Con una decena de vacunas candidatas en fase 3 y con un puñado con chances reales de aprobación inminente, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, no ocultó su entusiasmo. Aseguró –emulando al periodista doméstico Víctor Sueiro– que ya se veía "la luz al final del túnel". Habló de “una esperanza real” para poner fin a la pandemia. Después de tanto pesimismo ininterrumpido en este 2020, el mensaje es claramente esperanzador. Pero los especialistas abren también paraguas de cautela, y advierten que las vacunas no son soluciones definitivas y que deben ser acompañadas de otras herramientas: tratamientos efectivos si los hubiere, junto a las ya masivas –y repetidas hasta el cansancio– pautas de convivencia social: barbijos, distanciamiento e higiene.

Esta semana se reunió por primera vez y comenzó sus funciones el Comité de Vacunación conformado por los ministerios de Salud, Defensa, Interior y Seguridad, y liderado por Alberto Fernández. Fue el propio Presidente el que, al poner en marcha los preparativos para el proceso de inmunización masiva, convocó a generar “una epopeya”. Según sus aspiraciones –que no dejarán de serlo hasta que alguna de las vacunas candidatas sea finalmente aprobada para su distribución–, a partir de la primera quincena de enero se fijó como objetivo la inoculación de 12 millones de personas. De ese total, 7.735.000 son mayores de 60 años, 2.800.000 personas con enfermedades preexistentes, 763 mil trabajadores del sistema de salud y 500 mil integrantes de las fuerzas armadas y de seguridad. A esas personas, además, se agregarán los docentes, que también recibirán sus dosis al comienzo para garantizar que las clases presenciales inicien según el cronograma previsto.

Aunque la campaña de vacunación en Argentina –y también a nivel global, claro– sea la más ambiciosa de la historia de la humanidad, pasarán muchos meses hasta que se logre la consabida inmunidad de rebaño y el virus pierda capacidad de propagación. Será clave, de este lado del hemisferio, evitar el invierno y la segunda oleada que en el presente perjudica, por ejemplo, a los países europeos. 

Página/12 consultó a especialistas sobre el futuro que se abre: el tiempo que llevará la inmunización comunitaria, qué podría ocurrir con las clases y la coexistencia de Sars CoV-2 con el dengue.

Inmunización de rebaño, ¿en cuánto tiempo?

Para deconstruir la falsa idea de que las vacunas acabarán con el Sars CoV-2 en un parpadeo, Mario Lozano, virólogo del Conicet y experto en el área, explica por qué un proceso de vacunación masiva como el que se espera es, a priori, más complejo y prolongado de lo que a muchos les gustaría admitir. “El hecho de que exista un horizonte tan cercano de comenzar a inmunizarnos nos llena de esperanzas. Más aun si, según parece, Argentina será uno de los primeros países en recibir las dosis. Esta es una posibilidad muy buena; el problema es que, según se puede advertir, la gente ha comenzado a relajarse. Es una preocupación porque todavía falta un largo trecho”, señala.

En esta línea, Leda Guzzi, médica infectóloga de la Sociedad Argentina de Infectología, apunta: “Desde que las vacunas se aprueban hasta que están disponibles transcurre un tiempo, porque los acuerdos comerciales deben cristalizarse y las dosis deben arribar al país. Luego, poner en marcha un programa de inmunización nacional es realmente una gran empresa. Implica un despliegue de recursos humanos, tecnológicos y de logística que para cualquier país representa un desafío de una magnitud terrible”. Guzzi describe que la escala de la vacunación será progresiva, y que se comenzará por un 10 o 20 por ciento de la población.

A pesar de que el gobierno mantiene conversaciones con todos los laboratorios que se dedican en su producción, las variantes que llegarán –porque ya se aseguró su compra– son las de Rusia y la de Oxford, ambas en fase 3 con ensayos masivos con miles de voluntarios alrededor del mundo. “En un principio se esperan millones de dosis de la variante rusa y luego otra partida también muy importante que llegará por parte de la Universidad de Oxford. Con los consensos pautados por el gobierno argentino, habrá insumos suficientes como para alcanzar la inmunidad de rebaño. El conflicto no estará allí, sino en la capacidad que tenga el sistema de salud de vacunar a tanta gente en simultáneo”, plantea Lozano. Vale recordar que la inmunidad de rebaño se logra con, aproximadamente, el 60% de la población vacunada.

