Como un guiño del destino, la Copa Diego Armando Maradona quedó finalmente en manos de Boca, el club que amó y defendió el ídolo popular fallecido en noviembre pasado. Fue triunfo xeneize en los penales por 5 a 3, tras igualar 1 a 1 en el tiempo regular de una deslucida final disputada en San Juan.

Resultó difícil distinguir cuál de los equipos era el que llegaba con un equipo formado principalmente por jugadores de inferiores (7) y con un técnico debutante, y cuál era el de mucho mayor presupuesto, jerarquía internacional y un entrenador súper laureado. Es que lo de Banfield y Boca, a pesar de que encararon el partido con propuestas antónimas, fue muy flojo por igual. Lo del Taladro por su exagerada precaución y lo del Xeneize por sus limitaciones creativas.


No parecía suficiente el ingreso de Cardona -ausente ante Santos- para subsanar la falta de ingenio de Boca. El colombiano era bien anulado por el sistema rival y carecía del ímpetu necesario como para desmarcarse. Con Cardona tapado, Boca recurrió repetidamente a Villa: hacía rodar y rodar la pelota hasta que el wing conseguía algún espacio para recibir y de ahí, puro azar, como sucede normalmente con el atacante. Uno o dos regates para sacar el centro, encarar al medio y rematar o, también, perder la pelota en soledad.

Claro que el comentario del párrafo anterior tenía rápido vencimiento. A los 63 minutos, Cardona justificó todos los cuestionamientos a su ausencia en San Pablo con un terrible bombazo desde afuera del área. Un gol fuera de contexto, justamente lo que puede ofrecer la presencia del colombiano en cancha. Tal magia fue su última, ya que se lesionó en plena elaboración de la misma y pidió el cambio.


A Banfield, que se plantó en San Juan con un credo innegociable (apostar al contraataque), el gol lo dejó recalculando durante varios minutos. Sanguinetti tuvo que recurrir al banco para hacer reaccionar a los suyos. El planteo inicial que priorizaba lo colectivo fue dejando lugar a la habilidad de los ingresados Alvarez y Urzi, pero al Taladro le faltaba un diferente como Cardona. Su mejor opción era explotar los espacios que dejaba Boca al avanzar, pero una vez en ventaja, rara vez sucedió eso por el lado de los de Russo.

La polémica expulsión de Mas sobre el final no alcanzó para compensar las diferencias entre uno y otro equipo, pero sí fue suficiente la salida por lesión del Pulpo González, cuando Boca ya no tenía más cambios. Era la última jugada del partido, y con dos jugadores extra y una pelota parada a su favor, Banfield metió dos cabezazos en el área y cumplió con el axioma futbolero. El testazo de Lollo se metió en el palo más lejano de Andrada como pidiendo permiso para concretar la épica verdiblanca y definir esta historia en los penales. Allí, Boca acertó sus cinco disparos y le alcanzó con el yerro de Rodríguez por Banfield para levantar la copa y, de paso, alcanzar a River en la tabla histórica de títulos locales, con 48 cada uno.