El 14 de diciembre, poco después de las 13, la Luna se interpondrá entre la Tierra y el Sol y ocultará complemente el disco solar durante alrededor de dos minutos. Varias localidades de las provincias de Neuquén y de Río Negro podrán apreciar en su totalidad el eclipse solar. En el resto del país se verá en forma parcial, pero seguirá siendo un privilegio porque este fenómeno astronómico recién podrá volver a visualizarse en territorio argentino dentro de 28 años. Aunque la pandemia del coronavirus complicó la llegada multitudinaria de astrónomos locales y extranjeros, de turistas y observadores en general a la Patagonia, expertos de distintas universidades nacionales organizaron diferentes actividades y materiales de difusión para compartir con la comunidad este maravilloso espectáculo del universo.

Por su ubicación en la denominada “franja de la totalidad” –la zona que quedará oscurecida en forma completa–, la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) concentró las actividades y abrió un sitio con contenidos sobre el eclipse y los cuidados especiales que deben tomarse para la observación (eclipse2020.uncoma.edu.ar). La directora del Departamento de Física de la Facultad de Ingeniería, Susana Ramos, y una de sus vicedirectoras, Ana Basset, especificaron que se realizó un curso de capacitación para docentes de todos los niveles y para estudiantes del profesorado de Física, a cargo de la doctora en Astronomía Beatriz García; se desarrolló un ciclo de charlas sobre eclipses y cuestiones relacionadas al sol con expertos de Argentina y de Latinoamérica –disponible también en YouTube– y se publicó material didáctico, elaborado por los especialistas Santiago Paolantonio y Néstor Camino.

“Fue muy enriquecedor todo esto. Rescato que hayamos podido hacer tanto sin un solo peso, con esfuerzo y voluntad y pudiendo llegar a todas las comunidades de Río Negro y Neuquén que están en la zona del eclipse en cuanto a las cuestiones de seguridad, para que tomen las precauciones de cómo observarlo en forma segura y disfrutar de este evento tan especial”, destaca Ramos. En ese marco, se enseñó a construir cámaras oscuras caseras, se distribuyeron anteojos con filtros especiales donados por la Asociación Astrónomos sin Fronteras y también material para personas ciegas, como libros táctiles, y se instalaron sensores especiales en varias localidades, que permiten seguir el eclipse a través del sonido. Basset también resalta que fue “una gran cadena de colaboración” y se entusiasma con que se haya sembrado una semilla para que, a futuro, se incremente el estudio y la enseñanza de la astronomía en la zona, cuestión que ya se proyecta en la reforma del plan de estudio del Profesorado de Física de la UNCo.

Un eclipse singular

Los eclipses son fenómenos naturales que ocurren en forma regular: como mínimo hay cuatro anuales de Sol y de Luna y pueden llegar a un máximo de siete. Pero la singularidad del que ocurrirá a mediados de este mes es que se producirá en el mediodía solar. En pleno día, el cielo se oscurecerá y se apreciarán las estrellas que habitualmente podemos ver de noche. “Supuestamente el espectáculo va a ser más impactante porque en el eclipse del año pasado, en San Juan, el sol se estaba yendo hacia la puesta y era julio”, resalta Camino, director del Complejo Plaza del Cielo, de Esquel, investigador del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB).

Piedra del Águila, en Neuquén, fue elegido como epicentro para la observación y desde allí se realizará la transmisión por streaming para todo el mundo. Ese iba a ser el punto de encuentro de los astrónomos que planeaban realizar un simposio internacional en Bariloche, pero por la pandemia pasará a ser virtual. De cualquier forma, se dispondrá un predio específico para todas las personas que puedan movilizarse. “Estamos tratando de que sea inolvidable como sea, siempre es inolvidable un eclipse”, subraya García, vicedirectora del Instituto de Tecnología en Detección y Astropartículas (ITEDA), investigadora del CONICET y profesora de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO) y de la Universidad Tecnológica Nacional - sede Mendoza.

“Es una oportunidad única de ser protagonista de uno de los eventos más espectaculares de la naturaleza que, además, tenemos la suerte de poder predecir. Sabemos el día, la hora, cuándo empieza y cuándo termina… Eso es lo fascinante de la ciencia, la capacidad de, a partir de patrones repetitivos, poder predecir cosas y verificarlas”, agrega. Habituada a dictar cursos de capacitación, reconoce que aún persisten algunas ideas erróneas sobre los eclipses: “Hay docentes que temen que les produzca alguna alteración a su vida y a la de sus alumnos; hay gente que nos pregunta si el sol cambia durante el eclipse y hay quienes todavía creen que pueden usar las placas radiográficas para la observación, pero el daño que produce en la retina es el mismo que si no tuvieran nada”.