Las posibilidades de inmunización colectiva en poco tiempo son acotadas en cualquier nación del mundo. “Con todo el protocolo y la logística inmensa que está planeando el Estado, con todos los esfuerzos concentrados en lograr el objetivo, esto es, vacunar a la mayor cantidad de ciudadanos en el menor tiempo posible, como máximo se podrá vacunar a 5 millones de personas al mes. Una cifra increíble”, detalla la especialista. E insiste en lo difícil de cumplir con un desafío tan complejo: “Supongamos que se vacuna seis días a la semana, en jornadas de trabajo de 15 o 16 horas, sin contar con el tiempo de preparación previa que requiere para los equipos de vacunación. Para llegar a 5 millones mensuales se requeriría de un procedimiento que implicará inmunizar a 4 personas por segundo”, reflexiona.

Con esta ecuación, tras dos meses de iniciado el procedimiento de vacunación, se habrá conseguido inocular a buena parte de los grupos de riesgo, a los trabajadores de la salud (médicos, enfermeros, etc.), a aquellos individuos que presentan comorbilidades (enfermedades previas que podrían agravar el cuadro de la Covid si es que se infectasen) y a los mayores de 65 años. Sin embargo, aún restará por inmunizar a buena parte de la población para alcanzar cierta tranquilidad y retomar a aquello que se denominaba “normalidad”. 

Es muy probable que no contemos con un porcentaje alto de población vacunada contra la covid-19 hasta bien entrado el invierno del año que viene. Eso quiere decir que debemos garantizar que las medidas de precaución, de higiene y de distanciamiento social, de cuidado propio y de los otros, se sigan manteniendo hasta por lo menos la primavera de 2021”, asegura el exrector de la Universidad Nacional de Quilmes. “La población argentina tiene que entender que aún empezada la campaña de vacunación, el coronavirus no culmina inmediatamente. La vacuna no es una bala mágica que soluciona la covid. Debe ser acompañada de otras herramientas complementarias y, sobre todo, de la responsabilidad”, completa.

Así lo comprende Guzzi cuando dice: “Llevará unos meses para que la inmunidad de rebaño tenga un impacto real en el control de la pandemia. Por lo tanto, en la medida en que exista muchísima gente susceptible de contagiarse, todos los cuidados van a tener que seguir estando, incluso mientras siga la vacunación. El distanciamiento, las precauciones con las reuniones sociales y el barbijo habrá que mantenerlos. Y creo que otras, como la higiene de manos y el hecho de no compartir el mate, son aspectos que llegaron para quedarse”. 

“Los vacunados van a tener un rol de cortafuegos porque van a bloquear la transmisión del virus, pero para que se llegue a la inmunidad colectiva pasarán varios meses”, sigue Guzzi su razonamiento. La meta del gobierno, bajo esta premisa, será llegar bien parados al invierno de 2021, que es cuando la situación se puede volver a complicar porque, por el clima frío y los días acotados, la ciudadanía comienza a refugiarse más en espacios cerrados y deja de reunirse al aire libre".

Sandra Cartasso

Una estrategia de salud pública que fue mencionada al pasar por los especialistas fue comenzar por los grupos de riesgo, como ya se sabe, y que, al mismo tiempo, aquellos que ya tuvieron la enfermedad se inmunizaran en último lugar. Sin embargo, se descartó enseguida, porque todavía no existe demasiada evidencia científica como para aseverar, por caso, cuánto tiempo duran las defensas en el organismo de los ya contagiados. Además, según se ha reportado, en aquellas personas que atravesaron un cuadro leve, la inmunidad decae con el tiempo. “Hay algunos trabajos científicos que aseguran que la inmunidad va cayendo un 10% al mes. De esta manera, si las personas van perdiendo sus defensas, no habría argumento para que accedan a la inoculación en último término”, aclara Lozano.

