UN FILM DRAMATIQUE 7 PUNTOS

Francia, 2019

Dirección: Éric Baudelaire

Duración: 114 minutos

Intérpretes: David Pop, Anida Ait Abdelessam, Fatimata Sarr

Estreno en Mubi

Presentada en los festivales de Locarno, Toronto y Mar del Plata, Un film dramatique testimonia el acento puesto por el cine francés en la escuela pública. El documental dirigido por Éric Baudelaire es producto de una cultura (y un Estado) que va en línea contraria a la del neoliberalismo, que en Argentina acaba de llegar a un límite con el abyecto proyecto de la Gobernación de la Ciudad de Buenos Aires, de permitir postulantes a una escuela del Estado sólo si previamente fueron rechazados por alguna privada. Lo cual implicaría poner en acto la famosa idea de “caer” en la escuela pública. 

Animado por esa puesta en valor, el cine francés brindó en las últimas décadas films como Todo comienza hoy, Ser y tener, Entre los muros y La vida escolar. El film de Baudelaire tiene, sin embargo, un carácter distintivo, que la convierte en algo cercano al experimento: está filmada por los propios protagonistas, chicos de entre 11 y 15 años que cursan en un colegio de las afueras de París. No es estrictamente la primera vez que esto sucede en el cine reciente (poner la cámara en manos de sus protagonistas equivale a poner los medios de producción en manos de los excluidos), pero es posible que Un film dramatique sea la película que hace de esta idea un sistema íntegro. O eso es al menos lo que se da a suponer.

“Libertad, Igualdad, Fraternidad”, se lee en la entrada del Instituto Dora Maar, en el barrio parisino de Saint Denis. Las premisas que desde hace más de tres siglos rigen la sociedad francesa (aunque más no sea en términos ideales) guían también la realización de Un film dramatique. Contando con la guía de Baudelaire (por algo finalmente figura él como realizador, y no todos, aunque los créditos iniciales lo consignen así) y con el precepto de filmar su vida cotidiana, los protagonistas llevan la cámara de casa a la calle y de la calle al colegio. Se discute qué clase de película filmar (¿un documental, una de superhéroes?) y durante el propio rodaje se duda sobre qué clase de película se está filmando. ¿Cómo puede ser un documental, si no tiene voice over (aunque la tiene) ¿No será acaso un drama, porque un día les falló el sonido? 

Baudelaire evita trabajar sobre el espacio dramático que signaba las películas precedentes, el del aula en horas de clase (puede rastrearse allí otro signo de que la película está filmada por los chicos, pero no tanto), para hacerlo en los pasillos de la escuela o en espacios reservados al debate. Esto da lugar a uno de los momentos más ricos de la película, cuando los chicos hacen un análisis de la política francesa, calificando a Marine Le Pen de racista, desarticulando el prejuicio que convierte a toda piel oscura en sospechosa y reflexionando sobre las condiciones de la ciudadanía.

Pero Un film dramatique es también un film metalingüísticp, en la medida en que durante su desarrollo los protagonistas van adquiriendo necesariamente los rudimentos de la gramática cinematográfica. La estabilización de la cámara, el encuadre, el uso de la luz y el sonido, el fuera de campo, el derribo de la “cuarta pared”, el montaje. A la vez y de modo casi inadvertido, los participantes de la experiencia incursionan en varios de los modos que caracterizan al cine documental: la forma expositiva, en la que una voz en off sirve de guía a las imágenes, la entrevista, el cine directo, el cruce entre el documental y la ficción en una reconstrucción a la vez ingenua y aterradora del ataque contra la redacción de Charlie Hebdo

Pero a la vez el de los chicos no deja de ser proto-cine, en tanto aún no confían del todo en las imágenes, viéndose obligados a “explicarlas” en off. Salvo un momento, sin duda el más elocuente, en el que la Torre es filmada desde una distancia que representa la que los vecinos de Saint Denis tienen con respecto al centro mismo del poder francés.