El poder económico tiene, de vez en cuando, eslabones sueltos que marcan alguna diferencia posible con el pensamiento histórico del empresariado argentino. En octubre del 2019, Antonio Aracre, ceo del gigante agroindustrial Syngenta sorprendió a todos al participar del lanzamiento del Plan contra el hambre de Alberto Fernández. Lo que le costó críticas de un sector con enfrentamientos clásicos con el peronismo. 

Bicho raro en el Círculo Rojo, hace unos días visitó el ministro de Economía, Martín Guzmán, y blanqueó el encuentro con una foto en Twitter. En la entrevista con Página I12, reclamó, precisamente, sincerar la economía y las relaciones de los ceos con la política. "Sería bueno que las entidades que nos nuclean, como IDEA o AEA, puedan hacer una autocrítica más específica sobre el rol que no tuvimos, o el espacio que dejamos un poco vacío en los últimos años". Y agregó que "no creo que existan muchos otros sectores con peor imagen que el empresariado. Y la tenemos un poco merecida". 

En el terreno de la política, contó las complejidades de relacionamiento en la era Cambiemos y habló del gobierno: "Está haciendo intentos denodados por acercarse al sector, y yo los veo sinceros", expresó.  Sobre el caso Vicentín, aclaró que "el juez se demoró mucho en intervenir la compañía". Esgrimió además una posición sobre el lobby empresario contra la baja de tributos como condición para una recuperación. 

-A un año del gobierno, ¿en qué situación se encuentra el sector agropecuario?

-El campo es un sector muy dependiente, por un lado, de las regulaciones gubernamentales pero también del mercado, porque los commodities tienen precios que están bastante poco influidos por el mercado local. En ese contexto, la verdad es que fue un sector bastante beneficiado por la pandemia. Primero porque fue considerado esencial y eso fue muy bueno. La segunda cosa es que cocinar y comer fueron las actividades que la gente siguió haciendo en sus casas, como un paliativo al encierro. Por todo esto, son mercados que no han caído en el mundo. Hubo, sí, algunas cuestiones operativas, como pasar de una provincia a la otra, que generó preocupación.

-Usted habla del “campo”. ¿Eso existe hoy como una unidad? A la luz de los hechos, parece haber diferencias políticas y hasta de modelo de país dentro del agro. Sobre todo en el sector primario. 

-La gestión primaria tiene una presión fiscal que ha sido tradicionalmente alta, vinculada a las retenciones. Durante el período de Macri se las intentó bajar y en algunos años se las bajó, pero no tanto a la soja. Finalmente, un año antes de terminar el mandato tuvieron que volverlas a subir porque la situación fiscal era crítica. Todos los gobiernos quisieran fomentar las exportaciones y no penalizarlas, pero a la hora de hacer política económica se encuentran con la dificultad de la realidad fiscal. Y en ese equilibrio, no siempre se favorece a un sector que debería tener más incentivo.

-En la otra esquina, el Gobierno y la agroindustria se acercaron vía un diálogo sectorial con el Consejo Agroindustrial. Con eso se puso en cuestión qué tipo de campo debe tener Argentina, si primario o con agregado de valor. ¿Cuál es el suyo?

-Es importante entender que Argentina tiene una ventaja competitiva fantástica en producir commodities de una manera híper eficiente, eso nos permitió tener una buena cantidad de exportaciones, acumular divisas, vía retenciones mejorar el panorama fiscal. Pero hay una posibilidad de hacer de eso algo mejor que una producción masiva y eficiente de commodities. Me refiero a una integración vertical hacia la agroindustria, que es produciendo carnes, alimentos, servicios de agricultura de precisión, exportando biotecnología, que permitiría generar mayor cantidad de inversiones y empleo. Por eso me cuesta entender por qué hay una grieta entre industrialización y producción primaria del agro, cuando una debería ser consecuencia de la otra.

-Podría decirse que esa grieta en el sector también la produjo el propio sector. Un caso, cuando la Mesa de Enlace se quejó del diferencial que el Gobierno otorgó para exportaciones con valor agregado.

