El año de la pandemia no paralizó a la televisión argentina: expuso todas y cada una de sus falencias. Si bien es cierto que la producción de ficción nacional se vio detenida de un día para otro, la evidencia que dejó este 2020 que termina es que la pantalla chica local aceleró y profundizó la crisis que la invade desde hace años. La escasez de propuestas innovadoras, la consolidación de la instalación de la “TV en vivo”, el “panelismo todo terreno” desplegado a lo largo de las distintas programaciones y la desaparición de ficciones nacionales encontraron en la pandemia un caldo de cultivo para construir una pantalla que cada vez está más cerca de emular a la radio y convertirse en un medio hablado, auditivo, del que bien se podría prescindir de lo visual. El 2020 quedará en la historia como la temporada en la que la TV local fue atravesada por una pandemia con la que convivió como pudo.

Si algo le faltaba a la pantalla chica tradicional local para constatar su precariedad era que una pandemia estallara de un día para otro. Aun siendo el medio más consumido y de mayor penetración, la TV abierta dejó de ser la gran mayoría hace tiempo. Los números de audiencia lo atestiguan: es una primera minoría en retroceso. La TV sufre los achaques de un ecosistema que se transforma con la proliferación de nuevos medios y opciones, sin saber cómo reconvertirse. Esa es su propia y endémica pandemia. El aislamiento social obligatorio instaló definitivamente un mundo virtual en la vida social que –como en otros aspectos de la vida- también revolucionó la dinámica televisiva, tanto en su consumo como en su producción. La tele no fue inmune al virus (aunque muchos creyeron que sí, no cumplieron con el distanciamiento y el protocolo, y les estallaron los casos de Covid+).

Imágenes paganas

La TV en cuarentena impuso una “nueva normalidad”, que cambió estéticamente a la pantalla, sumando imágenes y hábitos que hoy son naturales pero que no tienen más de 9 meses de vida. La de los cronistas de exteriores cubiertos con barbijos/ anteojos/ máscaras, sumado al casero y poco elegante papel film envolviendo el capuchón de los micrófonos con largas e improvisadas cañas para mantener la distancia, es una de las imágenes que deja esta pandemia en la pantalla chica. No es la única. Las limitaciones tecnológicas y económicas de la televisión producida a distancia también se manifestó en la cotidianidad de tener que ver/sufrir entrevistas de imágenes pixeladas y diálogos con delay que hicieron complejo el entendimiento. La imposibilidad de contar con el invitado en el piso -que se mantuvo como protocolo solo los primeros meses- hizo que las videollamadas estuvieran a la orden día, convirtiendo a las bibliotecas de los entrevistados en la escenografía del mundo de encierro. Una fragilidad que con el correr de los meses –por suerte- se fue corrigiendo.

La pantalla chica no sufrió ese universo incierto que instaló el 2020 solo por cuestiones tecnológicas y económicas. Hubieron también razones artísticas que empeoraron su transitar pandémico. Si bien la situación de emergencia requirió de una TV de emergencia, no es menos cierto que se percibió cierta pereza o incapacidad de productores para -al menos- mejorar los planos de las videollamadas o evitar la luz tenue que supo acompañar esas primeras entrevistas a distancia. Hay que decirlo: la pandemia sirvió también como justificador de errores y desprolijidades.

Un virus suelto en la TV

El aislamiento preventivo obligatorio dictado en marzo puso fin a la ficción nacional. En realidad, a Separadas, la única ficción local que hasta ese mes estaba al aire en la TV argentina. La suspensión de las grabaciones por cuestiones sanitarias no solo terminó con la ficción de El Trece, sino que le dio su tiro de gracia a Polka, la productora más longeva en el género de la industria televisiva argentina. Una problemática que mantiene en vilo a casi 300 trabajadores que aún aguardan por saber qué sucederá con sus fuentes de trabajo. El dilema de “achicarse o cerrar” expresado por Adrián Suar, propietario minoritario de la productora de la que el Grupo Clarín tiene el mayor porcentaje, no es otra cosa que la evidencia del fin de una manera de producir ficción en la era del streaming. Más allá de gestiones particulares, su crisis no es aislada: obedece, en realidad, a un cambio estructural en el consumo audiovisual.

