En la ciencia y la medicina hay muchos temas que merecen ser debatidos y analizados críticamente, pero las vacunas no son uno de ellos. Pocos logros sanitarios demostraron una eficacia tan rotunda y un beneficio social tan extendido a nivel mundial. La invención de las distintas vacunas han salvado millones de vidas en la historia de la humanidad, erradicando enfermedades como la viruela o la polio, controlado otras y mejorado la calidad de vida de millones de personas.

Sin embargo, los movimientos antivacunas son tan antiguos como las vacunas mismas. Por motivos religiosos o políticos, creencias en teorías conspirativas, fundamentos ecologistas o simple escepticismos, pequeños sectores de cada sociedad han sido detractores de las vacunas negándose a las inyecciones. En tiempos de pandemia e infodemia los argumentos antivacunas han ganado terreno dentro de la opinión pública. Estos discursos ponen en riesgo la situación sanitaria debido a que el acto de vacunarse es una decisión individual que incide en el entorno social. Elegir no hacerlo priva la posibilidad de lograr “la inmunidad de rebaño” y expone a quienes por diferentes motivos no se pueden vacunar.

Para entender al movimiento antivacunas, Página|12 dialogó con el sociólogo de la Sorbona e investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, Florián Cafiero, quien es coautor de tres trabajos sobre la desconfianza ante las vacunas, realizados en 2011, 2019 y 2020. Cafiero explica cómo están conformados estos grupos, cuáles son sus fundamentos, qué estrategias deben tomar los distintos gobiernos para evitar que se legitimen sus argumentos y quienes capitalizan el crecimiento de este movimiento.

-¿Por qué crecen los movimientos antivacunas en medio de una de las pandemias más letales del mundo?

-Con las distintas epidemias, como la gripe porcina o el sarampión, comenzaron a resurgir las controversias en torno a la vacunación. La fuerte cobertura mediática del tema vuelve a poner en primer plano a los actores que pueden sembrar dudas en la población y se vuelven a instalar diferentes temas sensibles como los vínculos entre el Estado y las empresas farmacéuticas, las acusaciones de efectos secundarios de las vacunas, etc. Particularmente con la pandemia del coronavirus, tanto la enfermedad como la vacuna se perciben como nuevas. Todos estos elementos pueden causar miedo o, como mínimo, generar dudas y vacilación en la población.

-¿Quiénes integran los grupos antivacunas?

-Por lo general son grupos heterogéneos; existe una gran diversidad entre las personas que creen que las vacunas son peligrosas. Por supuesto hay movimientos radicales, que generalmente se niegan a la vacunación por considerarla ineficaz y/o peligrosa. Las fuertes creencias religiosas, la convicción de que la medicina alternativa es la mejor manera de tratar enfermedades o la adhesión a las teorías conspirativas suelen estar muy presentes en estos grupos. También hay sectores críticos moderados que piden “ecologizar las vacunas” retirando solo alguno de los elementos que las componen. Estos sectores moderados suelen tener un mensaje menos radicalizado por lo llegan a los medios de comunicación con mayor facilidad. Finalmente, es fundamental entender que una gran parte de la población que se niega a vacunarse no necesariamente se adhiere a las teorías de los antivacunas. A menudo son víctimas de una información difusa en torno a la vacunación. Una controversia escuchada en los medios de comunicación puede ser suficiente para sembrar la duda.

-¿Quién está capitalizando estos movimientos contra las vacunas?

-Antes de la pandemia del coronavirus era bastante difícil caracterizar políticamente a los antivacunas. Los sectores más radicales a menudo provienen de la extrema derecha, la ecología o ciertos movimientos de extrema izquierda. Con la pandemia del coronavirus, las cosas están cambiando. El rechazo a vacunarse suele ser una negativa a cumplir las instrucciones de los gobiernos que se considera que están gestionando mal la crisis en general. Por lo tanto, los partidos de oposición, especialmente los más radicales, pueden verse tentados a capitalizar la retórica antivacunas. En Francia, el 75 por ciento de los partidarios de Emmanuel Macron dicen querer vacunarse contra el coronavirus; entre los simpatizantes de Marine Le Pen en cambio, menos del 40% de la población planea vacunarse.

