En las villas y asentamientos del país, el 64% de las familias que reciben asistencia alimentria tuvieron durante septiembre y octubre ingresos menores a los 20 mil pesos mensuales, que no les alcanzaron para adquirir la canasta básica, que señala la línea de  indigencia. En esta franja de los argentinos que ya venían mal económicamente antes de la pandemia y con la cuarentena se deterioraron todavía más, la alimentación basada en harinas se agudizó. El menú diario incluye papas y la compra de carnes rojas se redujo en favor de las alitas de pollo. Así lo señala el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana, en un relevamiento que comparó qué pasó en los hogares con y sin Tarjeta Alimentar. Su conclusión es que tarjeta fue de ayuda, marca una diferencia; por ejemplo, quienes la tienen consumen un poco más de  frutas, carnes y lácteos. Los niños acceden a más de leche y a bastante más yorgurt. Sin embargo, el análisis muestra que, por la gravedad de la emergencia alimentaria -ese 64 por ciento de indigencia en el universo de los barrios populares-, la tarjeta Alimentar debería extenderse: llegar a más personas y transferir montos más altos.

El informe fue realizado en el marco del Observatorio de Lucha contra el Hambre, creado por el gobierno para hacer un seguimiento del Plan Alimentario. Los datos fueron presentados en una videoconferencia de la que participó el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo.

Se hicieron 22.260 encuestas en 22 provincias, con un método de investigación participativa. Con la ayuda de una app y capacitación específica, los propios vecinos y vecinas integraron los equipos encargados de hacer las entrevista. El Isepci es conocido por la calidad técnica de su Indice Barrial de Precios, que realiza con una  metodología similar.  

Como uno de los temas claves a conocer era el impacto de la Tarjeta Alimentar, la muestra tomó un 50 por ciento de encuestados titulares de esta tarjeta y un 50 por ciento de hogares que no la tienen.

Los datos principales revelaron que:

* Un 27 por ciento de las familias de los barrios populares tienen ingresos de menos de 10 mil pesos y otro 37 por ciento no llega a los 20 mil pesos. Es decir que el 64 por ciento de los hogares en villas y asentamientos son indigentes. El  tamaño promedio de los hogares es de cinco integrantes. El costo de la canasta básica alimentaria en octubre, para un hogar de cinco personas, fue de $21.783. Así, las familias necesitaron 21.783 pesos para no caer en la indigencia (o 52.496 para no ser pobres), pero debieron sobrevivir con menos de 20 mil.

Un 37 por ciento de los encuestados tiene ingresos familiares menores a los 20 mil. Otro 27 por ciento no supera los 10 mil. 

* Todos los encuestados en esta investigación recurren a la asistencia alimentaria. Los comedores populares y los bolsones que reparten las escuelas son las vías más utilizadas para conseguir alimentos. Aún así, hay un porcentaje  que se está privando de hacer una de las cuatro comidas diarias. Especialmente de la cena: entre las familias que no tienen Tarjeta Alimentar, un 21 por ciento manifestó que no está cenando. Entre las que tienen la Tarjeta Alimentar, ese porcentaje se reduce a 16 de cada cien. 

El consumo de lácteos es mayor entre los niños que tienen la Tarjeta Alimentar

* Sólo el 5 por ciento de los encuestados dijeron que la Tarjeta Alimentar les alcanza para comprar durante todo el mes. El monto de la tarjeta es de 4 mil pesos para madres beneficiarias de la AHU con un niño o  6 mil para madres con dos o más niños. Al 55 por ciento le alcanza para dos semanas, y a otro 22 por ciento les dura una semana. Esto se ha ido agravando con la inflación.

* Debido a que la Tarjeta Alimentar es para madres que reciben la AUH con niños de hasta 6 años de edad, existe una franja que, necesitando de este refuerzo económico, no lo tiene. Están en esa situación de carencia el 19 por ciento de los hogares de barrios populares con niños o adolescentes. La razón por la que no cobran la AUH es principalmente que alguno de sus padres tiene salario familiar (en un 90 por ciento de los casos), pero el problema es que se trata de salarios tan bajos que quedan por debajo de la línea de pobreza. Otro motivo es que hay niños que carecen de DNI (Un tema al que el gobierno viene dándole una respuesta).

Tras la presentación del informe, Arroyo destacó  la importancia de contar con datos fehacientes que permitan mejorar las políticas sociales. "Lo que el relevamiento nos muestra es que la tarjeta ayuda, pero no genera un cambio estructural. En diciembre vamos a duplicar su carga. Tenemos que pensar, además, cómo extenderla a otros sectores y encontrar más modos de llegar con alimentos a los barrios populares", señaló el ministro.

El coordinador del Isepci, Isaac "Yuyo" Rudnik, recomendó "extender la tarjeta por encima de los 6 años de edad e incrementar rápidamente sus montos, porque la carencia es mucha". 

También comentó las conclusiones Miryam Gorban, histórica nutricionista y militante por la soberanía alimentaria, que reconoció el trabajo del Ministerio de Desarrollo Social y la política de ingresos del gobierno en la pandemia. "¿Qué hubiera sido de nosotros sin la Tarjeta Alimentar o el IFE?", se preguntó. Gorban llamó a desarrollar campañas por el consumo de alimentos frescos y políticas de acceso a la tierra y producción local.  "El Procrear Rural, la vuelta al campo, crear cinturones de quintas rodeando a cada pueblo, hacer que cada municipio tenga su tambo. Esas son las política que tenemos que desarrollar".