“En la ciudad como en el campo, ayer como hoy, es el mismo gesto modesto de espigar”. Es el comienzo de Los espigadores y la espigadora, en el que Agnés Varda afirma con el lirismo de las verdades más simples y contundentes que entre las manos de quienes no temen ensuciarse, los restos son y se transforman en abundancia. Un ex-camionero sin trabajo que junta papas tras la cosecha porque no tiene qué comer, un artista que en la basura se llena las manos de posibilidades, un chef que rebusca a campo abierto los ingredientes para su cocina, la misma Varda que decide dejar en el documental imágenes producto del azar o del error, según se lo mire. Hay una imagen elocuente que se va armando a medida que avanza el documental sobre los espigadores: si el acto de recolectar es el de resignificar, entonces no solo esa materia descartable -lo que queda fuera de la serie- cobra otra implicancia, otro relato sobre valor dentro de un capitalismo forjado para expandir mercados eliminando la diferencia, sino que en ese mismo movimiento es el recolector también quien reinventa su existencia en el momento que agacha su espalda para fundar otra manera de ver y de decir lo que está al borde del olvido.

La comunión entre cuerpo y objeto durante la espiga, que es en sí mismo un acto de lectura, redefine la idea de identidad y utilidad, concediéndole a cada uno una nueva forma de estar dentro del mundo. Y en ese sentido, en la búsqueda de la resignificación constante, la obra de la fotógrafa y artista visual Natacha Ebers investiga, problematiza y produce en sintonía de espigadora. Las preguntas de las que parte trazan un recorrido hacia adentro de esa materia de descarte que pueden ser los objetos, la naturaleza, el propio cuerpo a través del tiempo, fotografiados casi en su totalidad con dispositivos construidos por ella misma, con materiales rescatados y reparados en su laboratorio. Querida Natacha: es una obra epistolar, fotográfica e instalativa que este año pasó al formato libro, integrando ocho años de investigación y producción en torno a la fotografía analógica y estenopeica, la posibilidad de la piel como límite y soporte de lo que se proyecta, la errancia de un cuerpo por momentos desdoblado, por momentos multiplicado en imágenes y pensamientos, el diálogo de una mujer consigo misma, las pérdidas, los cruces, los encuentros que se dan puertas adentro de una vida y su deriva. Querida Natacha es el recorrido interno que hace un cuerpo mientras interactúa con la superficie, es la mueca de extrañamiento de la cara frente al espejo, la exhortación a abandonar o a encontrar una casa, el acto cazador de alimentarse, de comprender un sueño, de ser amados por alguien. “En la habitación hay calma, de tanto silencio todo se vuelve transparente. Está por llover, la luz hace que las plantas se despeguen de sus macetas. También estamos salvajes, viviendo una vida en contradicción con nuestros anhelos. Encerradas en una realidad desconocida donde hay una serie de humanos fabricados de otra forma. Natacha, necesitamos tiempo.” 

En la brevedad de esta carta coexisten la luz transformadora con la escritura del encierro -siempre tan ligada una a la otra- y de alguna manera la obra de Ebers se despliega desde ahí, en el intento de encontrar en, por y para Natacha el hogar que afuera parece imposible. En las cartas que se escribe a sí misma hay un cuestionamiento de la forma en la que intenta hacer su trabajo, ganarse el pan, entender el mundo y su forma de habitarlo, en cada trazo de la imagen y de la palabra está la pregunta por la belleza sin buscarla. “Hace dos años comencé a pensar en la posibilidad de una muestra, en cómo llevar la palabra a un formato audiovisual, un recorrido entre imágenes donde el espectador de alguna forma fuera partícipe activo de la propuesta. Surgieron nuevas ideas en relación al espacio y a la dinámica de un recorrido, la muestra estaba siendo pensada para hacerla en la casa en la que estaba viviendo en ese momento, pero tenía sus complejidades y desde esa limitación comienzo a cuestionarme sobre el espacio íntimo, el tiempo, los espectadores. Surge otra mudanza inesperada. La idea del libro latía pero mi intención era encontrar una editorial en donde yo pudiese abrir una discusión en relación a los modos de crear y de construir algo con todo el material que tenía: objetos, cartas, imágenes, dibujos y un mapa en donde hilaba con palabras algo de lo que quería contar. Parecía no haber límites y la idea de hacer un libro se acercaba a lo concreto”. A partir de un post en Instagram, Federico Paladino de La Balsa Editora, argentino radicado en Bilbao, se interesa por el trabajo de Natacha y el libro finalmente se concreta en en País Vasco. “La idea de reproducción de los textos e imágenes a partir de una fotocopiadora se acercaba a lo experiencial de la propuesta que finalmente sucedió. Algo que planteaba Federico me atraía y trascendía las formas en las que generalmente se produce un libro, y eso me entusiasmaba mucho más: el trabajo de construcción a la par entre editor y autora, la experimentación con una minerva tipográfica, la realización de fotograbados, el traslado de una máquina de serigrafías en desuso a pie por la ciudad de Bilbao y una red artístico-afectiva que me esperaba para cederme un espacio de trabajo y de enseñanza.”

