Murga y No sólo murga. Lo murguero más puro y lo que tiene más de juglaresco. Así divide su obra Ariel Prat, aunque las facetas son permeables y muestran más de un punto de encuentro. Más exacto sería decir que así las presenta, divididas en dos fechas en las que, dice, se dará el gusto de invitar muchos y buenos amigos. Serán mañana y este sábado, siempre a las 21, en la sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037), con dos formaciones distintas y, efectivamente, muchos y buenos músicos.

En Murga, el de mañana, la rítmica será la anfitriona y la banda comandada por el Bersuit Juan Subirá en piano, acordeón y coros, la encargada de hacerla lucir. Miguel Suárez en bajo, guitarra y coros, Martín Hernández en armónica, Alejandro Caraballo en bombo de murga y coros, y el también Bersuit Mariano Campoliete en guitarra y coros, tendrán la responsabilidad. Junto a ellos, músicos invitados como Martín Serrano, Claudio Bierschuvall, Facundo Dima y Nicolás Pérez, más los bailarines Aldana Mezzano y Matías Vera.

Para el sábado, en No sólo murga, Prat prepara canciones que abarcan balada urbana, rock, milonga, pop y, claro, murga, tal vez como una constante, aunque ubicada más en primer plano o más como fondo de escena, según los casos. Y con Hernán Kallis en guitarra y arreglos, Martín Hernández en armónica, Alejandro Caraballo en percusión y coros, Mono Hurtado en contrabajo y Verónica Bellini en piano. Ambos shows, auspiciados por el Instituto Patria.   

En esta misma sala, pero en 2015, Prat grabó el disco No solo murga, que “no quiere decir Algo más que murga”, aclara. “La murga está presente siempre, pero me doy la libertad de hacer desde ‘Imágenes paganas’ de Virus hasta ‘Romance para un negro milonguero’ de Zitarrosa en versiones personales. Lo que hoy se llama covers, que yo prefiero pensar como canciones que me identifican. pasadas por mi experiencia y mi sentimiento”, define. Lo que se sale de lo estrictamente murguero, entonces, es la esencia rítimica, pero la murga siempre está, también en la poesía. “Sin ir más lejos, en ‘Las pibas de Urquiza’ hablo de una noche de verano Carnaval en un corso de Villa Urquiza”, grafica el cantautor.

–¿Y por qué tuvo la necesidad de diferenciar estos dos perfiles?

–El público en los últimos años se fue renovando. A partir de que mis colaboraciones con Bersuit se hicieron más frecuentes, entró un público que me conoce desde hace quince años, y yo tengo una trayectoria de casi treinta. En esa trayectoria entra La Houseman René Band, más ligada a sonidos más rockeros, en los que también entraba la murga, pero iba más a mi parte juglaresca que a la rítmica murguera. También había una necesidad mía de mostrar eso que en España mostraba más, porque muchas veces tocaba solo con la guitarra. Allá estuve yendo y viniendo durante mucho tiempo, hasta que en 2002, aprovechando una gira y la debacle de este país --que me aterroriza ver que se puede repetir--, me hizo quedar allá. Estuve con un pie allá y otro acá hasta 2011, cuando volví. 

–¿Y si tuviera que marcar un punto de unión en su obra?

–Lo que no dejo nunca de lado, y espero no perder, es la mirada curiosa, atenta a lo que me puede sorprender en cualquier esquina. Hace unos días, caminando, me puse a escuchar una conversación entre un chico y una chica que salían del colegio. Y de ahí salió el tema “Yo te como, vos me das”, todavía inédito. Es lo mismo de siempre, pero cambian los códigos, las palabras... Lo que me llamó la atención es la naturalidad con la que un pibe y una piba hablaban de sus cosas sin tener onda entre sí, como amigos. Estas cosas con una chica yo no las hablaba jamás a esa edad. Más allá de la lacra del machismo patriarcal y lo que sabemos que provoca, hay ciertos aspectos en que se puede ver un crecimiento. Hay que estar atento y saber escuchar, saber ver. De ahí salen las canciones. 

–Y en cuanto a lo social, ¿qué tiene para decir el murguero y el juglar en este momento?

–Hay temas que todavía no grabé, pero se pueden encontrar en las redes; “No me digan” está dedicado a Cristina, aunque no se aclara y puede ser escuchado como una canción de amor, que es lo que es. “La murga del Flaco” es un recuerdo de Néstor. 

–Le habrán dicho entonces que está “muy politizado”...

–¿Y quién no? No hablar de política es una política. Yo toco para toda la gente, sabiendo que no todos tienen por qué pensar o sentir como pienso yo. Pero sí saben que lo que hago, lo siento. No es producto del marketing. El artista se expone, es inevitable. Y así como le canto a la pelota o a Messi, me provoca emoción una figura como la de Néstor. Hay cosas que no voy a dejar nunca por cuidado o conveniencia, aunque entiendo que otro lo pueda hacer. Y entiendo que de algunos lugares no me llamen a cantar, forma parte de las reglas de juego. Hasta entiendo los ataques que recibo de trolls y de algunos no trolls. Pero a mí las canciones no me las escribe nadie y tengo la libertad de hacer todas las que quiera y sienta. Yo no sé si la gente que adhiere al modelo actual puede hacer canciones a la policía que le pega palazos a los maestros. Yo le canto a un señor que bajó los cuadros.