-Es que no hay una mirada uniforme de las cosas. Cuando se producen esas diferencias, el sector más vinculado a la producción primaria siente que está subsidiando al sector industrial. Quizás, un poco de eso pueda estar pasando, pero cuando un gobierno hace política económica, lo que realmente está haciendo es mirar las potenciales ventajas que puede darme la economía en crecimiento del PBI en los próximos diez años y cómo hago para sustentar los estímulos adecuados. Y puede ser que, en ese proceso, no todos los sectores cuenten con los mismos estímulos. A veces me da la sensación que politizamos demasiado todo.

-En paralelo a lo que cuenta, en esta politización del campo, el sector recibe críticas de la opinión pública como casi ningún otro en el establishment. No tiene una imagen positiva como, por caso, la industria. ¿A qué lo atribuye?

-Partiendo de una generalización, es en buena parte culpa nuestra. Sabemos muy bien tener un conversatorio interno, en un congreso o en una reunión de trilla. Hay un lenguaje común, una empatía de uno con el otro, pero es muy difícil para la gente del agro entablar un debate con sectores ambientalistas, urbanos, que son más ácidos, más críticos, interpelan y cuestionan. En los últimos dos años intenté romper eso y vincularme con sectores más ariscos con nosotros. Y claro que no es fácil, pero encontré en muchos una capacidad de abrir las orejas, incluso en ambientalistas. Nuestro sector peca de soberbia, dice que la gente urbana no entiende de esto y que no se van a molestar en explicárselo. Y eso conspira contra un entendimiento. El 70 por ciento de los productores no son dueños de la tierra que están trabajando, entonces cuando vos decis “el campo” ¿de quién hablamos? ¿del productor que se levanta a las 7 de la mañana, siembra y cosecha? ¿O del dueño que nada tiene que ver con la producción, y que tiene un campo como otra gente tiene un departamento? Hace poco salió un estudio que nos daba unos resultados espantosos de la percepción de la sociedad sobre nuestro sector, y no te podés quedar diciendo que no lo merecemos.

Todos sabían de Vicentín

-Recién mencionaba la consideración sobre el campo. ¿No cree que casos como el de Vicentin, más allá de las idas y vueltas del Gobierno con el asunto, también contribuyen a una mirada negativa al sector?

-Si a una semana del anuncio sobre Vicentin hacías una encuesta sobre la opinión del campo, te hubiese dado un 80 por ciento de gente enojadísima porque se habían quedado con sus granos o su dinero. A nosotros mismos nos pasó. Nunca recuperamos el dinero, les entregamos granos en canje y con esos granos lo vendían a algún trader para exportar. Y luego bastó que se planteara una expropiación para que haya un cuestionamiento a la propiedad privada y un abroquelamiento de defensa hacia Vicentin, tapando el problema real.

-¿Qué hubiese hecho Usted con la aceitera?

-A mi juicio, el juez se demoró mucho en tomar la decisión de intervenirla. Un veedor es algo muy distinto a un interventor. Un interventor toma la ejecución en beneficio de las partes más débiles. No protegió a los sectores más vulnerables. La otra opción hubiese sido correr al directorio y darle potestad a un organismo estatal o conjunto de acreedores que hubiesen ejercido la dirección, pero eso el juez nunca lo quiso tomar.

-Por lo que dice, todo el sector sabía que Vicentín tenía problemas serios…

-Sí, no me cabe duda. Pero eso no quiere decir que no se hubiese podido salvar con alguna reconversión de sus activos. Decir que se iba a rescatar una empresa emblemática de Santa Fe, hubiese sido más interesante que plantear la expropiación.

Alberto, Macri y la autocrítica

-Si tuviera que evaluarlo en perspectiva, ¿qué diferencias encuentra en la relación con el Gobierno de Fernández y la que tuvo con Macri?