MODOS DE EXTRAVIARSE

En 2018, Ebers gana la sexta edición de los Premios ArtexArte con una serie de autorretratos que forman parte del libro. Las imágenes surgen a partir de la observación y el vínculo que tiene con dos pacientes psiquiátricas del centro de salud mental, donde trabaja hace cinco años dando talleres de fotografía. “Creo que mi obra está muy conectada con lo que sucede en el día a día dentro del centro de salud. Al principio no encontraba el tiempo para vincular esas experiencias con mis producciones, hasta que comencé a detenerme en algunas acciones o situaciones con las que me sentía identificada. “Modos de extraviarse”, la obra ganadora, surge de la acción de caminar junto a una paciente y de perdernos por el barrio de Villa Luro y de la observación de otra en donde la experiencia era completamente diferente: lo silencioso era perturbador y lo ruidoso, abrupto. Ahí surgen cuatro autorretratos tomados con una cámara analógica para negativos de 6×6 que se fabricó a finales de los años ’50 hasta los ’70. Las fotos fueron superpuestas y transferidas a doce vidrios que compré en una de esas caminatas.”

El movimiento de andar a la deriva está dado desde la primera carta de Querida Natacha: hay una mudanza, un recorrido que sale de una casa en el barrio de Barracas hasta una habitación en Almagro. Su primer verano en Buenos Aires está por terminar, el punto original de partida es siempre difuso y las fechas de las cartas no siguen una línea temporal, sino que se van sucediendo en una cronología del extravío que mezcla el sueño con la vigilia, la pesadilla de una ciudad en escombros arrasada por dinosaurios, donde Natacha se esconde dentro de un contenedor de basura y solo piensa en la casa que acaba de dejar. Más tarde, fuera del libro pero dentro de la obra, en Bazofia estenopeica Ebers construirá, junto a otros artistas visuales, una gran cámara estenopeica hecha con un contenedor urbano de basura que registrará la ciudad desde ese agujero negro donde solo los recolectores se animan a hurgar. En los trayectos que traza Querida Natacha: hay una suerte de exilio que va dejando de ser abismo a fuerza de volverlo cotidiano, donde las cartas son una soga arrojada al río, nombrando el extravío, cercándolo desde la opacidad de la imágen, donde la existencia se disecciona, se recoge y se cuestiona en movimientos de lenguaje, de imagen y de sonido. Porque la obra fuera del libro se compone de objetos, audios, videos, escritura y fotografía. Querida Natacha: habla de lo inasible y por eso la necesidad de encontrar y contar en todos los soportes posibles. Hay algo de Jonas Mekas en el trabajo de Natacha Ebers, en estos desplazamientos donde no se busca distinguir una trayectoria sino abarcar sus líneas difusas, su sistema de referencias, sus pliegues, sus posibilidades. Si bien en Mekas hay un origen claro, donde la guerra es lo que inaugura el recorrido del artista, en Ebers hay una misma búsqueda de crear sobre la errancia. 

