Cuando el electorado estadounidense emite su voto, no elige un presidente o un vicepresidente. Vota, en realidad, por miembros del colegio electoral. Estos serán los que finalmente elijan quién se queda con la Casa Blanca. Desde sus inicios, Estados Unidos tiene un sistema indirecto de votación. Uno que genera consecuencias en la forma de hacer campaña y, sobre todo, diferencias entre el resultado de las elecciones y la voluntad de la mayoría.

La composición del colegio electoral

El colegio electoral en Estados Unidos siempre está compuesto por 538 miembros. Este número es el mismo de la suma de los 435 integrantes de la Cámara de Representantes, los 100 del Senado y 3 más para el Distrito de Columbia, que no tiene representación con voto en el Congreso, pero sí vota en las elecciones.

La forma en la que esos 538 electores se distribuyen entre los distintos estados depende de la cantidad de personas que vivan en cada uno. Los estados con mayor población tienen una mayor proporción de miembros del colegio electoral que aquellos con menor población. Esto es porque el número que se le asigna a cada estado está relacionado con la cantidad de integrantes que tiene su delegación al Congreso y esta depende, a su vez, de los resultados del censo.

Hay un mínimo de tres electores para cada estado, por los dos miembros del Senado que le corresponde a cada uno y la cantidad base de representantes. Estados como Alaska o Montana, que solo envían dos senadores y un representante al Congreso, tienen apenas tres electores en el colegio electoral. Distinto es el caso de estados como California y Nueva York, que aportan 55 y 29 electores respectivamente, porque al tener una mayor población, tienen también mayor representación en la Cámara de Representantes.

En Estados Unidos no es presidente la persona que saque la mayor cantidad de votos, sino la que logra mayoría en el colegio electoral. Es decir, el candidato que gane los estados suficientes como para que sus miembros del colegio electoral sumen por lo menos 270. Por eso, en 2016, Donald Trump asumió la Presidencia, a pesar de que había perdido el voto popular contra Hillary Clinton. En la última elección presidencial, el candidato republicano sumó 304 electores, mientras que Clinton cosechó 227.

En 48 estados y en el Distrito de Columbia, el partido que saca mayor cantidad de votos a nivel estatal se lleva todos los electores disponibles. Por ejemplo, si el Partido Demócrata es el más votado en Oregon, los siete electores de este estado serán solamente para este partido. Hay dos excepciones, Maine y Nebraska. Estos estados no se rigen por el sistema “el ganador se lleva todo”, sino que asigna sus electores según sus distritos internos.

Si este martes, el Partido Demócrata gana en Nueva York y en el Distrito de Columbia no habrá ninguna sorpresa. Son lugares en los que ha ganado históricamente. Por el contrario, hay bastiones republicanos tradicionales como Oklahoma o Wyoming. Se descarta, por ejemplo, que ahí va a ganar Trump. En los estados seguros como Hawaii para los demócratas o Idaho para los republicanos, no hay apariciones de las principales figuras de la campaña.

Los "swing states", claves para definir la elección

En el medio quedan los estados que en cualquier elección pueden ir para un lado o para el otro. Se los conoce en inglés como “swing states” y por ahí pasa verdaderamente la campaña. Son votos que no están garantizados para ningún partido y entonces, cada cuatro años, allí van los candidatos a tratar de persuadir a los votantes. Ahí se llevan a cabo los actos y las principales actividades de recaudación de fondos.

Florida y Ohio son los swing states por excelencia. El primero da la codiciada suma de 29 miembros para el colegio electoral. El segundo está asociado también con la capacidad de predecir el resultado de las elecciones. Un triunfo ahí solía significar un triunfo en el colegio electoral, pero este año quedó relegado en los análisis y en las campañas. Trump tuvo un solo acto allí en las últimas semanas y el equipo de Joseph Biden prefirió dirigir sus gastos en publicidad hacia otros estados más acordes a su estrategia.

También están dentro de esta categoría Pensilvania, Wisconsin, Michigan, Arizona y Nevada. Este año, estados que siempre fueron seguros para los republicanos como Georgia y Carolina del Norte ahora aparecen como terrenos de batalla para las campañas. El caso más destacado es Texas. Un triunfo en el gigante sureño no estaba dentro de los cálculos del Partido Demócrata, pero ahora está en juego y nadie se aventura a predecir un resultado.

La selección de los delegados del colegio electoral

La selección de la delegación del colegio electoral depende de cada estado, como muchos aspectos en las elecciones de Estados Unidos. A veces, los partidos hacen convenciones estatales. En otros casos, los senadores y los representantes que pertenecen a cada estado nominan a los electores. También está la opción del voto popular para elegirlos. No hay un método unificado.

Tradicionalmente, los encargados de declarar al ganador de las elecciones son los medios de comunicación. Las cadenas de televisión o la Associated Press tienen equipos de analistas que pueden identificar las tendencias a medida que se cuentan los votos la noche de la elección. Cuando estas son irreversibles, anuncian qué partido gana cada estado. Una vez que pueden sumar 270 electores para un partido, declaran un vencedor.

Este año, con las demoras que se anticipan debido a la gran cantidad de votos por correo, hay chances de que no se conozca una tendencia. Hay estados que procesan las boletas a medida que van llegando. Hay otros, como Wisconsin y Pensilvania, claves para el resultado en 2020, en los que solo empezarán a contar las boletas a partir del martes.

El resultado final del colegio electoral, que es en definitiva el que elige al presidente, llega generalmente un mes después de las elecciones. En ese momento, los electores van al Congreso de Estados Unidos y anuncian a qué candidato le adjudican sus votos. No siempre siguen lo que les dictó el voto en sus estados. En 2016, hubo “electores infieles” que votaron en el Congreso por el senador Bernie Sanders, el ex secretario de Estado Colin Powell, el ex gobernador de Ohio John Kasich y el ex congresista Ron Paul. La activista sioux Faith Spotted Eagle también recibió un voto en el colegio electoral y se convirtió en la primera persona de un pueblo nativo en hacerlo.