Sentada solemnemente en un estudio de París junto a Jarvis Cocker, o bailando vestida de King Kong en un lúgubre antro de Santiago de Chile. Cantando con vehemencia acerca de un bosque florido o improvisando rimas sobre el plebiscito para cambiar la constitución de su país, Daniela Saldías, alias Dadalú, se ha convertido en una de las voces más originales de la música chilena.

Rapera extraña adorada por la escena indie, y personaje más bien marginal, acaso non grato, en el mundo del hip hop ortodoxo latinoamericano, cuenta Daniela Saldías que cuando era una adolescente grunge en los años 90, se impresionó con una frase de Kurt Cobain que decía así: en vez de gritar por mí, las chicas deberían tomar una guitarra y tocarla. Aunque en vez de las guitarras, Daniela se quedó con los sintetizadores, con los micrófonos y sus rimas anárquicas, y a principio de siglo, se convirtió en Dadalú, la MC de Colectivo Etéreo, una colorida banda de hip hop muy poco convencional: mientras sus pares defendían a sus pandillas, ella hablaba de su jardín interior, de las hamburguesas de queso, de la menstruación y de su vínculo sentimental y político con una sociedad chilena que se le presentaba a la vez fascinante y violenta. Mientras muchos raperos se empaquetaban con zapatillas de marca, ella aprendía a bordar arpilleras o disfrazaba a su banda de frutas, de brujos, con lycras o con ropa tradicional de la isla de Chiloé. Y mientras su escena hiphopera se engolosinaba con las peleas de gallo, ella montaba voluptuosos shows experimentales mezclando bossa, grunge, pop y rap, con escenografías y temáticas especiales que no se parecían a nada visto antes en la comunidad de su alargado país. “A mi me gustaba mucho el rap, pero no me sentía muy identificada con el rap más mainstream o convencional, es decir, gente cantando sobre ser bacanes ellos mismos o repitiendo palabras que no significaban nada para mí como “mi lírica”, “mi rima” o “yo represento”, o bla bla bla”, dice Dadalú, desde Santiago de Chile, donde contesta el teléfono para hablar de El mapa de los días, su nuevo disco de larga duración, un trabajo que como ella, parece haber tenido varias vidas: antes de llegar a lanzarse fue postergado por un levantamiento social multitudinario, por un plebiscito nacional y por una pandemia mundial.

Foto: Guido Peric

Además de rapera inquieta —ahora al frente de su proyecto solista— Dadalú, de 38 años, conduce El programa supersecreto, que se transmite por YouTube, donde explora la escena musical chilena más marginal, ha colaborado en discos de consagrados como Gepe y nuevas voces como Zita Zoe y ha sido titiritera en proyectos vinculados a la productora del mega hit para niños (y adultos) 31 minutos. En el 2018, Dadalú fue una de las ocho personas del mundo seleccionadas por Chilly Gonzalez para participar en el primer Gonzervatory en París, es decir, una serie de clases maestras comandadas por el artista junto a estrellas como Peaches, Jarvis Cocker o Fred Wesley, con un concierto de presentación final donde se la puede ver a ella exultante, tocando, entre varias ocurrencias, un excéntrico solo de bongos en cámara. “El objetivo de todo el programa era el de concretar ideas en vez de buscar la idea maestra. Confiar en ti, en tus primeros instintos. Eso me marcó mucho”, confiesa Dadalú, que parece ser un torrente constante de ideas, y que a propósito de esa experiencia, el año pasado armó su propio programa de disciplina musical a la manera del clásico Inktober de los dibujantes, es decir, un desafío que invita a hacer un dibujo —en su caso, componer una canción— todos los días durante el mes de octubre.

El problema es que para los chilenos, el octubre pasado no fue como cualquier octubre. Y cuando el día 18 explotaron las manifestaciones sociales más multitudinarias de su historia, Dadalú, que no para de hablar casi nunca y suele tener muchas bandas a la vez —incluso una llamada Chica King Kong, formada en homenaje a Virginie Despentes, donde se disfraza de mono— esta vez, se quedó absolutamente muda: “Estaba en estado de shock, no podía hacer nada. Crecí en los años ochentas y se activó en mí un miedo de infancia parecido al de la dictadura”, cuenta ella, que en vez de continuar a paso ligero con el brote de sus canciones diarias que se convertirían en disco, entró en un estado de recogimiento creativo. “Creo que en ese momento, nuestras vidas, toda nuestra cotidianeidad, se detuvo. Tenía un poco de resquemor también con algunos clichés. Siento que algunos músicos hacen carrera con esos discursos políticos y yo no quería apropiarme de ellos para tener más clicks. Caminar por el barrio y ver barricadas, o ver en la televisión los saqueos en vivo, las quemas del metro, daba mucho miedo pero al mismo tiempo era algo que yo anhelaba mucho que pasara. Antes, veía a mis amigos, mis mismos pares, aceptando una forma de vida tan indigna que me preguntaba ¿Cuál es el límite de todo esto?”, confiesa ella.

Un año después de las manifestaciones, ahora en medio de una tragedia sanitaria, a Dadalú también le pasaron varias cosas. Volvió a salir a la calle, se empapó del optimismo del plebiscito y a propósito de eso escribió canciones tan rabiosas como sentimentales. Tocó en aislamiento, por streaming, en la cima de un rascacielos, junto al grupo performático Las Tesis, para festejar el aniversario de un año del himno Un violador en tu camino que en 2019 convocó a cientos de mujeres en el mundo, y como si fuera poco, tuvo Covid 19 en medio del desconcierto de la primera ola. Aunque durante esa convalecencia, también empezó a cocinar su nuevo emprendimiento: un proyecto de historias pandémicas sobre confinamiento y enfermedad que escribió basada en experiencias de sus amigos y las propias. Para finalizar el año, y ya recuperada, Dadalú se reencontró con esas canciones de octubre pasado que parecían de un mundo ya muy lejano, y las transformó en El mapa de los días, el disco que ahora presenta: un disco con edición norteamericana bajo el sello Cudighi, que mezcla canciones de rap en clave de pop flotante, existencialistas y cargadas de una energía premonitoria, que en sus palabras son “fáciles de imaginar como singles de alta rotación en las plataformas digitales de un universo paralelo”.