-Tal vez no sea yo tan representativo de lo que piensa todo el sector, pero en el período anterior me costaba mucho que un ministro me pudiera recibir si tenía que plantear algún problema. Tampoco me fue posible tener una reunión con el ex presidente Macri, a pesar de haberla pedido. En el caso de Alberto, pedimos una reunión y tuvimos comunicaciones con algunos de sus ministros, porque tuvimos algunas dificultades que pudimos resolver planteando y hablando. Lo que encuentro en este gobierno no es que siempre coincide con lo que uno plantea o le lleva, pero tiene capacidad de escucha e interés en resolver los problemas. Respecto al sector, haber montado una mesa de consenso agroindustrial con una participación tan masiva tiene un mérito enorme, justo cuando a Argentina le cuesta sentar a sectores que piensan diferente para acordar algo. 

-De todos modos, se sigue hablando de Cambiemos como un gobierno pro campo…

-El Gobierno de Macri bajó las retenciones y las mantuvo bajas durante tres años, y me parecía algo muy positivo. Pero esto de la imagen más pro campo fue más por contraste, de un sector que se veía enfrentado al peronismo post 125, y llegaba un presidente que le hablaba con otro lenguaje y tuvo un gesto. El de Alberto está haciendo intentos denodados por acercarse al sector, y yo los veo sinceros. Me parece que tenemos que hacer, de los dos lados, todo por acercar las partes.

-Cuando hablan los empresarios, se les pregunta casi siempre por su crítica a la política. Se lo hago al revés, ¿en estos escenarios de conflicto, qué responsabilidad tiene el establishment?

-No creo que existan muchos otros sectores con peor imagen que el empresariado. Y la tenemos un poco merecida. Porque más allá de que trabajamos honestamente, el nivel de participación y exposición que estamos dispuestos a tener, es bajo. Y eso no contribuye a mejorar nuestra imagen personal y corporativa. Tenemos que hacer una autocrítica, yo siempre la hago. Sería bueno que las entidades que nos nuclean, como IDEA, como AEA, como la UIA, puedan hacer una autocrítica más específica sobre el rol que no tuvimos, o el espacio que dejamos un poco vacío en los últimos años. En Brasil, por caso, el empresariado es mucho más activo y participativo en las cuestiones más importantes de la vida de la república. El lobby está bueno y es la forma que las empresas tienen para influenciar políticas económicas, pero hay que ser más transparentes. Si un sector industrial se reúne con el ministro de Economía, debería ser una conversación publica, hay que sincerar la economía.

Que paguen los que más tienen

-Hay una muletilla en el Círculo Rojo que es la baja de impuestos. Lo manifestó Paolo Rocca, de Techint, hace unos días. ¿Es tan central el asunto de los impuestos es ya es un cliché?

-Te voy a contestar más filosóficamente. Creo que para funcionar una sociedad necesita cobrar impuestos. A Argentina le pasan dos cosas: una, que tiene impuestos malos, de Ganancias se recauda muy poco, y debería ser el más importante, como lo es en el mundo. En cambio, el IVA se les cobra a todos por igual, eso está mal.

-Propone subir un impuesto de Ganancias cuando el empresariado se negó a un aporte por única vez para paliar los efectos de la pandemia.

-Necesitamos una reforma tributaria que ponga impuestos progresivos y baje los regresivos. Y más eficiencia en la recaudación. Si vas siempre a golpearle la puerta a los mismos y dejas que por otro lado se eluda… . Que paguen todos los que tienen que pagar. Respecto a grandes fortunas, no es un buen impuesto cuando vas a tener juicio porque lo cobras en bienes personales. Además, las grandes fortunas tienen mecanismos sofisticados y nunca les llega. Es mucho más eficiente apuntar al flujo rentario que al stock de capital, que es a lo que vos tenés que seducir.

-Una última. ¿Le parece lógica que el planteo de menos impuestos sea una condición para salir o no de la crisis? Los ceos suelen pedir que les bajen impuestos para luego invertir.

-Soy escéptico de esas decisiones. Es muy riesgoso en un país que es tan dependiente de su salud fiscal, pedir que pongamos en riesgo el equilibrio fiscal bajando impuestos para lograr un crecimiento económico. Lo que más me gusta de Guzmán es que es un tipo equilibrado y cauto. Si fuera por mí, pondría incentivos crecientes de crecimiento de impuestos asociados a los crecimientos de la economía y los sectores.