Separadas, la última ficción.

Sin ficción nacional, la pantalla chica se volcó masivamente a la información. El “veranito” de audiencia hizo que en los primeros meses de pandemia la actualidad copara la pantalla. El encierro hogareño que impuso el coronavirus, el interés ciudadano por una pandemia que solo se había imaginado en ficciones y la economía transformaron a la pantalla chica argentina en lo más parecido a un noticiero en continuado. Todos los canales de TV abierta modificaron sus programaciones, sumando horas informativas a sus grillas diarias. Basta un dato para comprender su magnitud: durante esos primeros meses, por primera vez en la historia de la TV argentina hubo en el prime time de todos los canales más programas periodísticos que de cualquier otro género.

La pandemia tampoco hizo magia: las “fake news” siguieron proliferando y los pronosticadores de turno cambiaron de un día para otro sus diatribas sobre la política y la economía por cuestiones relacionadas a la medicina. Como en otros temas: sobraron opinadores y faltaron especialistas y periodistas científicos. El “panelismo” trascendió el formato televisivo para imponerse como lógica periodística. Las afirmaciones sin evidencia científica -que incluyó a alguna comunicadora haciendo gala del consumo de dióxido de cloro en cámara- se diseminaron cual frases despojadas de rigurosidad propias de peleas de vedettes. La “noticia deseada” volvió a signar el oficio periodístico. Se notó.

En este año en pausa e incierto, la nueva gestión de los medios públicos –rápida de reflejos- aportó sus estructuras a las necesidades educativas que impuso la pandemia. La falta de clases presenciales llevó a la TV Pública a convertirse en una suerte de aula virtual, con Seguimos educando, el programa conjunto del Ministerio de Educación de la Nación y la Secretaría de Medios y Comunicación Pública, que acompañó a los alumnos en casa con actividades pedagógicas para todos los niveles. Una necesaria articulación de distintos organismos del Estado en pos de una política pública. Por lo demás, la reconstrucción del canal estatal se limitó a una renovación de los noticieros (sumando periodistas jóvenes) y a darle lugar en su programación a producciones de ficciones nacionales, con repeticiones de distintas series y estrenos de películas. Fue una de las pocas pantallas que apostaron a la cultura nacional. Y dejó además dos hechos históricos, la primera conductora trans de noticiero (Diana Zurco) y la primera comentarista a cargo de partidos de la Selección Argentina, Angela Lerena.

Diana Zurco.


¡A cocinar que se acaba el mundo!

Sin ficciones en pantalla, a excepción de las invasivas y rendidoras novelas turcas que programa febrilmente Telefe, el entretenimiento empezó a ganar un lugar a medida que avanzaba el año. Con el paso de los meses del ASPO, el hastío se impuso y el monotema fue perdiendo interés y espacios. Los televidentes también querían (¿necesitaban?) entretenerse. Y en ese rubro, los programas de concursos gastronómicos se llevaron las más altas marcas de audiencia y las más acaloradas polémicas en las redes sociales.

En un 2020 que obligó a hacer vida hogareña, los programas de cocina se constituyeron en la compañía elegida por los argentinos para pasar este año sin tiempo. Desde el actual Masterchef Celebrity que rompió todos los índices de audiencia, pasando por el eficaz El gran premio de la cocina, hasta el recordado y polémico Bake off de doble ganador incluido que en este particular año parece haberse emitido en otro siglo, los concursos gastronómicos fueron el género más demandado de la pantalla chica local. Todos los canales contaron en sus programaciones con ciclos gastronómicos: el magazine alrededor de la cocina ¡Qué mañana! en El Nueve; el rendidor y ameno Cocineros argentinos en la TV Pública; el moderno Modo Food en América TV; el made by Mariano Peluffo de Como todo en Net TV, o el renovado Carna a la parrilla en El Nueve. Todos ellos se suman a La peña de Morfi (Telefe), ese ciclo ómnibus culinario-musical que desde hace años acompaña durante las mañanas y mediodías de los domingos con exquisitos encuentros musicales en vivo, que esta temporada debieron ser a distancia pero igual de emotivos.

