El resultado todavía no está, pero Mayra Fernández (29) ya llora: “Esto se lo vamos a contar a nuestros hijos, a nuestros nietos”. No puede parar de saltar; alza una foto de Néstor, Cristina y Maradona; grita eufórica toda vez que la vicepresidenta aparece en pantalla. “Esto es historia”, define una de sus amigas. Es esa la evidente sensación colectiva. Esta noche de luna llena, esta madrugada de un diciembre tan extraño es historia. Minutos después, los ojos de Mayra y los de la multitud clavados en las pantallas ubicadas en los alrededores del Congreso, abucheos al último orador, José Mayans –“fuera macho fuera”, le cantan-, y a las 4.12 los abrazos, los gritos y más lágrimas.

Por primera vez, el clásico cántico "aborto legal en el hospital" no suena a reclamo sino a reivindicación. Unos pocos fuegos artificiales y el humo verde de bengalas adornan el festejo del resultado. Se sabía positivo desde un par de horas antes, pero eso no resta intensidad al momento, cubierto además por el asombro ante semejante diferencia. Algunes se toman de la mano mientras se conoce el voto de cada senador, y hay festejos cuando alguno ratifica su posición a favor. La definición se espera en silencio. La confirmación se precisa. Cuando por fin llega, las mujeres con sus pañuelos verdes en la cabeza, en el cuello, en las muñecas, con el glitter verde en los párpados, con ropa verde, jóvenes sobre todo, se funden en múltiples abrazos que parecen uno solo. Enseguida, el fondo de las pantallas se torna verde también y anuncia: “Lo conquistamos, ¡es ley! El aborto es un derecho desde hoy".

“Quisiéramos haber pronunciado estas palabras muchísimo antes. Muchas vidas de mujeres y otras personas con capacidad de abortar se hubieran salvado", expresan luego referentes de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito desde el escenario principal del sector verde, del cual cuelga una bandera que sentencia: “Ni una muerte más por aborto clandestino”. "La ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo viene a resolver una injusticia. La de los embarazos forzados, la de las niñas obligadas a parir, la de la imposibilidad de decidir sobre nuestros cuerpos. Ahí donde había una injusticia hubo organización feminista. Desde hoy podemos finalmente decidir. Es el primer paso para ejercer nuestra autonomía, ser soberanas y vivir libres de violencia”, agregan.

Las oradoras recuerdan con afecto a Dora Coledesky, fundadora de la Campaña, y dicen que la nueva norma deberá ser conocida popularmente como la “ley Dora”. “Logramos torcer el brazo de una historia que nos impuso el mandato de la maternidad. Esta ley es el reconocimiento de que hay otras decisiones, realidades y deseos, y que ninguna de nosotras va a morir, ser juzgada o encarcelada por no querer continuar un embarazo. Y si así fuera estamos para darlo vuelta. Este avance de los feminismos de nuestro país resuena en el mundo como un augurio de libertad y emancipación”, celebran.

La escena nocturna de la previa de la votación fue muy similar a la del día de la media sanción, incluso por el calor agobiante. En el sector verde esta vez hubo mucha más gente. Mujeres en su mayoría, también algunos varones y no binaries. “No estuve en Diputados por la pandemia, pero creía que hoy tenía que estar”, cuenta Fernanda Romero, tesorera de la Coordinadora Fútbol sin Fronteras, una agrupación de hinchas de diferentes clubes unidas por el feminismo. “Somos de Racing, Independiente, Boca, River, Gimnasia, Estudiantes. Defendemos el mismo color: el verde.” En Rivadavia, habían colocado unas cintas a su alrededor, delimitando el perímetro de la agrupación, algo que también habían hecho otras organizaciones para protegerse del riesgo de contagio del coronavirus.

Callao, mucho más poblada, presentaba un clima que oscilaba entre manifestación, feria y boliche. Se vendía de todo: más allá de comida -muchísimos puestos de choripanes y hamburguesas- y bebida -los vendedores de cervezas esquivaban a la muchedumbre cargando sus heladeras-, había todo tipo de accesorios de color verde. También cuadros, carteras, tops, calcos, prendedores, llaveros, imanes, shampoo sólido, sahumerios. Se hacían trenzas y rastas; se maquillaba “a colaboración”. Se ofrecían hasta brownies locos. Cumbia y reggaetón a todo volumen, cuerpos apretados y transpirados con poca ropa danzando por horas, chicas sin corpiño. Un clima de fiesta que alcanzaba su clímax en la esquina de Mitre, donde estaba el Movimiento Evita con sus parlantes y volaba espuma. También había cientos de personas más tranquilas, sentadas sobre mantas siguiendo con atención las intervenciones de lxs senadores por las pantallas ubicadas cada dos cuadras. La fila de carpas de agrupaciones parecía no tener fin.

Del lado celeste, alrededor de las 2, el feto gigante manchado de sangre seguía estoico, pero ya se veían muecas de derrota en las caras. Dos mujeres desde el escenario arengaban: “La vida es esto. Alegría, música, baile”. “Usan a la pobreza como una herramienta de no sé qué”, cuestionó una, imprecisa. La otra completó: “Como una excusa para la muerte”. Se veía bastante más gente que el 10 de diciembre, aunque notablemente menos que del otro lado de la valla. Flameaban banderas nacionales y había monjas y sacerdotes. Eran invitadas mujeres al escenario a aportar testimonios. Marisa, por ejemplo, contó que ella se volvió abogada, que tener un hijo no se lo impidió. Que, al contrario, la “empoderó”. Al terminar la jornada, en algunas calles se cruzaban verdes y celestes sin problemas. A estos últimos se los podía ver cargando sus cruces y sus vírgenes, y entonando canciones religiosas.

Pero no todo había transcurrido en calma. "Soy de La Plata. Cuando estábamos viniendo nos gritaron 'asesinas'. En el tren se empecinó uno con una amiga y tuvimos que pedir ayuda a 'la gorra'. Cuando bajamos en Constitución también me putearon", relataba Malén Sabella, joven sumergida en la marea verde.

Cerca del instante cumbre, Susana Gamón observaba cómo maquillaban a su hija de 16 años. “Es maravillosa esta generación. Tiene una fuerza a la que nosotras ni nos asomábamos. Hoy sale esto, pero después trabajaremos sobre otra cosa. La prostitución, la trata. No descansan”, elogiaba la mujer. Verónica Quiroz (46) agitaba sobre Rivadavia una enorme bandera verde. “Es todo o nada. Pasé por una experiencia difícil en mi vida, pero no hace falta pasar por esto. Simplemente ser mujer es difícil en esta vida. No estoy a favor de la ley por mí, sino por los que vienen, por mis hijos y bisnietos.” Como aseguraron desde la Campaña, esta noche los feminismos torcieron el brazo de la historia impuesta para escribir la propia, y así fue cómo se sintió en la calle.