-¿Cuáles son los principales argumentos de estos movimientos?

-En general, los antivacunas juegan principalmente con el miedo a los efectos secundarios. En muchos países del mundo, las conclusiones del famoso artículo retractado de Andrew Wakefield, que vincula a la vacunación con el crecimiento del sarampión y el autismo, son las más utilizadas. En Alemania o Francia, se centran más que en otros lugares en la presencia de aluminio en las vacunas, acusado por las antivacunas de desencadenar miofascitis macrófaga. En cuanto a los seguidores de las teorías de la conspiración, principalmente ven a las vacunas como el resultado de negociaciones entre de los gobiernos con "Big Pharma" para obtener ganancias a costa de la población. También pueden inventar teorías más descabelladas como que hay chips en vacunas,o que estás modifican nuestro material genético. En el caso de la vacuna contra coronavirus, se agregan otros argumentos. Los partidarios de la cloroquina, una molécula popularizada por Donald Trump, piensan que la vacuna es inútil porque ya existe un remedio efectivo contra la enfermedad. Otros también dicen que los gobiernos sobreestiman el peligro de Covid-19 para controlarnos mejor. Según ellos el coronavirus no es ni más ni menos que una gripe, por lo cual no vale la pena vacunarse tan poco.

-¿Cómo se difunde el argumento contra las vacunas?

-Los antivacunas están muy presentes en internet en general y en las redes sociales en particular. Los más radicales suelen publicar absolutamente cualquier contenido, sin importar de dónde venga, siempre que haya al menos una oración o dos en contra de las vacunas. Hay mucha actividad antivacuna en internet. Son contenidos muy vistos y cotizados. Sin embargo, no es seguro que todos los que comparten los distintos contenidos los crean plenamente. Por ejemplo, las teorías que vinculan al 5G con el coronavirus fueron muy populares en las redes sociales, los videos de Youtube que hablan de ellos tuvieron millones de visitas, pero cuando realizamos encuestas en la población nadie creía esos fundamentos.

-¿Cómo surge y por qué crece la desconfianza hacia la ciencia y la medicina?

-La desconfianza en la ciencia, las instituciones, los medios de comunicación y las autoridades en general es uno de los temas fundamentales de esta crisis. Esto es lo que vuelve pesimista la idea de tener resolución de este problema a corto plazo. Las causas de la suspicacia con la vacuna coronavirus se relaciona a una manifestación de incredulidad en las instituciones. Restaurar esa confianza perdida puede ser un proceso largo y complicado. La desconfianza hacia la medicina crece inexorablemente. Nace de diversas crisis y escándalos en los que la disciplina ha perdido su brillo. El poder de los laboratorios o los gobiernos para mantener los escándalos de salud fuera del conocimiento público han asustado y erosionado la confianza en la gente. La creciente mercantilización de la medicina en algunos países, su alto costo, la impresión de que las instituciones médicas tienen como objetivo el lucro antes que la salud, son todos componentes, más o menos importantes, de la pérdida de confianza en la medicina.

-¿Qué estrategias deben adoptar los distintos gobiernos para impedir que se legitimen los argumentos críticos contra las vacunas?

-El problema con las creencias radicales es que se necesita mucho tiempo para cambiarlas. No es algo específico solo al tema de las vacunas. A corto plazo, debemos tener claro que la mayoría de las personas radicalmente hostiles a las vacunas contra el coronavirus no cambiarán de opinión. Incluso cuando la realidad persiste en demostrarte que estás equivocado, estos grupos van a seguir creyendo en lo que eligieron creer y que han defendido públicamente. Por otro lado, convencer a la parte de la población que solo duda es crucial. Refutar firmemente los argumentos en contra de las vacunas es parte de la solución. Pero es aún más importante crear un clima de confianza en torno a las instituciones y los médicos. Hay que dar a la población buenas razones para confiar en las instituciones.