Se viene la escuela

A mitad de año, la Unesco difundió el documento “Regreso seguro a la escuela. Una guía para la práctica”. En ese texto señalaba que la pandemia había ocasionado una “interrupción educativa sin precedentes” y había afectado a más del 90% de la población mundial de estudiantes. Desde este punto de vista, el informe proponía pautas relacionadas con la limpieza y desinfección de las instalaciones escolares; la preparación de las escuelas para el distanciamiento físico; el incremento de la circulación de aire y la ventilación; y la toma de medidas necesarias para asegurar que todos los niños, niñas y jóvenes vuelven a la escuela, priorizando a los más vulnerables.

Será vital tener un buen proceso de vacunación si el objetivo para el año que viene es lograr una escolaridad presencial sostenida, eso permitiría un margen de tranquilidad que hoy no existe”, propone Guzzi. De hecho, fue el propio Alberto Fernández el que insistió con incluir a los docentes en el grupo que accedería a la vacunación en el primer turno, junto a otras profesiones esenciales. “Para que abran las escuelas del modo en el que estábamos acostumbrados, será esencial que se den las condiciones epidemiológicas. No se ha visto un gran impacto en aquellos sitios en que las clases han retornado con todos los cuidados. Si se respetan los protocolos, no debería haber inconvenientes adicionales”.

Tal vez se requerirá para la planificación aguzar el ingenio y la creatividad ya que, si se retrasase la vacunación masiva, no todos los estudiantes podrían concurrir en los mismos horarios. La bimodalidad (mitad virtual, mitad presencial) puede que perdure y sea la regla en 2021. Todo está por verse, porque depende de las condiciones estructurales –económicas y sociales– en que se inscriben las instituciones educativas a lo largo y a lo ancho del país. “Creo que se puede ir hacia formas de presencialidad, pero hay que tener en claro que con o sin vacuna, el virus persistirá por varios meses más”, enfatiza la médica infectóloga.

Se viene el dengue

Otro aspecto que también debe preocupar –y ocupar– de cara a los próximos meses es la coexistencia de la pandemia del coronavirus y la epidemia del dengue, transmitido por un mosquito (Aedes aegypti) que suele habitar en casas y no vuela más allá de una manzana. “Además de lo que ocurrió en 2016, el año pasado fue la temporada con más dengue en la historia de nuestro país. Tenemos presencia del mosquito transmisor desde Bahía Blanca hasta el norte y, por ello, eventualmente habrá circulación de la enfermedad. Todos los años la epidemia arranca a través de viajeros que llegan con la infección. Este año será particular porque no migrará hacia Argentina la cantidad de gente que suele venir, pero obviamente hay que encarar una buena campaña de descacharreo”, afirma Juan Manuel Carballeda, investigador del Conicet en el Laboratorio de Virus Emergentes del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada de la Universidad Nacional de Quilmes.

El virus “explota” por ciclos, es decir, se manifiesta de manera notoria, luego su potencia puede atenuarse y, quizás, después de un tiempo, vuelve a resurgir. Hace falta tan solo uno o dos casos para que se propague con mucha velocidad y pueda infectar a toda una ciudad. En Argentina lo peor sucedió en 2016, cuando se registraron 40 mil infectados. Durante esta época del año –como describía Carballeda– las personas viajan con mayor frecuencia a países limítrofes y traen el virus para acá. Así es como, de manera veloz, los casos importados devienen en autóctonos al aumentar la propagación fronteras adentro.

 

“El descacharreo, en verdad, debería haber arrancado en agosto porque es cuando el mosquito se encuentra en fase de huevo. Hoy es más difícil sacarlos porque ya hay adultos por varios lugares. El descacharreo, aunque tardío, es lo único que sirve porque las campañas de fumigación bajan la proporción de adultos pero no barren con los huevos”, describe el especialista en virus. 

De aquí la insistencia en repetir las precauciones del caso, mandatos que se pronuncian como recetas pero que vale la pena recordar: Eliminar recipientes que acumulen agua y que funcionan como criaderos del mosquito transmisor, cambiar a diario la que se encuentre estancadas en bebederos, utilizar en los floreros productos alternativos como pueden ser geles o arena húmeda, mantener los patios y jardines desprovistos de malezas. El combate a los virus, desde esta perspectiva, requiere de una ciudadana activa y comprometida.