También existen otras cosmovisiones respecto de los eclipses, como el caso de la comunidad mapuche, que lo vivencia como presagio de eventos negativos en la Tierra, “momentos difíciles que deberá enfrentar la gente”, porque están tapando al ser espiritual que marca su camino, según reflejan Gabriel Pozo Menares y Margarita Canio Llanquinao en su investigación “Wenumapu: Astronomía y Cosmología Mapuche”. La directora del Departamento de Física de UNCo refirió que la cuestión fue manifestada por algunos docentes que participaron del curso de capacitación, debido a que en la zona donde se visualizará mejor el eclipse hay muchas comunidades de ese pueblo originario.

El pedido de Einstein

Para los científicos, el eclipse es una oportunidad inigualable para estudiar la corona solar. La primera observación registrada en la Argentina fue en 1833, cuando el astrónomo italiano Octavio Fabrizio Mossotti, a cargo de la cátedra de Física Experimental y Astronomía en la Universidad de Buenos Aires, montó en el Convento de Santo Domingo un pequeño observatorio astronómico y meteorológico. Luego vendrían las investigaciones del Observatorio Astronómico de La Plata, creado en 1883, y a principios del siglo XX se realizó la primera expedición argentina al exterior para observar un eclipse solar.

Encabezado por el entonces director del Observatorio Nacional Argentino de la ciudad de Córdoba, Charles Perrine, la comitiva llegó en 1912 a la localidad brasileña de Cristina para realizar –por pedido de Albert Einstein a través del astrónomo alemán Erwin Freundlich– el primer intento de confrontación de la por entonces desconocida Teoría de la Relatividad. Una gran tormenta frustró el objetivo, que tuvo nuevos intentos con expediciones a Crimea, en 1914, y a Venezuela, en 1916. La predicción finalmente se corroboró en 1919 en el norte de Brasil, pero los argentinos no pudieron viajar por problemas económicos derivados de la Primera Guerra Mundial.

“Me gusta comentar este tipo de cosas, porque la gente cree que en la ciencia se dice ‘vamos a hacer tal cosa’ y se tiene éxito en el primer intento y siempre se destaca a aquellos que han tenido éxito, siendo que lo tuvieron porque antes hubo un montón de gente que les ayudó para llegar a ese éxito. El director del observatorio era un inmigrante norteamericano y era un experto observador de eclipses. Había hecho un montón de observaciones de eclipses cuando estaba en Estados Unidos buscando a Vulcano, un planeta hipotético propuesto durante un cierto tiempo para explicar unas cuestiones del movimiento de Mercurio que no se podían explicar y que finalmente después lo explicó la Teoría de la Relatividad”, relata Paolantonio, especialista en Historia de la Astronomía y miembro del Museo Astronómico del observatorio que funciona en el ámbito de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

El elemento químico helio fue otro de los descubrimientos logrados en la observación de un eclipse solar, antes que en la Tierra. La astrónoma García explica que, en la corona del sol, la parte más externa de la estrella, se producen una serie de fenómenos que todavía no están completamente comprendidos, por ejemplo el motivo por el cual la temperatura de la superficie solar es de unos 6000 grados Celsius, mientras que en la corona aumenta a millones de grados. “Estudiar la corona es muy importante para la astrofísica, porque conocer mejor nuestra estrella nos permite conocer todas las estrellas, y porque en la corona hay partículas y esas partículas llegan a la Tierra e interactúan con la atmósfera”, sostiene. Si bien el sol se puede eclipsar ficticiamente –aclara– “la interacción con la atmósfera y la ionósfera solo se puede estudiar si el eclipse es real”.

Vivenciar la astronomía

Paolantonio sostiene que este tipo de fenómenos naturales son una excelente excusa para promocionar la ciencia en la escuela y, con ese enfoque, elaboró material didáctico de utilidad para los docentes en coautoría con Camino, especialista en didáctica de la astronomía. Justamente este experto lamenta que la sociedad occidental “se ha desprendido del cielo” y sostiene que es muy importante que en el sistema educativo se retome su observación para comprender cómo funciona y cómo influye en nuestra actividad cotidiana.

“No se puede comprender el mundo natural si no se integra al cielo a esa dinámica, y a sentirlo y a vivirlo”, subraya el investigador y profesor de la UNPSJB, y considera que además de agregar contenidos de astronomía en el nivel primario y una materia específica en el secundario, debe fortalecerse la formación docente en esa disciplina, para que luego puedan enseñarla con solvencia. También resalta la necesidad de que la divulgación de la astronomía para el público en general no se quede en lo conceptual de los fenómenos, sino en vincularlos con lo vivencial de cada persona.

Este eclipse será una nueva oportunidad y, aun con las restricciones que impone la pandemia para reunirse, un momento para compartir a la distancia, porque, como sostiene Camino, “los fenómenos astronómicos son una fiesta siempre”.

Foto: gentileza Agustín Orejas (UNCo).