Antonela González hizo residencias artísticas vinculadas al teatro en la India, participó de un festival internacional de mujeres en escena en Brasil, y sus fotos se expusieron el año pasado en Irán y el año próximo estarán en Ghana. Pero ninguna de esas experiencias se igualará con haber vuelto al país en un Hércules de la Fuerza Aérea Argentina después de haber quedado atrapada en el Cusco durante el anuncio de la cuarentena.

"¡El miedo que tuve cuando escuché rugir los motores de ese avión!", recuerda la santafesina de 30 años, quien había viajado en marzo a Perú con una beca del Fondo Nacional de las Artes para participar en un laboratorio de dramaturgia que quedó trunco. "Pero igual me sirvió para hacer red con artistas latinoamericanxs maravillosxs", reconoce la polímata del litoral argentino.

La puerta de entrada a las artes expresivas fue por el teatro. Primero con talleres, luego una tecnicatura y más tarde la licenciatura, hasta que en 2013 co-fundó Pájaros Volados, su propio grupo. Ahí actuó, dirigió y también se dedicó a la iluminación teatral en las nueve obras realizadas por el colectivo.

Pero en el medio de su formación académica y actoral apareció otra inquietud; la que terminaría llevando su obra por el mundo (con o sin ella, según las pandemias): "El teatro es una pasión por la que me formé y a la que quisiera dedicarme toda la vida, pero en 2016 apareció la fotografía como una compañía", dice. "Primero probé con una cámara digital, luego el celular y la semiprofesional después. Ingresar en el mundo de la imagen fue una tarea intuitiva y autodidacta. Pero vivo mis dos disciplinas en la búsqueda del cruce permanente, estando ahí, en el entre."

La lente en el rostro ajeno

Antonela se considera una artista interdisciplinaria y lo explica muy claramente: "Busco en la foto y videoperformance una mixtura más clara entre la escena y la fotografía, encontrando la posibilidad de realizar una acción para la cámara y luego compartir esa obra en formato fotográfico". Como una puesta en escena al servicio del flash.

Su proyecto fotográfico se llama Rizoma Ph. "En general, fotografiaba mucho en marchas o en viajes, lo cotidiano, y también a animales. Mi mirada se volcaba casi siempre a los rostros, sobre todo de la niñez, la espontaneidad y los detalles. Rizoma Ph surge como el título apropiado para esta característica de mi mirar, sin un rumbo muy fijo ni demarcado, más bien instintiva, enraizando de manera libre, brotando en tierra fértil sin demasiada preocupación por lo anterior ni por seguir una línea de trabajo estricta", describe.

Su obra Súplica fue la depuración de todas esas ambiciones, y también pura expresión política: queriendo hacer algo vinculado al ecocidio y las quemas ambientales en el teatro (pero sin poder "bajarlo a tierra para que la puesta en escena sea realizable", dice), encontró la salida en la fotoperformance, donde utiliza al cuerpo femenino como metáfora de la naturaleza y del maltrato a ella (a ellas, claro está).

"Mi posición es política porque, además de que lo personal es político, creo que el arte es una herramienta de transformación social. No digo que todxs lxs artistas tengan el deber de pensar de esa manera, pero yo sí lo hago. El arte por mero entretenimiento no me atrae demasiado como espectadora, y menos aún me provoca generar contenido sin una línea, sin un concepto claro, esté o no explícito en la obra final", banca. Y amplía: "A veces el argumento político está en el proceso".

Héroes y heroínas

Un ejemplo indiscutible: a partir de un programa transdisciplinar de la Universidad Nacional del Litoral que congregaba artistas de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, con su grupo Les Subfluviales comenzaron a problematizar la monumentalización: quiénes son dignos de tener un monumento y quienes no según la historia, los gobiernos y las sociedades.

"En la costanera de la ciudad de Santa Fe tenemos una estatua de unos ocho metros de alto a Carlos Monzón. Ganó títulos en el deporte que practicaba, el boxeo, pero también asesinó a Alicia Muñiz. Quienes tomaron esa decisión sabían que, además de campeón, también era un femicida. Para nosotros era necesario que quedara explicitado, así que le colocamos una placa que decía 'Al campeón mundial y femicida Carlos Monzón'. Por supuesto, no duró pegada ni tres horas."

Como sea, su obra fotográfica quedó seleccionada para una muestra en un festival realizado en octubre del año pasado en Lorestán, territorio histórico de la cultura persa en Irán. Y también para una residencia en agosto del 2021 en Kumasi, la ciudad más poblada de Ghana, aunque ella debe costearse los gastos del pasaje.

En marzo de 2019 había estado en la India, experiencia que la sacudió rotundamente. "Desde lo simple de elegir probar una comida diferente hasta cuestionarme mis privilegios como mujer de occidente en comparación con la vida de las indias, nuestra lucha feminista que tantos y tan pocos pasos ha dado (¡y cuanto que nos falta por conquistar!). Y cómo en el otro extremo del planeta cosas que nosotras damos por sentadas allá no tienen si quiera estatuto de existencia." Viajó como actriz a una residencia de formación integral que incluía desde teatro, danza y yoga hasta bordado. "Definitivamente volví diferente… y creo que eso es muy bueno", evalúa.

Susana del subdesarrollo

La vuelta de Perú la dejó completamente manija de subirse a un escenario, cosa que hasta el momento no pudo hacer. Pero eso la abrió hacia una experiencia que nunca había probado: la actuación mezclada con el periodismo en televisión. ¿Cómo? Con La noche de María Amelia, un programa que se emitió por Canal 5 de Santa Fé (también por YouTube), en el que Antonella "hace" de entrevistadora (un arte difícil, qué duda cabe) pero cometiendo errores adrede. El ciclo fue declarado de Interés Cultural por la Cámara de Diputados provincial.

"Claramente no estaba en mis planes al iniciar este año, fue de esas cosas producto de la serendipia que no podés dejar pasar", jura Antonella. "Nunca había entrevistado. Es más, ni siquiera consumo programas de ese estilo, pero esta 'Susana del subdesarrollo' me instó a investigar el género para poder llevar adelante la propuesta."

Junto a Maru Chianalino, la productora, buscaron referencias en esa línea y aparecieron desde Boluda total hasta las entrevistas fallidas de Susana Giménez, pasando por Peter Capusotto y sus Videos. También estuvieron viendo mucho a Gasalla, particularmente el sketch de Barbara Don't Worry. "Queríamos generar un ambiente distendido para que él o la invitada nos contara sus experiencias en confianza."

Sin quererlo ni esperarlo, el ciclo televisivo terminó siendo su actividad pública central de 2020. ¿Y también de 2021? "Esperamos que haya una segunda temporada, veremos qué dicta el próximo año."