“Caminar te despeja la cabeza y es algo así como una pulsión del cuerpo, que te toma y va hacia adelante”, escribe en una de las cartas, pero ese ir hacia adelante es imposible en un mundo donde las fechas, las casas, los gatos y las cosas están cambiando siempre de lugar. Donde el cuerpo es el único soporte constante aparece la urgencia del registro, del archivo, la anotación para no perderlo todo y hacer que, al mismo tiempo, se pueda dejar ir la vida que ya pasó. “La idea de las fechas no correlativas fue una sugerencia del editor y algo de eso me interesaba. Pensé en mi vínculo con los libros, en cómo los manipulo, qué hago con ellos aparte de leerlos. Los libros que más me interesan los tengo repartidos en diferentes sectores de la casa, como si se movieran solos. Me gusta escribirlos, dibujarlos y mi lectura no es lineal: abro una página leo, me distraigo, leo el índice, lo retomo en otro lugar porque ya me olvidé dónde lo había dejado, no uso señalador. Doblo las hojas en el borde como señal y se multiplican, me pierdo y el libro queda lleno de marcas. Leer a Natacha en el 2013, correr la página y encontrarse con una carta del 2018 genera una vínculo con la lectura en donde el tiempo parece dividido pero los relatos no dejan de corresponderse con una temporalidad. Las fechas y las emociones están mezcladas como Natacha. Viajar en ese ir y volver, permanecer y comparar los relatos me atraía mucho más que una lógica lineal”

¿La idea de tiempo y extravío son condiciones de posibilidad dentro de tu proceso creativo?

-La idea de extravío me identifica, aunque no lo había pensado en relación a las fechas concretamente, me gusta esa lectura. La errancia la entiendo desde “el ir vagando”. Los relatos contienen experiencias de un ir y venir emocional. Vivir en muchas casas, cuidar muchas mascotas, volver a un lugar porque tuviste conexión con una gata, permanecer en otro, recordar momentos significativos, valorar lo que se deja o lo que se abandona, construir y vincularse con lo que se rompe me hace volver a lo no lineal y al concepto de extraviarse, siempre algo está siendo alterado por algo.

PERDIENDO LA FORMA

Natacha se pregunta, se reta, se reclama, se critica a sí misma, se autorretrata ciborg, se dibuja robot y se desarma. Al igual que con las cámaras que construye, se investiga en el funcionamiento, organiza síntomas, busca darse un método hasta que en cierto momento, en una de las cartas, encuentra que ante todo cuenta con la confianza. Confía en las partes de cada proceso, de lo que logra captar el ojo y lo que queda oculto, las partes de cada objeto descartado que vuelve a entrar en escena para componer otro espacio. “La fotografía estenopeica me permitió vincularme con lo que es la fotografía en sí, de otra manera. Porque para hacer una toma fotográfica hay una instancia en la que tengo que construir mi propia cámara, entonces se genera un vínculo con la materialidad antes de concebir la imagen que después voy a revelar en un laboratorio casero. Me dio herramientas a través del tiempo para poder trabajar diferentes dispositivos de salida que, en relación a mi obra, no significa tener una foto enmarcada en la pared sino trabajar también desde la instalación.”

-Querida Natacha: contiene parte de la búsqueda de años, pero sin embargo siempre hay algo que se pierde al pasar de una forma a la otra. ¿Los límites del libro cuáles serían?

