Cuando aún está resonando en los medios y en las redes la convocatoria de #NiUnaMenos a la marcha por Micaela, otra noticia sobre la violación y asesinato de una niña, Silvina Núñez, de tres años en San Francisco Solano nos vuelve a conmover.

El 23 de marzo también fue encontrada asesinada Florencia Di Marco, de 12 años, en la provincia de San Luis.

También supimos que el presunto asesino de Micaela Sebastián Wagner también acosó a una amiga de su hijastra de 13 años.

No hay respiro, estamos asistiendo a una escalada de violencia hacia niñas, niños y adolescentes que no tiene precedentes.

Según un informe de la Casa del Encuentro y Fundación Avón, desde 2008 hasta hoy fueron asesinadas 329 chicas entre 16 y 21 años. Muchas de ellas tenían hijos, por lo que 125 niñas y niños se quedaron sin madre. Más de la mitad de esos chicos tenían menos de 2 años, es decir que eran bebés cuando sus madres fueron asesinadas.

En los casos de Florencia y Silvina, las madres de las niñas han sido detenidas acusadas de estar al tanto de la situación.

Por supuesto que en cada caso hay que conocer muy bien los hechos. En varias oportunidades cuando los abordamos desde los equipos profesionales surge un abanico de cuestiones que atender. Por eso las políticas deben ser integrales y universales.

La violencia azota de manera terrible, socava la dignidad y muchas veces mujeres y niños son víctimas.

Esta creciente violencia es un portavoz de lo que hoy somos como sociedad.

Cuando una niña o niño es asesinado nos preguntamos cómo y qué falló: si no escuchamos las alertas, si somos sus vecinos y no llamamos a las líneas de ayuda, si estaba en el colegio y no funcionaron los protocolos, si iba al club y no tuvo contención, si pasó por el sistema de salud y alguien no advirtió, si no tuvieron un acceso adecuado al sistema de justicia.

Si repasamos todos los lugares donde los niños tienen su hábitat y su centro de vida nos damos cuenta de que prevenir es un hecho colectivo. No hay que tener temor, hay que alertar, hay que acudir a las líneas de ayuda si sospechamos que alguien está siendo víctima.

Sabemos que el derecho a ser oído es uno de los derechos fundamentales en la vida de las chicas y chicos y que cuando está garantizado y se ponen en funcionamiento mecanismos de protección, muchas de estas tragedias se pueden evitar.

Todas estas cuestiones nos interpelan desde nuestro lugar de responsabilidad. Desde el Ministerio Público Tutelar de la ciudad estamos ampliando nuestra Red de Oficinas Descentralizadas para garantizar el acceso a la Justicia.

También queremos poner foco en el manejo mediático de los casos que involucran a las chicas y chicos. En pocos días haremos llegar a los medios de comunicación una serie de recomendaciones en el manejo de este tipo de información y pediremos específicamente que las noticias que involucren a niñas, niños y adolescentes en situaciones de violencia se cierren a comentarios de los lectores.

La violencia no distingue nivel socioeconómico, ni género, ni a una franja etaria. Es común a todos y sólo mancomundamente podemos ponerle un freno.

* Asesora general tutelar de la CABA.