Hace dos años, Paula Rivera se convirtió en la primera lesbiana en llegar a un cargo directivo en el INAMU, el Instituto Nacional de la Música. Llegó a la vice presidencia impulsada por el espíritu feminista que inundaba las calles después de ese 8M histórico que también reunió y arengó a les trabajadores de la música. “Un hombre tiene su propia postura frente a un espacio de toma de mandos, una mujer tiene su propia postura, incluso frente a los hombres y a cómo ellos se comportan. Una lesbiana viene a romperles con todas las lógicas”, opina Paula, que decidió aprovechar su espacio de toma de decisiones y propuso la agenda de género, una serie de acciones que buscan la visibilización de las diversidades en el sector musical. En ese momento, el instituto tenía solo un 17% de participación de mujeres en el registro, y aún era un registro binario que solo reconocía hombres y mujeres. Después de varias batallas y discusiones, en el transcurso de la agenda de género se logró crear un primer registro no binario de una institución pública oficial, el registro de músicos, músicas y musiques.

Un año después de la asunción de Paula, empezaron los Foros de Género. Se llevaron a cabo en las seis regiones culturales del país: primero en Bariloche, siguiendo por Santiago del Estero, Paraná y finalmente Corrientes. Hasta ahora los foros fueron específicos y exclusivos, no se han abierto a ningún tipo de masculinidad cis, y ya participaron cerca de dos mil personas. De los cinco foros quedó uno pendiente, el de este año, en la región metropolitana, Ciudad de Buenos Aires y Provincia de Buenos Aires. Ese último encuentro, que se estará llevando a cabo hoy, viernes, de manera virtual, cierra el proyecto de foros federales.

El foro de este año abre las puertas a nuevos temas: la perspectiva a futuro de las nuevas masculinidades y su inclusión, el discurso político en la música (con la participación de Susy Shock), y el primer panel dedicado a las músicas de pueblos originarios, que aportarán sus propias voces. “Ellas cargan con una doble mochila, la falta de inclusión y visibilidad por parte del estado y ni hablar de las problemáticas específicas de la música. Esas diez compañeras referencian a los pueblos originarios desde su territorio, no viven en Buenos Aires, están en sus propios territorios”, cuenta Paula, que también se ha propuesto interpelar a los funcionarios que están en los espacios de toma de decisiones y de poder, tratar de dialogar con ellos

Paula tiene cuarenta años y se crió en Vieytes, un pueblo rural muy pequeño. Ahí, en las peñas y en el folklore que escuchaba por la radio, encontró sus primeras influencias musicales: las voces poderosas de las mujeres del chamamé, cantantes como Ramona Galarza y Teresa Parodi. “Quizás el chamamé parece lejano a una escena lésbica, pero me influenciaba simplemente verlas ahí. Yo era una niña muy conectada con el lenguaje rural, siempre arriba de un caballo, la famosa machona de la familia, pero criada con mucho acompañamiento y libertad”. Más adelante, en la adolescencia, conocería a Sandra y Celeste, a Liliana Felipe y Jesusa Rodriguez, voces y textos que abrieron ante ella “un mundo clandestino” y enlazaron su afinidad musical con el mundo lésbico de aquel entonces.

“El sector de la música fue dominado históricamente por hombres, incluso masculinizado. También el reconocimiento es algo muy adeudado históricamente. Antes el encuentro con músicas lesbianas tenía más que ver con la peña, con la poesía. Hasta no hace mucho la lesbiana quedaba relegada a ese espacio de la guitarra, la trova, ese lugar de canción de autora. Pasa algo fuerte ahora mismo, de repente hay un cambio fuertísimo en el decir y en la palabra”, reflexiona Paula, y piensa en las referentas actuales de música lésbica: Chocolate Remix, Kumbia Queers, sonidos nuevos donde el reggaeton y la cumbia se traducen en nuestro propio lenguaje lésbico. “Ahora se puede hablar de la violencia, de los derechos adeudados, la reivindicación, el discurso ha cambiado muchísimo y es un discurso muchísimo más furioso que el de la poesía y la canción de autora. Es un cambio muy grande para las lesbianas”

A pesar de haber crecido en una familia contenedora, Paula se asumió como lesbiana en la adultez. “Tardé muchísimo”, confiesa, y analiza la línea de tiempo de su vida: esa misma Paula adolescente que cada viernes se escondía en bares platenses para escuchar cantautoras lesbianas, entre la clandestinidad y sus primeros tragos de vino, es la misma que hoy en día se mete en una fiesta a saltar como loca al ritmo de Chocolate Remix, segura de que ya no le importa nada.