No somos viejas, la sociedad nos ve viejas” sostiene Gabriela Cerruti, a propósito de su nuevo libro “La Revolución de las Viejas” (Planeta, 2020) donde plantea, desde una perspectiva generacional que las mujeres “nunca tuvimos un futuro en el que mirarnos, tampoco ahora. No tenemos un modelo de vejez y decidimos construirlo”. Esta determinación madurada se aprecia en el libro, y nació tras un hilván de ideas dispersas que confluyeron en un emblemático mensaje que Cerruti envíó a través de redes sociales un día de enero de 2020. Y fue viral.

El suceso del mensaje de Instagram tuvo lugar en el verano previo a la pandemia, cuando la periodista y diputada nacional del Frente de Todos, enunció una ruptura: pronta a ingresar al segmento etario donde las mujeres se jubilan y asumen “la abuelidad”, resignando toda acción creativa respecto a la historia de sus vidas, ella dijo: no. El libro condensa en una narración ágil e iluminadora, las fundamentaciones que la llevaron a enunciar esa ruptura, un año atrás.

Ha llegado la hora en la que las mujeres que pasan los 60 años, puedan decidir “el sentido de sus vidas”, sostiene en diálogo con PáginaI12, a propósito de la publicación. Esto significa cambiar el paradigma del tiempo de “esperar a la muerte”, por un concepto activo de la vida. Por una “revolución de las conciencias”, puntualiza, y remite a Borges, una de las tantas citas que construyen sentido en este emotivo relato donde convive la versatilidad de Jane Fonda con el determinismo de Frantz Fanon o el universo de Úrsula K. Le Guin.

Por fuera del padecimiento impuesto por las sociedades modernas para la vejez, por fuera del precio de los medicamentos y del entorno geriátrico, Cerruti se propone aquí alumbrar una nueva marea femenina para sostener la red que miles de mujeres comenzaron a urdir espontáneamente a partir de aquel mensaje de Instagram. “Por una necesidad de habitar la vejez y entenderla por fuera de la producción y del consumo”, sintetiza.

El libro tuvo un pico de ventas vinculado a Navidades y la autora recibió muchos mensajes de lecturas compartidas, otro rasgo singular de la propuesta, que es un libro, pero también una nueva forma de entender la longevidad de la vida, para las mujeres y desde la Argentina. El dato es de contexto porque allí resuena la matriz que forjó tanto a Las Madres de Plaza de Mayo como a las jóvenes de la Marea verde. “Hubo muchas situaciones de madres e hijas leyendo juntas –cuenta Cerruti--, porque es una preocupación de las jóvenes que están pensando en sus madres que no quieren languidecer, y es lo que nos tiene reservado la sociedad y el mundo del consumo; y también en sus propios futuros y en cómo será la vida cuando ellas estén grandes”.

--Hay una lectura generacional sobre la vejez en clave femenina en el texto ¿eso creció a la luz del mensaje viral, o ya la venía pensando a partir de otros análisis?

--Una es vehículo de determinadas ideas, que dan vueltas en la sociedad y cuando elegí verbalizarlo y comenzó a circular el video, las mujeres me escribían y me decían que era “obvio” lo que estaba pasando y que había que decirlo. A partir de ahí comenzó a moverse la marea real, política y socialmente. Empecé a indagar sobre el lugar que el modelo productivo y consumista le impuso a la vejez. Y a cuestionarlo. Simone de Beauvoir sostuvo que no hay que cambiar de vejez sino de vida ¿quién dijo que entrás al mundo adulto a los 18? La fábrica o la guerra ya no son las opciones de vida. La idea de trabajar 8 horas, 5 días, de los 20 a los 60 años ¡es del siglo pasado!

--En un capítulo hay una reseña histórica sobre la vejez, que pone en evidencia la marca cultural de occidente en esta forma pasiva de vivirla, asociada al patriarcado...

--Como período se plantea desde los dioses griegos donde se cultivó la sabiduría de la vejez, al andar a la par de las sociedades indígenas y africanas. En China es símbolo de prestigio. La idea de que el viejo es inservible es de occidente capitalista y consumista. A los 60 te jubilas, salís del mercado, no servís más, y empiezan los problemas: para el liberalismo, sobre quién paga la jubilación. Pero otros, ya piensan qué hacer con esos viejos que van a vivir 20 o 30 años más, mientras el Estado se ocupa del remedio, la jubilación y el geriátrico.

--¿La política pública no da respuesta a este segmento etario?

--Estamos un poco demorados en eso. Hoy la respuesta, para mi generación, no es el geriátrico, y no sé cuál es mi futuro… pero pienso ¿cómo vamos a habitar la vejez? ¿Con quién, desde donde? Estas ideas se pueden transformar en propuestas legislativas, en políticas públicas que no solo interactúen ante las dolencias y la falta de contención o la soledad, porque estas situaciones son consecuencia de otras formas de pensar la vida y de construir socialmente formas de relación y sostén.

--¿Se puede pensar un futuro sin endiosar a la juventud?

--A pesar del endiosamiento de la juventud, en occidente se reconoce a los hombres, como los que obtienen premios Nobel, con 70, 80 años y en actividad. No es cierto que las grandes cosas las lleven adelante los jóvenes, sino líderes políticos, sociales, económicos, con experiencia, sabiduría, y compasión, que juzgan menos, son capaces de mirar al otro y entender que cada uno trae una historia. La ciencia extendió la vida, y tenemos que ver cómo hacemos con eso, no es una fantasía.

--El libro pone énfasis en esta revolución de la longevidad como “una afrenta a la cultura del consumo”, ¿eso es central?

--En esta perspectiva y desde lo femenino, sí, porque elegimos ser libres, independientes. Decidimos no hacernos cargo de nuestros nietos por obligación, necesitamos dar esa pelea en la sociedad para no comprar gimnasia y cremas "antiage" por inercia. Sino demostrar que es en la interacción con otros actores sociales donde vamos a poder refundar el espacio que habitamos, en este tiempo que es circular, no lineal, de pasado a futuro, tan del occidente cristiano. Uno transcurre su vida siendo niño, joven, adulto y luego… jubilado, no tiene que ver con lo humano, sino con lo laboral. Con el mercado. Eso cambia desde esta perspectiva. Esta generación fue hippie de joven y no está atada al consumo, en un mundo tan acelerado que incluso produjo por ese acelere esta pandemia, necesitamos algo nuevo. Aunque se comenzó a hablar de esto cuando todavía la pandemia era "que alguien había comido un murciélago en China", ahora dar esta discusión, es tremendamente importante.

--Su posición desde "una nueva generación del 80" en la Argentina, abre a un abanico de tradiciones socioculturales en el país, desde las rupturas. ¿Por qué eligió esa mirada?

--Porque es una generación importante en la Argentina, la de los maravillosos ’80, la que salió a la calle con la guerra de Malvinas, con las marchas con (Saúl) Ubaldini y con Las Madres y las juventudes políticas, íbamos de las marchas a Cemento o al Parakultural. Esa movida luego se tradujo en leyes como patria potestad compartida o divorcio. La marca de la generación del ‘80 del siglo XX, reúne a muchas personas distintas entre sí pero con un alma común. También nuestro presidente pertenece a esa generación. Y muchas batallas las dimos como generación. Hoy contamos con todos estos recursos simbólicos, somos la generación que peleo por la democracia, por el divorcio y ahora por el aborto ¿Nos vamos a encerrar en nuestras casas a tejer bufandas? ¡Decididamente no!