En ese subgénero, Masterchef Celebrity se coronó como el programa más visto de este 2020. El ciclo producido por Box Fish atrajo audiencias que hacía rato no se veían en la TV abierta, corroborando la idea de que la gente ve TV tradicional siempre y cuando haya algo que los convoque. Alejándose de la lógica del quilombo y las estridencias que se impusieron en la pantalla chica desde hace un tiempo, el ciclo de Telefe convocó a la familia frente al televisor, en ese rito en peligro de extinción y que lo diferenció de la edición low cost del Cantando... El casting Apto para Todo Público de “famosos" (desde un ex futbolista hasta una influencer, pasando por un reconocido actor, actrices mediáticas, cantantes populares de distintos arraigos musicales, humoristas y hasta la ex esposa del futbolista más importante del mundo) alrededor de la cocina encontró en un jurado en el que cada uno hace su juego (Germán Martitegui la juega de malo, Damián Betular de serio y Donato de Santis del tano entrador) el combo ideal para pasar un buen rato y distraerse de la realidad. Parece que no fue poco para estos tiempos aciagos.

Sin Marcelo Tinelli ni Susana Giménez, con apenas un puñado de programas con Mirtha Legrand como anfitriona de una mesa cada vez más ideologizada, la TV argentina le dio lugar a nuevos conductores que se destacaron por abandonar la puesta pasteurizada. Uno de los que renovó el rol fue Darío Barassi, el conductor de 100 argentinos dicen, que desde su formación actoral le imprimió al formato una gracia que divierte sin empalagar. Otro de los descubrimientos de la temporada fue Rodrigo Lussich, el periodista que desde su desparpajo le sumó humor a un programa como Intrusos y sus “escandalones” fueron premiados con ciclo propio en América TV. Habría que hacer un reconocimiento también a Edith Hermida, la panelista de Bendita que tuvo que hacerse cargo del ciclo y lo hizo con soltura y naturalidad. Por el contrario, la presencia de Juana Viale reemplazando a su abuela en La noche de Mirtha y en Almorzando con Mirtha Legrand confirmó que se puede heredar un trabajo, incluso la ideología, pero no la empatía con el público.

Claro que la pantalla chica 2020 dejó en evidencia que hay cosas que ni la pandemia pudo erosionar. Telefe se consolidó como el canal líder de la TV argentina, incrementando su ventaja con El Trece, a quién vence desde hace más de 37 meses de manera ininterrumpida. Los noticieros de la señal de Viacom volvieron a imponerse como los más elegidos en todas sus ediciones. A Cortá por Lozano le pusieron de todo en la competencia y pudo con todos: Mujeres del Trece duró menos de dos meses, Mamushka comenzó el año como una gran apuesta y terminó perdido en las tardes del canal del Grupo Clarin. En El Nueve, Bendita volvió a demostrar que su propuesta humorística no solo gusta sino que tiene un público fiel que sigue al ciclo de Beto Casella más allá de lo que ocurra en el mundo.

El repaso de la TV 2020 no puede dejar de lado la idea de que la pantalla chica debe repensarse en la era de internet y el streaming. Este año particular dejó en claro que la ficción nacional tiene audiencia: desde las reposiciones de Atreverse o Montecristo en los festejos por los 30 años de Telefe, hasta el boom de Floricienta en las tardes, o el buen andar de Educando a Nina cerca de la medianoche, el público acompañó a las historias argentinas de ayer y hoy. No es que no tienen público; en todo caso lo que faltan son propuestas atractivas para generar un hábito. Aun cuando se vuelve evidente la idea de que los televidentes van en búsqueda de la ficción en las plataformas, mientras que a la TV abierta la sintonizan para ver “vivo” e informarse. Una tendencia que, seguramente, marcará el futuro de un medio que debe resolver cómo superar su propia pandemia.

Beto Casella.