosa.

“Por último, se suma un discurso de algunas autoridades que, en simultáneo con la difusión de las imágenes de descuido, felicita a la población por el cuidado y respeto de protocolos. Esto genera la sensación de que las imágenes que se observan son ‘el respeto de los protocolos’”, añadió. Esta actitud gubernamental genera, a su vez, “cierta percepción errónea acerca de que eso que estamos haciendo cada vez peor estaría ‘más o menos bien’”.

Para Feierstein es necesario “reinstalar normas básicas de cuidado (uso correcto del tapabocas, respeto de la distancia social, higiene, restricción de la movilidad innecesaria de carácter social)” y “reconstruir la percepción de que no somos pocos quienes queremos cuidarnos”. “Y que la copia de comportamientos no vaya en desmedro del cuidado sino, por el contrario, nos permita generalizar la posibilidad y necesidad de cuidarnos y cuidar a quienes nos rodean”, concluyó.

El investigador del Conicet ya ha publicado en otras ocasiones hilos de Twitter en los que analiza distintos aspectos sociológicos de la pandemia. A principios de este mes, explicó por qué, según su criterio, fracasan las estrategias para frenar los contagios. “La respuesta no es médica sino sociológica”, dijo y aclaró que la imposibilidad de frenar los casos debe entenderse a partir de “dos importantes sistemas de defensa psíquica que operan a nivel colectivo: la negación y la proyección”.