A Crist le encantan las armas, le gustaba cómo las dibujaba Pratt, eran de una precisión perfecta, el fusil Enfield de los soldados ingleses… Ambos habían leído novelas de guerra como Los desnudos y los muertos, de Norman Mailer, Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque, habían visto las primeras películas de James Bond protagonizadas por Sean Connery, pero cuando se estrenó Harry, el sucio con Clint Eastwood quedaron impresionados.

Al poco tiempo se juntaron en casa de Crist y hablaron de esa película.

—Usted sabe, Crist, que estuve pensando que el personaje principal de la película no es Clint, es la Magnum 44 —razonó Fontanarrosa.

—Tiene razón, la excusa de esa película era semejante revolvón, la ideología que representaba, la ideología de Estados Unidos, de la Asociación Nacional del Rifle, la NRA… Hay que tener una mano así para tirar, porque es un cañón de mano.

—¡Ah, la mierda!

“Nos cagábamos de risa de los diálogos de la película”, precisa Crist y recrea una escena: Harry le ha disparado su Magnum a un negro que yace tendido en la vereda del Banco asaltado. Mientras come un hot dog con mostaza, Harry le apunta y dice: “Te estarás preguntando si tiré cinco o seis tiros, te sacaré de la duda”, y suena el disparo final. “Esa es una escena increíble que demuestra lo hijo de puta que es Harry, un tipo tan malo, tan de derecha”, se ríe Crist.

A los pocos días, recibe un sobre marrón grande, doblado en dos. Cuando lo abre, lee: “Perdone que esté desprolijo pero ahí va un regalo para usted. Un personaje que he inventado caro a nuestros sentimientos para que lo ponga frente a la mesa de dibujo”.

Era “Boogie, el aceitoso”. Le puso Boogie por los autitos que andan por la arena y aceitoso… porque algo tenía que ponerle.

En las reuniones con el Gordo Cognini (el histórico editor de Hortensia) Crist comentó que había recibido material con chistes sueltos del negro para la revista y que además le había mandado una historieta de regalo.—¿Qué es, carajo? —preguntó impaciente el Gordo.

—Es una sátira sobre Harry, el sucio.

—Quiero verla —exigió. Después de leerla, Cognini le respondió: “Va en el próximo número tal como está”. “Yo creo —dice Crist a la distancia— que el negro sabía que iba a pasar eso”.

La historieta es una especie de cine pobre. De chico era un fanático de la historieta y hoy tengo una necesidad fisiológica. No puedo estar mucho tiempo sin dibujar. No soy un gran dibujante, comparado con otros colegas muy virtuosos: Hugo Pratt, el uruguayo (Alberto) Breccia,Crist, Carlos Alonso, Hermenegildo Sábat. Yo no. Yo simplemente quiero que el dibujo cuente la historia que quiero contar. No experimento demasiado.

La publicación de Boogie alentó a Fontanarrosa a seguir enviando nuevas tiras. Después de haber pasado por la publicidad y haber hecho chistes sueltos, se reencontraba con el amor por la historieta pero no tenía ganas de hacer una historieta tradicional, seria, de aventuras, sino una bajo el matiz del humor (negro). Boogie, en ese sentido, era muy apto para seguir adelante con crónicas sobre la violencia en las grandes ciudades a través de un personaje frío, mercenario y machista.

La historieta fue un éxito en México y Colombia. Como apunta Crist, no fue casual. Eran países que estaban llenos de boogies. En Argentina también.

He recibido muchas cartas en contra de Boogie, pero las más preocupantes eran las que me llegaron a favor. Eran una cosa terrible, tipos felices porque por fin llegaba alguien que les pegara a los negros y a las mujeres.

Estaban tan compenetrados con Boogie que cada vez que se veían satirizaban películas y series de televisión. “Más te hubiera valido no hacerlo sucia rata de albañal” ; “sabes que no puedo darme el lujo de ser sentimental”, repetían como si fueran actores en una sala de doblaje. El chiste —el juego— tuvo sus consecuencias bizarras en Rosario. Los dos volvían caminando a la casa del negro.

—Es mejor que te entregues, está rodeada la manzana— decía el personaje de Crist, a viva voz.

—Oye, la primera ráfaga quiero que sea baja— completó el ayudante.—No dejaremos a nadie vivo.

Una vecina no dudó en llamar a la policía y los dos terminaron presos en la seccional del barrio de Alberdi por un rato. Hasta que llegó Rosita en busca de su hijo y su amigo, esos grandulones…

Boogie transcurría en Nueva York pero como Fontanarrosa ironizaba con su perfil de “vago”, no ponía fondos en los cuadritos, él daba una pauta de referencia para saber si el personaje estaba en el interior o en el exterior, ponía un semáforo o un cuadro. No había edificios ni autos.

Para los interesados, editorial Planeta publicó Boggie, el aceitoso. El libro de oro, la obra completa con todas las tiras publicadas por Fontanarrosa.

 

(Durante muchos años, "Boggie, el aceitoso" se publicó en la contratapa de Rosario/12).