Hay una pregunta que guía todo el trabajo periodístico de Catalina De Elía y es aquella sobre “por qué la verdad de la justicia, de los fallos judiciales, de los fiscales y de los expedientes está siempre tan alejada de la verdad de la gente, de la verdad real.” Obstinada como quien quiere llegarle a fondo a un tema, la periodista ya había ensayado algunas respuestas a ese interrogante en un primer libro y ahora vuelve a hacerlo con Maten a Duarte (Planeta), una investigación sobre los detalles poco conocidos de la muerte de Juan, el hermano de Evita y secretario privado de Perón. En la revisión de las hipótesis que se manejaron en distintos momentos políticos, la autora considera que hubo una “ausencia de franqueza en todos los actores” y que “la historia no reconoció a Duarte como alguien que merecía una investigación”. De reciente aparición, su libro depertó el interés del presidente Alberto Fernández, que fue muy elogioso con él en más de una ocasión.

De Elía se acercó a la historia de Duarte en 2014 para un informe televisivo y desde entonces notó la llamativa ausencia de documentación sobre el tema en los distintos órganos del Poder Judicial. Con elementos del caso Nisman -comparación que traza la propia autora desde el prólogo del libro-, el hermano de Evita fue encontrado muerto de un disparo en la cabeza el 9 de abril de 1953 en su departamento en Barrio Norte y desde entonces hay quienes aseguran que se suicidó y quienes indican que lo mandaron a matar. Sorprendida ante el silencio en torno al caso por un lado, y sus controversias por otro, la periodista no paró hasta conseguir el expediente, que finalmente encontró en la caja fuerte del que había sido el juzgado del último juez de la investigación. Tras seis años de trabajo para intentar completar los vacíos que tenía el documento, De Elía consiguió que éste fuera archivado oficialmente y recuperado tras cincuenta años de olvido. Logro que, según cuenta la también periodista de Televisión Pública a Página/12, le genera la mayor satisfacción.

--Cuando empezaste la investigación casi no había materiales archivados oficialmente. ¿Cómo fue el proceso y qué aprendiste del trabajo de periodista con este libro?

--Fundamentalmente que el tiempo es importante, al igual que la insistencia. Yo partí con nada, estaba la película Ay Juancito y después un par de libros que usé de fuente, pero nadie quería hablar del tema ni podía consultar los expedientes porque no aparecían. Estuve seis años convenciendo a distintas personas de que se animaran a hablar, algunas de las cuales lo hicieron, pero siempre en off. En esos seis años nunca paré de insistir. Fue la curiosidad de periodista la que hizo que pudiera llegar a esto.

--Pero hubo datos que no pudiste encontrar o fuentes con las que no lograste hablar, ¿no?

--Muchísimos. La mayoría de los protagonistas no están vivos, lo cual ya fue una dificultad. Pero incluso aquellos que sí, eran reticentes a hablar. Por otro lado me hubiera encantado encontrar el expediente de la investigación completo y acceder a la supuesta carta que le dejó Juan Duarte a Perón a modo de confesión de su muerte. Lamentablemente el expediente y la causa tuvieron mucho manoseo.

Decís que es un libro que incomoda. ¿A quién?

--Al fanatismo, sin dudas. Porque es un libro que cuenta la historia de alguien que fue olvidado por la historia oficial. Imaginate lo incómodo que tiene que ser para que todavía los peronistas no hablen de un hecho que pasó en 1953, o que sólo lo hablen en off. Pero no debería incomodar, porque Duarte fue un ser humano y tendría que poder abordarse su historia saliéndose de la grieta. Aunque parece que eso es difícil…

--En el recorrido que hacés en el libro contas que, para la Justicia y el Estado, hubo tres verdades que cambiaron según los vientos de la política. Sin embargo asegurás que “la historia no reconoció a Duarte como alguien que merecía una investigación”. ¿Buscaste cierta reparación histórica en ese sentido?

----Si, fue uno de mis objetivos centrales. Por un lado aportar un pedacito de esta historia que había sido silenciada y por otro colocarlo como sujeto de derecho, como alguien que merece ser estudiado y revisado por la historia oficial y que merece que su muerte sea esclarecida. Cuando encontré el expediente hacía más de cincuenta años que estaba olvidado. Pienso que si no me proponía investigar su muerte quizás seguía ahí olvidado en la caja fuerte de un juzgado y eso me parece terrible.

--Sin spoilear demasiado, hacia el final del libro tomas una postura personal sobre este hecho histórico…

--Si, y fue una decisión hacerlo. Investigué seis años y si bien no tenía las herramientas, porque no soy fiscal y no puedo hacer hipótesis sobre algo técnico, consulté a especialistas que sí tenían experiencia e intervención en escenas del crimen y les mostré mi prueba para que me dieran su opinión. Con eso más todo lo que había leído llegué a la conclusión que llegué. Sin compararme, por supuesto, algún día me gustaría hacer un 1 por ciento del periodismo que hizo Rodolfo Walsh. Por lo menos investigar todo lo posible para que el periodismo se acerque a la verdad.

--Con todo este trabajo, ¿qué pensas de que se haga una reforma judicial, como plantea el oficialismo?

-- Creo que tiene que haber sin dudas una reforma y que además tiene que ser estructural. Lo sé desde la primera vez que pisé Comodoro Py. El tema es cómo, cuándo y de qué manera, pero que tiene que estar, tiene que estar. Además fue una promesa de campaña de Alberto, que esperemos que se cumpla. Me parece que el presidente tiene una gran oportunidad de intentar, con una reforma, que la justicia no se aleje como lo hace ni renuncie a la verdad para servir otro tipo de intereses. Esperemos que así sea.