El déspota de Bielorrusia, Lukashenko, bendecido por su amigo Putin, ha jurado en "secreto" mantenerse en su trono, para lo cual apeló al fraude preelectoral y post electoral.

Su "archienemigo", el déspota norteamericano Trump, repudia a su par bielorruso y anuncia que si no gana la reelección en Estados Unidos es por el fraude.

Entre tanto, no podrán detener a las mareas humanas de protesta ni en Bielorrusia, ni en Estados Unidos, ni en ningún lugar en el que la digna conciencia se torne acción directa.

Semanas atrás mencionamos a la escritora disidente Svetlana Alexiévich​ y a las mujeres de la cinta blanca en las calles de Bielorrusia, días después fueron casi cien mil indignados, seres hastiados.

Ante la duda, que el miedo no nos paralice.

Siempre cabe recordar a las Madres de Plaza de Mayo enfrentando a los genocidas y a los lacayos civiles, políticos, obispos, empresarios y hasta burócratas sindicales.

Ante la duda apoyemos activamente la lucha de las casi 3.000 familias, más de 10.000 personas que en Guernica, Buenos Aires, luchan por la tierra y contra el capital. A la cabeza de esa lucha hay mujeres que perdieron el miedo a la prepotencia de los poderosos.

Certeramente lo señaló hace algún tiempo Albert Camus: llega un tiempo en el que los pueblos se rebelan; por cansancio o por asco.

La lucha de clases no se suspende por pandemia.

 

Carlos A. Solero