Del bolso en toda su diversificada gloria, trata Bags: Inside Out, muestra que recientemente inaugurara en el Victoria & Albert Museum, en Londres, en pos de explorar “la funcionalidad, el estatus, el diseño y la confección de estos accesorios portátiles”, según la experta Lucia Savi, su curadora. Mujer que se ríe de las voces que vaticinaron que, con el enclaustro por pandemia, la era del bolso se extinguiría. “Es un objeto que va de la mano de la humanidad: siempre vamos a necesitar algo para cargar nuestras pertenencias”, dice quien anda sobrada de ejemplos para refutar a los alarmistas. “Además de ser sinónimo de practicidad, se han convertido en símbolo de estatus. En el negocio de la moda, los bolsos a menudo generan los mayores ingresos. Por eso queríamos investigar qué lo hace tan especial”, ofrece la especialista, a la par que arrima algunas hipótesis: que el ubicuo bolso es carta de presentación frente al mundo; que tiene una dualidad muy atractiva al aunar lo público y lo privado; que se vuelve una segunda piel al llevarlo constantemente encima…

En la muestra -que seguirá hasta septiembre, sujeta a variaciones por Covid- pueden verse desde carteras de alto copete hasta baúles de viaje, desde neceseres de siglos pasados hasta las modestas tote bags que inundan las calles hoy día. Para quienes se desviven por clásicos inoxidables, está el Kelly, joya de Hermès dedicada a Grace Kelly; el Jackie de Gucci, que en los 70s popularizase Jacqueline Kennedy; el Lady Dior, homenaje a la princesa de Gales… También, como cuenta El País, “los diseños realizados por la artista Tracey Emin para el décimo aniversario de Longchamp con la leyenda ‘International Women’, además de los bolsos de segunda mano redecorados con potentes mensajes por otra artista, Michele Pred: ‘Mi cuerpo, mi asunto’”.

Creación de Tracey Emin

También, presente el diseño que permitiera a María de Teck, reina consorte de Reino Unido, abuela de Isabel, trasladar su máscara de gas durante la Primera Guerra Mundial, muy a tono con nuestros días. Y un monedero que aparenta ser rana, del siglo XVII, “evidencia de que los bolsos con formas lúdicas, surrealistas, no son invento de las últimas décadas”, como marca Savi, que lo presenta como antecedente del exuberante Lait de Coco, de Chanel, sofisticado bolso que emula un cartón de leche.

Son 300 ítems los que han reunido para pos de montar “la exposición más completa que Reino Unido ha dedicado al accesorio definitivo”. No es el primer museo, sin embargo, en abrirle las puertas al adminículo: el Musée de la Mode, en París, hizo lo propio en 2004 con la exitosa Le Cas du Sac, pidiendo por esos días la presidenta de la Union Centrale des Arts Décoratifs: “Dejen que el bolso, ese servidor silencioso, hable por sí mismo”.

“No podemos precisar con exactitud cuándo se fabricó o usó el primer bolso de la historia”, reconoce Savi, sugiriendo que la vedette de ocasión habría acompañado a la humanidad prácticamente desde sus albores. De hecho, hay quienes consideran que se apañarían en la Prehistoria con hojas de árboles y pieles de animales para “diseñar” protoversiones. En las tumbas del Antiguo Egipto, por cierto, se encontraron bolsos de lino, papiro y cuero que datan de 2686 a 2160 a.C., además de haber registro de alforjas con las que se trasladaban utensilios diarios. Ni qué decir de la famosa estatuilla tallada en madera que se halló en la tumba de Niankhpepi, de un joven que no sólo sostiene una cestita con asa: a sus espaldas, lleva una mochila. Y ya que estamos en el ayer, imposible no mencionar a Judas, a la sazón tesorero de la troupe de Cristo, apóstol que usaba bolsito para trasladar cash (de más está aclarar en qué pecado incurrió para hacerse de 30 piezas plata…).

En Bags, no estará el monedero de Iscariote, pero sí la versión original de la cartera más exclusiva del universo marroquinería: el celebérrimo Birkin, que Hermès creó tras un encuentro fortuito entre Jane Birkin y el entonces presidente de la firma, Jean-Louis Dumas. En un vuelo de Air France, la actriz y cantante echó la bronca por la poca practicidad de su cartera; el hombre la escuchó y se ofreció a diseñarle un modelito. Devino “el bolso de mano más reconocido y codiciado de nuestro tiempo”, según la curadora: “No es fácil conseguirlo. Se obtiene a precios disparatados en subastas y hay quienes dicen que es una inversión más estable y rentable que el oro”. Algo que, evidentemente, le importa tres rabanitos a la propia Birkin: hace unos años pidió a la empresa que rebautizara el artículo mostrando su marcado desacuerdo con el sacrificio de cocodrilos.

Birkin con su bolso original, en 1996

El tramo final de la exposición está dedicado a modelos que beben de la experimentación a partir de materiales sustentables; incluida una mochila diseñada por la adalid Stella McCartney a base de desechos plásticos del océano. La sección, empero, dejó con gusto a poco al rotativo The Independent, que lamenta que no se haya puesto más énfasis en el compromiso medioambiental de esta rama de la industria fashionista: “Quizá sea reflejo de una historia que no se caracteriza justamente por atender a la ecología”.