-La palabra oral, hacia afuera, es algo que siento que me falta. Pero la palabra sobre el papel si bien actúa como vómito está contenida, queda en la hoja, marca un estado que se sitúa en un tiempo y tal vez tenga una interpretación libre para quien lee, sin embargo hacia afuera posiblemente se desvanezca. En el libro la palabra es imagen, los poemas y las cartas originales están escritos a mano en varios soportes como sobres, papel de fax, varios cuadernos, nada destinado específicamente para desarrollar un trabajo de escritura, pedazos de papel que tenía a mano en ese momento incluso algunos de los escritos resultaron ilegibles por los tachones o la forma de la letra y al pasarlos a computadora hizo que algunas palabras fueran transformadas en otras. Por otra parte, llegar hasta el País Vasco para hacer el libro ya fue cruzar un gran límite. Ahí trabajamos en La Taller-Erredakzioa que es un espacio híbrido de grabado y galería, imprenta tipográfica y laboratorio de periodismo. Durante algunos días intentamos imprimir sobre papel de fax la imagen de mi cuerpo en un tamaño que se aproximaba al real. Era hermoso el color de la tinta semi abrillantada y sobre ese soporte nos imaginábamos algo así como un envoltorio para el libro, pero cada vez que enviamos señal a la impresora, el papel patinaba y la tinta nos quedaba entre los dedos. No hubo forma de resolverlo, la idea de piel o camisa recubriendo al libro se desvaneció junto a la imagen de ese cuerpo porque tampoco aparece en el libro. Sin embargo, me pregunto: ¿Cuáles son los límites de algo, en este caso en la realización de un libro, cuando los obstáculos son posibilidades? Las ganas, la red creadora y los movimientos que se iban desplegando en el hacer y pensar el libro fueron borrando los límites por la intensidad que fue tomando la materialización del mismo. 

Así como hizo el trabajo manual de colocar letra por letra hasta formar Querida Natacha:en cada uno de los ejemplares de este libro, la tarea de Ebers es desarmar, desmontar pieza por pieza, descubrir y redefinir las partes y los restos, preguntarse qué hacer con ellos, darles un nuevo valor, armarse un universo posible. Nada es descartable, escribe Ebers cuando piensa en el documental de Agnes Varda. Nada es descartable, afirma con su trabajo de escarbar en las capas que forman a los seres humanos. Y sin embargo no hace una obra de la acumulación, todo lo contrario. Querida Natacha: es una obra sobre el rescate en la que Ebers va hasta lo más profundo de la indagación, se rescata a sí misma y con ella a todo lo que la rodea gracias a la respiración de esa luz, al llamado constante de las cartas, a la pregunta sobre la materia reflejada en la superficie de las cosas hasta encontrar dentro de ellas, una nueva búsqueda hacia dónde ir.

 

Querida Natacha:

Tal vez esta sea la última carta que te escriba. La verdad es que estoy bastante cansada de escribirte.

Te cuento que hace un tiempo surgió la idea de hacer una muestra, sí una muestra de nuestros diálogos, nuestras cartas, nuestras fotos, nuestros objetos, nuestros deseos, nuestro universo y nuestra muerte. ¿Cómo hablar de nuestra muerte ahora? Es que el otro día me dijeron que nos podemos morir en cualquier momento, que eso es algo que nunca se sabe.

Se me ocurrió abrir la casa, los cinco ambientes. A partir de esa ocurrencia comencé a transitar los espacios de otras maneras, vos y yo también, como espacio.

Las cosas empezaron a desprenderse de las cosas, fueron apareciendo las piernas por un lado, la boca, la taza, la espera por otro. Las manos, el ojo, el tiempo. Las palabras, la esencia que se consume. Las cosas que mueren y desaparecen, o perduran. Nosotras. Los glosarios, las listas, las tablas de elementos, las pajas, las novias, mis abuelas. El comportamiento, los modos de extraviarse, los sistemas para perder el miedo, la grabadora de audio y los síntomas del descuido me llevaron a perder la forma y a darme cuenta de que la fotografía ya no me alcanza.

Durante este tiempo hice planos, escuché recomendaciones, me hablaron de un monstruo, tomé un workshop con un británico sin saber inglés y entendí que había que cojerese a la forma FUCK THE FORM! Pero entendí mal, no era eso.

Actué. Hice residencias artísticas. Hice una sinopsis nueva. Escribí muchos cuadernos. Le pedí permiso a mi ex. Tomé Ayahuasca. Tomé muchos talleres que no tienen que ver con la fotografía. Probé métodos y procedimientos.

Recorro mi archivo a diario, pienso en mi padre y en la luz. Me presento en becas y en concursos para ganar plata. Me invento restricciones. Vi quinientas mil referencias. Pienso en la gente porque trabajo con gente de este y otro universo y pensar en todas las posibilidades posibles que se desprenden constantemente de este relato me llevan a un recorrido, al camino y al movimiento de mi y tu accionar.