Desde Barcelona

UNO Entre los prefijos, el que le da más miedo a Rodríguez es el muy generoso re. El re que según la RAE es "un prefijo muy productivo". Re para mucho. Re da para repetir (reconstruir), transformar (reinventar), retroceder (retornar), intensificar (recargar, recalentar), oponer o resistir (rechazar o repugnar), negar (reprobar), o reforzar intensidadal añadir a re- las sílabas -te o -quete (requetemal).

En resumen: con la ayuda de re, el siempre reinventado pero cada vez menos productivo en la actualidad Rodríguez se prepara para reconstrucción y retorno del recargado y recalentado y por muchos rechazado por repugnante y reprobable estado de alarma.

Es decir: ya está aquí se el requeteestado de requetealarma.

DOS Eso decían ya los titulares on line de los periódicos el pasado viernes. "España se encamina hacia otro estado de alarma", publicaba El País con tipografía crash. Entonces, Pedro Sánchez & slogans compareciendo. Sánchez quien alguna vez propuso triunfal y veraniego Salimos más fuertes (del, en sus palabras, "último y definitivo estado de alarma") para luego derivar en otoñal y rogando tregua A este virus lo paramos unidos (a saber que tocará en invierno: ¿Winter Is Coming?). Pero Sánchez introdujo modificación atendible: su habitual "vienen semanas duras" mutó a "vienen meses duros... muy duros". Y triplicó el simbólico número de un millón de casos comprobados. Y revuelta acoreografiar pasos y pisotones y marcos legales que permitan desmarcarse del minué de (mala) costumbre en el reino donde lo único que reina es el caos. Y enseguida varias autonomías exigieron que la presidencia firmase estado de alarma general pero que, luego, cada comunidad pudiese aplicarlo como mejor le venga y convenga. El "modelo alemán", le dicen. Algo donde el gobierno central activa "instrumento constitucional" y abre "paraguas jurídico general" que "ampara medidas restrictivas a adoptar por cada territorio según su situación sanitaria". Pero sin nada del rigor germano. Así, Sánchez volvió a dejar todo más o menos en manos de las comunidades y llamó a la "disciplina social" con ojos casi húmedos de niño crédulo recitando cartita a los Reyes Magos: "Tenemos pasión por el contacto humano, pero es el momento de mantener distancias. Los familiares, los amigos también pueden contagiarse entre sí... Podemos y debemos detener al virus sin detener la vida". Y animó: "Les propongo un reto colectivo: bajar los contagios". Luego remató casi de remate con un "Estamos más cerca del final, de que la nueva normalidad sea la normalidad a secas" (el domingo viró a "situación extrema" y "tenemos un largo recorrido por delante, vamos a tener que desplegar un gran ejercicio de resistencia... Pero con moral de victoria lo vamos a volver a lograr" y... ¿moral de victoria? ¿volver a lograr?). Yse despidió con un "la unidad es nuestro horizonte y marca nuestro camino". ¿Y qué pensó Rodríguez? Primero pensó en por qué tiene que pensar en todo esto. Después pensó "lemmings" y en si el horizonte es lo que, unidos, se alcanza corriendo de camino a un precipicio.

TRES Y ya llegan nuevas "sugerencias" y toques de queda retocables y cupo mínimo de reunión (cuyo acatamiento domiciliario resulta difícil de controlar y que, según expertos, reducirá apenas el disparate de contagios disparados incomodando sólo a vampiros); se estrenó daltónico "semáforo sanitario"; se realizó otro homenaje a "las víctimas del Covid-19" (sin que se pueda precisar aún su cifra exacta y sin que dejen de incrementarse día a día); se siguió anunciando festivas fechas para la llegada de vacunas que aún no existen (y el ministro de Sanidad de brazos espasmódicos avisaba que "estas Navidades serán diferentes a las del año pasado"); y en los noticieros se continuó delatando a "irresponsables jóvenes y no tan jóvenes" con videos telefónicos estiloThe Purge. De paso, por fin, se admitió que ya se surfea segunda ola vírica en lo que se conoce como "nueva normalidad". Y no es que la "normalidad a secas" fuese normal; pero al menos Rodríguez hoy ya habría visto la nueva de 007 en el cine y estaría contando lo poco que faltaba para la también demorada Dune.

Pero no.

Ahora --encuesta revela que un 76% de españoles cree que no hay plan contra el Covid-19-- la descorazonadora pero tan cerebral sensación de que nada sirvió de algo y de que algo equivale a no mucho más que nada. Ahora, con "moral de victoria", a "volver a lograr "la renueva reanormalidad que ya tiene --a esta bajísima altura-- efecto residual que comienza a asumirse como permanente. Se ha diluido la individual singularidad del estar mal. De pronto, todos están mal. En todo el mundo. Y ya no existe aquel que --estando mal-- de algún modo tenía el terrible consuelo de saberse casi un elegido por todas las razones incorrectas pero elegido al fin. Alguien digno de ser auxiliado por socorristas que estaban, al menos, un poquito mejor. Otro punto saltado en el tejido psico-social. Así --a los saltos, unidos y uniformes en el S.O.S-- hace aguas la noción, por falta aún de perspectiva histórica, de que lo que se está mal viviendo se estudiará en un futuro como algo aún mucho peor de lo que ya parece y se padece. Y que --esto es lo en verdad alarmante-- ya se asume como novedoso pero normal.

CUATRO Mientras, el Covid-19 se remueve: contagia sin lógica, presenta síntomas o los esconde, inmuniza o no, es mortal o inofensivo, se va o vuelve.

El domingo, ya alarmado y en ese estado para largo (por el momento, que se intuye breve, menos herméticamente confinante que en marzo, pero hasta mayo; pendiente aún de aprobación parlamentaria; ya juzgado "exagerado" en tiempo y por ahora "insuficiente" en medidas; así como, para el Partido Popular que se resiste a apoyar a lo que el PSOE sostiene, "la constatación de un gran fracaso de gestión") Rodríguez escuchó a su panadera bromear en serio: "Por lo menos, con el Ébola sabes a qué atenerte: si lo pillas te mueres y listo. En cambio, con éste es como que te cambian el reglamento todo el tiempo y te obligan a seguir jugando". Y ya hace frío y anochece más temprano (ese recambio de hora cuya reutilidad se rediscute año tras año). Y ya nadie sale al balcón a aplaudir porque se corre el riesgo de que se piense que se aplaude al coronavirus por el coraje con que lucha sin darse por vencido y salir más fuerte. Y ya es la estación de las mandarinas y Rodríguez (quien siempre pensó en esta fruta como acompañante ideal para el televisor y prueba incontestable de la existencia de una diseñadora inteligencia superior aunque arbitraria en sus designios) se recicla para revivir un poco frente a Netflix. Empieza a ver La Révolution: serie francesa y febril delirio y divertido mamarracho que reescribe histórica y alternativamente los hechos previos a 1789 desencadenados por virus llamado "La Sangre Azul" que despierta en los aristócratas un desenfrenado deseo de matar plebeyos. Y ya se sabe cómo sigue --poca disciplina social y meses duros, muy duros-- pero no cómo termina; porque ya repuntará segunda temporada que, como corresponde, va a ser mucho más alarmante que la primera.