Una gris París infeliz, llena de historias agrias y amargas, donde los asesinos son seres pequeños, chiquititos, insignificantes y sus víctimas, unos inmensos, enormes, tremendos pobres diablos. Ese es el ingrato universo en el que durante 78 novelas y 28 cuentos se movió el comisario Jules Maigret, el personaje que creó el autor belga Georges Simenon y que protagoniza una flamante saga británica de largometrajes para televisión. La miniserie puede verse a través de Internet, ya cuenta con dos piezas -Maigret Sets a Trap y Maigret’s Dead Man- y estrenará otras dos en el transcurso de este año. La reiteración del apellido del inspector en los títulos de cada entrega de la miniserie resulta un guiño a la obra de Simenon, que lo incluyó en buena parte de los títulos de sus relatos, fechados entre 1931 y 1972. El robusto y taciturno comisario inspector Maigret acaso sea el personaje más importante de la literatura policial francesa (sabrá disculpar Maurice Leblanc, pero su gran Arséne Lupin era un ladrón, y el héroe del policial ha ser, siempre, el detective y no el rufián). Y ha tenido numerosas encarnaciones en la pantalla, tanto en series como en películas de producciones francesas, inglesas, estadounidenses o italianas. 

Esta nueva versión repite el eficaz formato de otros potentes policiales británicos de este lustro, como Sherlock o Endeavour, y que consta con casos de una hora y media de duración, que empiezan y terminan en cada episodio. La incipiente saga captura celosamente el original clima áspero y ralentizado de las novelas de Simenon y tiene una particularidad en el elenco: el rol protagónico pertenece a un actor reconocido e impensado, el comediante Rowan Atkinson, célebre por su caricaturesco personaje de Mr. Bean. La extrañísima decisión de cast resulta rápidamente un acierto: Atkinson, a quien podía esperarse más cómodo en la piel de un tipo de detective más histriónico, explosivo, excéntrico, enérgico (los hay por todos lados, desde Sherlock Holmes al Robert Goren de Vincent D`Onofrio en Law & Order: Criminal Intent), de pronto sintoniza a la perfección con el espíritu grisáceo y dolido que caracteriza a Maigret. Nadie hubiese esperado que Mr. Bean pudiera convertirse tan bien en ese urbanísimo comisario cincuentón que recorre en cámara lenta los barrios sucios de París, que se mueve despacio, que siempre tiene tiempo para un bocadillo en la taberna y que en cada novela y cada investigación ofrenda largos pasajes a caminar, pensar y escuchar a los demás –tanto superiores como subordinados, testigos y asesinos– en reflexivo silencio. 

PáginaI12 entrevistó al guionista británico Stewart Harcourt, de vasta experiencia en el género policial (ha escrito guiones para series de otros detectives clásicos como Poirot o Marple, ambos sobre textos de Agatha Christie), responsable desde 2016 de adaptar los relatos de Simenon y producir esta nueva encarnación televisiva y británica del clásico comisario parisino Jules Maigret. 

– ¿Usted es consumidor habitual de series policiales? ¿Qué es lo mejor del personaje Maigret?

– Sí, soy un fanático de las historias de crímenes. Me gustan, especialmente, Georges Simenon, Agatha Christie e Ira Levin. Me encantan las historias que están escritas como un género popular, como el policial o el thriller, pero que a la vez exploran temas más amplios y profundos sobre la condición humana. Georges Simenon era el maestro de esto. Creo que lo mejor del comisario Maigret es su capacidad de vigilancia, su sentido de la observación. Es un detective que se sienta y mira y piensa y trata de comprender la naturaleza de los personajes involucrados en el caso. Él no se mueve por el hecho de seguir pistas o resolver enigmas. Él siente que entender a las personas es la mejor manera de averiguar por qué el crimen fue cometido. Tiene una gran empatía tanto con las víctimas como con los autores de los crímenes. Maigret es un humanista.

– Hay versiones de Maigret para cine o TV desde hace 50 años. ¿Qué intentó darle a éste, su Maigret?

– Al leer las novelas de Simenon, siempre me interesó el sabor duro que tienen y lo contemporáneas que se sienten. Simenon evoca un mundo de personas de escasos recursos: drogadictos, prostitutas, gángsters novatos, lo que me recuerda a policiales más cercanas en el tiempo, como, por caso, la serie The Wire. Me propuse que si lográbamos darle a la París de los años ‘50 esa clase de sensación, tan moderna, entonces podríamos encontrar algo nuevo para Maigret.

– Fue una sorpresa ver a Rowan Atkinson, después de tantas comedias, como este comisario solemne y austero. ¿Qué opinión le deja su interpretación de Maigret? 

– A mí también me sorprendió cuando Rowan Atkinson fue sugerido como nuestro Maigret, la verdad. Pero Rowan es un tipo muy inteligente y un gran fan de los libros de Simenon. Y tenía una idea clara de cómo quería interpretar al personaje. Rowan es un intelectual, es muy serio, callado y atento, un hombre de pocas palabras, y le aportó al personaje esa inteligencia silenciosa. Como muchos comediantes, cuando no está actuando no es especialmente gracioso: durante las grabaciones, él estuvo totalmente concentrado en darle seriedad y serenidad al papel.

–Usted ya ha trabajado con otros detectives famosos de la literatura, como Miss Marple o Hércules Poirot. ¿Qué diferencias encuentra entre ellos y Maigret? 

–Todos tienen diferentes maneras de resolver los crímenes. Poirot es un detective muy activo, que corre en busca de pistas, mientras que Maigret espera y observa el desarrollo de las cosas. Creo que Maigret es mucho más realista que Poirot o Marple, no depende de una deducción inteligente y genial para resolver los casos, sino que simplemente trata de averiguar por qué se cometió un crimen y luego confía en que esa lógica revelará al asesino. En sus novelas, Simenon utiliza realmente muy pocas pistas y casi ninguna maniobra de distracción, sino que se ocupa de la psicología del delito. En muchos aspectos, está más cerca de un escritor como Camus que de Agatha Christie, porque escribe sobre personajes dañados a nivel existencial, sobre hombres y mujeres que están atrapados por su entorno y que luego estallan de una manera violenta y destructiva.