“Ahora ella es la que está presa”, advirtió Thays, la madre de la joven que denunció por violación al dueño del local Uniformes Garzón, donde su hija había asistido este sábado para una prueba de trabajo. En diálogo con Página/12, la mujer relató que su hija “no quiere salir, ni asomarse a la calle” y que “no hay nada que pueda reparar el daño que le hizo” el agresor, Humberto Garzón Martínez. Este jueves la familia de la joven convocó a una manifestación pacífica en la puerta del local, que se encuentra cerrado desde el sábado. Las persianas bajas del comercio se taparon con carteles: “los violadores no se liberan”, señalaba uno, dirigido a la jueza Karina Zucconi, del Juzgado en lo Criminal y Correccional N°15, que decidió excarcelar a Garzón. Otras mujeres venezolanas contaron que vivieron situaciones similares.

“Garzón violador, a la cárcel agresor”, retumbaba entre los edificios de la calle Paso, casi esquina Viamonte, en el barrio porteño de Once. La lluvia no detuvo la concentración, convocada por la madre de la joven y un grupo de mujeres que la acompaña. También juntaron donaciones para ayudar económicamente a la familia, que se encuentra sin trabajo. Con paraguas o refugiados bajo el alero de algún negocio, grupos de amigas, algunas parejas, y vecinos de la zona gritaban “justicia” y levantaban sus carteles. Al local, ahora escondido detrás de las persianas metálicas, llegó L.A.R., una joven venezolana de 18 años, el sábado pasado, para cumplir su jornada laboral, de 9 de la mañana a 2 de la tarde. Era una prueba, su primer día de trabajo en una de las primeras experiencias laborales de su vida. “Ella estaba angustiada con la situación de la familia, que estamos sin trabajo y con mi marido internado, y quiso ayudar”, relató Thays, que encontró a su hija dentro del local, dormida y vestida con ropa ajena. Llamó a la Policía y llegó una ambulancia que la llevó al Hospital Ramos Mejía, y al día siguiente radicaron la denuncia, primero con la carátula de “abuso sexual simple”, que luego se recalificó como “abuso sexual agravado con acceso carnal”.


Luisa es vecina del barrio, vive a tres cuadras del local de Garzón y su marido es encargado de edificio desde hace 25 años. “Los sábados acá no anda nadie, es muy peligroso. Yo creo que la convocó para ese día porque la muchacha iba a estar más indefensa todavía”, opinó la mujer. Alejandro y Graciela, que tienen locales en la vereda de enfrente, coincidieron con este argumento. “Yo vi cómo la sacaban del negocio, toda dormida. Fue una situación horrible”, señaló Graciela. Desde más lejos llegó Lidia, una mujer mayor del barrio de Caballito que desde hace dos años intenta hacer justicia por su nieta, víctima de femicidio.

La mayoría de los participantes de la concentración llegaron por empatía, solidaridad, o por haber pasado por situaciones similares. Pero también vinieron conocidos de la familia, como Maira, que viajó desde Morón. “Yo tengo un quiosco con mi familia. Antes de mudarse a Capital, ella siempre venía a comprar. Es una chica muy tranquila, tímida. Es muy injusto lo que le pasó”, señaló Maira. Otras dos mujeres, Olga y Anioska, ordenan a las personas que forman parte de la manifestación, reparten carteles, anuncian las novedades. Ambas forman parte de un grupo de apoyo de madres venezolanas que viven en Buenos Aires. “La conozco a Linda por el grupo, y cuando me enteré de lo que le había pasado a su hermana pensé: tenemos que hacer algo”, relató Olga, que vive en Avellaneda y es amiga de Linda Rodríguez, la hermana de la joven. Cuando llegó a Argentina, hace varios años, ella también buscaba trabajo por Internet. “Fui a una entrevista en un apart-hotel y el dueño me dijo que necesitaba una mujer comprometida, de confianza; me contó sobre el trabajo y me prometió unas condiciones perfectas. Yo estaba entusiasmada, pero después empezó a decirme que necesitaba alguien a quien pudiera conocer bien, en todo sentido, y así siguió hasta pedirme que saliera con él”, relató la mujer.

Verónica, una joven que llegó de Venezuela hace tres años, se abre paso entre la gente para colgar su cartel en la puerta del local. “No es justo que por pura necesidad tengamos que pasar por algo tan horrible”, señaló la mujer. Cuando estaba buscando trabajo, ella también tuvo entrevistas por la zona. “Me da mucho dolor, aunque no la conozco sé lo que siente porque yo pasé por situaciones muy incómodas al buscar trabajo”, relató Verónica, y tras una pausa, acongojada, admitió: “si me pasara a mí, estaría ahí adentro todo el día. No tengo acá a mi madre ni a mis hermanos, nadie que podría rescatarme”. La calle Paso, cerrada al tránsito, estuvo poblada hasta pasado el mediodía, y cada vez llegaban más y más personas, en su mayoría mujeres que reclamaban “justicia” y “Garzón a prisión”. Como le sucedió a Verónica, otra joven, Diana, también se sitió identificada con lo que le sucedió a L.A.R. y se acercó a la concentración junto con una amiga. “Puedo entender su bronca, su dolor. A mí me pasó dos veces. También abusaron de mí y me drogaron para hacerlo. Es algo que no se supera nunca”, relató a este diario la joven, también venezolana, de 21 años, y reclamó: “no tiene sentido que el hombre siga libre, hasta que no haya justicia ningún agresor va a parar”.

La causa

Si bien el sábado Garzón quedó detenido, la jueza Karina Zucconi firmó este martes la excarcelación. Para la Fiscalía, que apeló la decisión del Juzgado, existen motivos suficientes -peligro de fuga y entorpecimiento de la investigación- para la prisión preventiva. Alejandra Cabrera y Pablo Baqué, los abogados que acompañan a la madre de la joven, querellante en la causa, aseguraron que “hoy la realidad es que no sabemos en dónde está el agresor”. El domicilio que declaró, en Mataderos, es la casa de una hermana que asegura que el hombre no vive con ella. El otro domicilio que tiene declarado es el local de Balvanera. Para la carátula actual -abuso sexual agravado por acceso carnal- la condena prevista para Garzón es de entre 8 y 15 años. Este jueves los abogados de la familia de la joven presentaron la apelación contra la libertad que la jueza le otorgó del imputado.

”La semana que viene tendremos resultados de análisis que son centrales en la investigación”, señaló a este diario Cabrera. Uno de los análisis será el toxicológico, para determinar si había alguna sustancia, y de qué fármaco se trata, en el líquido que L.A.R. bebió antes de desmayarse. Según las declaraciones de la joven, lo único que recuerda son los golpes sobre la persiana -que daba su madre, llamándola- y la voz de Garzón que le ordenaba que se vistiera mientras le colocaba los pantalones. “Si había una sustancia que la inmovilizaba sus posibilidades de defensa eran nulas”, explicó Cabrera, y agregó que “la diferencia de edad y el lugar de poder que tiene él como empleador agravan la situación”.

El jueves por la tarde el ex presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela, Diosdado Cabello, mencionó el caso en su programa televisivo. “Ojalá que la Justicia argentina pueda cumplir con el trabajo que le corresponde”, señaló el funcionario y advirtió que Zucconi “tiene antecedentes como cómplice de agresores misóginos”, en referencia a la actuación de la jueza en el caso del femicidio de Marianela Rago. Thays, por su parte, también apuntó contra la jueza: “quiero mirarla a los ojos y preguntarle dónde estaría el violador si la víctima fuera su propia hija”.

Informe: Lorena Bermejo