Literatura y ciencia, dos campos que cuando se cruzan suelen dar como resultado un género por el que más de una vez nos hemos sentido atraídos: la ciencia ficción. Pero, ¿es este el único resultado posible? ¿O podemos encontrarnos con realismos que surgen a partir de la divulgación científica? Explorar los límites y cruces entre estos aspectos es una tarea que Luciana Martínez emprendió desde 2008. Es docente y doctora en Humanidades y Artes (mención en Literatura) por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). También es investigadora asistente del CONICET en el Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH). En 2019 publicó el libro “La doble rendija: Autofiguraciones científicas de la literatura en el Río de la Plata” en el que aborda profundamente las relaciones entre ciencia y literatura a partir de las obras de escritores de la zona.

- ¿Cómo surge este libro?

- Empezó con la reescritura de mi tesis, que trató sobre la relación entre ciencia y literatura en las revistas de ciencia ficción argentina “El Péndulo” y “Minotauro”, y en las narrativas del escritor uruguayo Mario Levrero y del argentino Marcelo Cohen. El libro reunió el material de la tesis y muchas investigaciones que llevé a cabo después. Lo que noté a lo largo de todo mi trabajo es que había un gusto especial de la literatura por las ficcionalizaciones de la mecánica cuántica. Las primeras reacciones literarias al momento de la emergencia de la ciencia moderna, cuando Newton publicó los “Principios matemáticos de la filosofía natural”, fueron bastante virulentas. La literatura reaccionó negativamente. Si bien había toda una fascinación por el universo de la ciencia, son históricas las interpretaciones de la literatura en torno a eso. Con la física cuántica pasó todo lo contrario. Tiene en la literatura una acogida tremenda y funciona como un motor ficcional muy importante.

-¿De dónde surge el título del libro?

- Este término, “La doble rendija”, remite justamente a un experimento que se llevó a cabo a principios de 1800 por Thomas Young donde se constata la naturaleza corpuscular-ondulatoria de la luz. Después, a principios del siglo XX, Louis de Broglie lo hace extensivo a toda la materia. Lo que dice resumidamente es que a nivel subatómico la materia se comporta como onda tanto como partícula, según se encuentre presente o no un dispositivo de registro; es decir, dependiendo de si interviene o no la figura del observador. Lo que quiere decir que, a nivel subatómico, el observador determina la forma en la que se presenta la materia. Esto trae toda una serie de problemas filosóficos porque proyecta una imagen realista del mundo completamente distinta a la que propone la física moderna, una imagen que a la literatura le encanta porque le abre toda una serie de interpretaciones, la cuántica funciona por ejemplo como un motor que desata en las ficciones todo el problema de las realidades paralelas. De alguna manera, el título del libro remite a eso.

- ¿Existe una relación turbulenta entre la ciencia y la literatura?

- Hay una gran resistencia a vincular la literatura o el arte en general con las ciencias. Son dos órdenes simbólicos o lenguajes que han sido separados por la modernidad de una forma muy brutal. Pero el problema de la ciencia está muy presente en la literatura. Levrero, por ejemplo, toma los discursos y recursos de la ciencia para construir su universo realista. Él negaba rotundamente que su narrativa tuviera una relación con la ciencia ficción. Lo que pasa es que en el contexto histórico en el que daba entrevistas, la ciencia ficción y el realismo eran entendidos como sistemas enfrentados. Sin embargo, Levrero era muy cercano al mundo de la ciencia. Yo me llevé una sorpresa en 2018 cuando pude visitar su archivo en Montevideo. Tenía una gran colección de revistas de divulgación científica, 200 ejemplares de distintos tipos, todos cuidadosamente estudiados y marcados. Muchos de los conceptos que señalaba en los ejemplares los podía encontrar después en sus ficciones.

-¿Por qué se da el rechazo de Levrero a la ciencia ficción?

- Su caso es particularmente interesante porque sus primeros textos los publicó en El Péndulo, que era una revista de ciencia ficción, cuyo director era Marcial Souto, un amigo personal. Él tenía una proclama realista, sostenía que escribía un “realismo interior”. Yo creo que hay que leerlo en clave de realismo, es una propuesta acertada. Lo que Levrero no quería era ser asociado a la ciencia ficción más cercana al producto masivo de mercado. El rechazo de Levrero viene por ese lado, porque desde la emergencia de la ciencia ficción estadounidense clásica, la ciencia ficción que se llamó de la Edad de Oro campbelliana, se popularizó un modelo de género que se asocia mucho a las Space Opera o a productos de mercado. Muchos escritores buscan correrse de ese lugar, como es su caso. Pero hay marcas textuales claras de su interés por la ciencia. Tiene un manual de parapsicología que escribió en el ’79, cuyos conceptos vuelve claramente operativos en las ficciones. Eso es algo muy propio de los escritores de ciencia ficción. Sin duda se podría hacer una lectura de Levrero en esa clave también, pero si no se lo quiere leer desde allí, se puede hacer dentro la perspectiva de las relaciones entre ciencia y literatura, y cuadra perfectamente.