Las elecciones realizadas el último domingo en Ecuador presentan una situación que merece ser considerada para repensar el rumbo de los proyectos progresistas y revolucionarios latinoamericanos. 

Desde una mirada argentina, parecería vigente que la derecha es capaz de ganar elecciones en las urnas. Sin embargo, los datos muestran que de las 25 elecciones presidenciales de los últimos 15 años en los países con gobiernos progresistas y revolucionarios de América latina, solo una vez el CEOliberalismo se impuso: la victoria de Macri. Ni en Honduras en 2009, ni en Paraguay en 2012, ni en Brasil en 2016 se alzaron las derechas de otra forma que no fuera a través de golpes institucionales. 

En este sentido, nos preguntamos si efectivamente la idea de “fin de ciclo de los progresismos” ha terminado. La victoria de Lenín Moreno pone esto en tensión y realimenta la expectativa transformadora de nuestros pueblos. 

Con el triunfo de Trump en Estados Unidos, los golpes institucionales regionales y el ascenso del CEOliberalismo que hace punta en la Argentina, parecería que tal como plantea Álvaro García Linera, las derechas han recuperado la iniciativa. Pero los pueblos latinoamericanos no parten de la derrota para resistir ni reorganizarse. De hecho, hay nuevas generaciones que se suman a las luchas políticas sin haber sufrido en carne propia el terrorismo de Estado y vienen con la experiencia de haberse organizado alrededor de políticas públicas implementadas por los gobiernos progresistas. 

En cuanto a las derechas latinoamericanas, queremos señalar que así como con el Plan Cóndor se subordinaban de forma coordinada a los planes del imperialismo norteamericano, en el contexto actual de crisis capitalista, éstas muestran nuevamente una clara subordinación y coordinación que impacta sobre las condiciones materiales de existencia de las grandes mayorías latinoamericanas. La prueba se manifiesta en la coordinación de acciones desestabilizadoras tendientes a reorganizar la hegemonía. Lo hemos visto en las últimas semanas en Venezuela y en Paraguay. En ambos casos, la institución puesta en estado de crisis ha sido el poder legislativo. De esta emergencia pueden derivarse una serie de hipótesis acerca de los alcances y límites de la democracia representativa en nuestra región. 

En cuanto a la victoria de Lenín Moreno en Ecuador, ésta le otorga a las fuerzas progresistas y de izquierda latinoamericanas un nuevo aliciente para recuperar la iniciativa frente a la disputa con los CEOliberalismos golpistas o “democráticos”. ¿Qué implica recuperar la iniciativa para nuestros pueblos? En Argentina, concretamente, tenemos la expresión de un frente gremial nacional en proceso de construcción. Durante todo el mes de marzo, más de un millón de trabajadores nos movilizamos alrededor de la apertura de la Paritaria Nacional Docente y otras reivindicaciones como el “Ni una menos”. Sin embargo, después del Paro General convocado por todas las centrales sindicales para hoy, esa disputa gremial debería capitalizarse políticamente. ¿Cómo? En pos de la construcción de una alternativa que pueda dar sentido a la lucha antimacrista en dirección a una propuesta emancipadora. En este sentido es necesario recuperar la capacidad de articulación política con las fuerzas regionales que luchan contra la ofensiva de la derecha continentalmente organizada. La experiencia acotada del ALBA propone una tentativa en esta dirección, que vale la pena reactualizar en este contexto, con mayor énfasis y protagonismo popular. En 2017, la gran disputa se sitúa en el terreno de la Internacional. Un territorio nuestro.

 

* Investigadora CEIL-Conicet. Investigador UNGS-Conicet.