Repensar los “finales felices” y el modelo único de los cuentos de hadas. No más princesas sumisas, ni lobos acosadores, ni príncipes superpoderosos. En ese trabajo radica la apuesta de Cuentos Feroces (https://www.instagram.com/cuentosferocesok/), proyecto literario virtual que nació antes de la pandemia, pero encontró en ese contexto la oportunidad de crecer y expandirse, siempre con el objetivo puesto en reescribir con formato de podcast nuevas versiones de los clásicos infantiles.

Rodrigo Menéndez, abogado y escritor aficionado, fue quien sembró la idea, y quien convocó a la actriz, dramaturga y locutora Shumi Gauto para realizar las adaptaciones y grabarlas. Y a ellos se sumó la pareja de Gauto, Joaquín Bachrach, para producir el material. Caperuzota, versión de Caperucita Roja, fue el primer título que escribieron en 2019, y que se escuchó finalmente a mediados de 2020, en plena cuarentena.

A partir de allí, y con historias basadas en clásicos como La Sirenita, La Cenicienta, Blancanieves y Rapunzel, la lista se fue ampliando y hoy suma varias propuestas. Cenigenia; Chica Sirena; Blanquita Nieves; Los Tres Chan; Príncipe Arveja; El Vestido del Rey Ignacio; Ramón-Zen, El flautista de Chajarí y Magia son los relatos que se ofrecen de forma libre y gratuita en YouTube (https://www.youtube.com/channel/UCSWU73CL0qJDoaZVa6KuW-w) y Spotify (https://open.spotify.com/show/4R8k6xVZ6iPP0SCELyrtyj), para poner a prueba la imaginación, divertirse y reflexionar.

“Como soy del interior, viajo mucho en auto con mis hijas y en esos viajes largos no quería que fueran mirando el celular sino que escucharan música y cuentos. Y prestando atención, me di cuenta de que había muy pocos podcasts de cuentos argentinos, y que la mayoría estaban hablados en español castizo. Por otro lado, empecé a prestarle atención a los mensajes que transmiten, que en algunos casos son tremendos. Y ahí se me ocurrió la idea de hacer estos Cuentos Feroces”, cuenta Menéndez sobre el trabajo que se fue armando a distancia, a través de Zoom.

“Nuestro acercamiento a la escritura es lúdico y muy intuitivo”, asegura por su parte Gauto. Ambos ponen cabeza y pluma para reescribir historias en las que originalmente predomina una única mirada posible. Por eso, la diversidad sexual, la identidad de género, el bullying, las familias ensambladas y los riesgos del uso de la tecnología son algunas de las tantas temáticas que se cuelan en las narraciones para incorporar perspectivas acordes a la cotidianidad de las nuevas infancias.

“Cuando leemos los cuentos, evaluamos de qué se puede hablar en cada versión. Buscamos no repetirnos y además para algunas temáticas también nos asesoramos. Nuestra intención no es bajar línea. Con este proyecto, de alguna forma, volvemos a ser chicos, y por eso contamos las historias que a nosotros nos hubiera gustado escuchar”, añade la locutora que guía los relatos en los que reconocidos actores y actrices prestan sus voces para cada personaje.

Mariano Chiesa, Agustín Sullivan, Marco Antonio Caponi, Gonzalo Heredia, Peto Menahem, Mónica Antonópulos, Luciano Cáceres y Brenda Gandini son algunos de los nombres que pasaron por Cuentos Feroces, junto con ilustradores e ilustradoras que diseñaron una portada especial para cada podcast y que se sortea enmarcada entre los seguidores de Instagram.

“La repercusión es muy buena, porque este proyecto responde a una necesidad que no era solamente nuestra”, afirma el escritor. “Nos llegan mensajes de padres y madres contándonos la reacción de sus hijos al escuchar un cuento que refleja cosas que les pasan a ellos, como una chica de 17 años que se había enamorado de su mejor amiga, como le pasa a Cenigenia. Todo eso no para de llenarnos de alegría”.

-¿De qué manera trabajaron estas nuevas versiones?

Shumi Gauto: -Entre los dos seleccionamos los cuentos, y nos dividimos el trabajo. Uno escribe una primera versión, y después nos intercambiamos el material y nos hacemos sugerencias y correcciones. Luego, yo hago una revisión para ver si el texto es adaptable al formato oral. Se han hecho muchos proyectos de deconstrucción de cuentos antiguos, pero lo que distingue a este proyecto es algo muy intuitivo de querer hablarles a los chicos, no combatiendo lo viejo sino proponiendo algo nuevo. Porque tenemos ganas de que los chicos se rían y se sientan identificados. Y porque sentimos que es una necesidad actualizar los cuentos. Antes había un consumo medio automático de las cosas, y si uno está alerta eso ya no se puede hacer.

Rodrigo Menéndez: -Es un trabajo en equipo. Hay cosas que se nos ocurren antes de escribir, y otras que van apareciendo a medida que vamos escribiendo. En Los Tres Chanchitos, por ejemplo, a uno de los hermanos se lo presenta como un vago, y cuando encaramos nuestra versión (Los Tres Chan) pensamos que quizá el problema que tenía no era ese sino que no tenía el dinero para construirse una casa como la que tenía el hermano más grande, y ahí decidimos aprovechar esa historia para hablar de las diferencias sociales y de oportunidades.

-¿Qué aspectos anacrónicos advirtieron en los clásicos que abordaron?

S.G.: -Lo más frecuente es encontrarse con roles femeninos pasivos, sin ningún tipo de herramienta para salir de situaciones opresivas e incómodas, y donde toda la esperanza de las mujeres está puesta en hombres que las rescaten, como sucede en La Sirenita o La Cenicienta, e incluso en Caperucita, donde el que resuelve todo es un leñador que pasa por ahí. Y otras cosas que aparecen mucho son un único modelo de amor y familia, y la fascinación por la vida de la nobleza o por la belleza física. Para mí, lo más lindo que tiene el arte es la identificación, y en esos cuentos son muy pocos los chicos que pueden sentirse identificados. Y nuestra propuesta es que cada vez sean más los que puedan decir: “Mi historia está en un cuento”. Porque es muy lindo sentirse parte de una herencia cultural, y los cuentos infantiles lo son.

R.M.: -Con Shumi hablamos mucho de la necesidad de hacer un consumo consciente, porque nosotros no creemos que haya que dejar de escuchar los cuentos clásicos, pero sí pensamos que hay que tener conciencia del mensaje que transmiten. Cuando un cuento genera un paradigma, uno en general no se lo cuestiona. Y creemos que hay que repensar muchas cosas y paradigmas que suponen una presión para los chicos.

-En la era de lo audiovisual, eligieron un formato auditivo. ¿A qué se debe esa elección?

S.G.: -Queríamos rescatar esa fascinación que teníamos cuando escuchábamos un cuento siendo chicos. Y además viendo el exceso de pantallas que hay en este tiempo, queríamos ofrecer una opción distinta. No hay muchas experiencias auditivas para los chicos. Si escuchan música, lo hacen viendo un video en YouTube. Y ahí escuchan el hit del momento, no un disco entero. Entonces quisimos ver qué les pasaba con esta modalidad. Y queríamos trabajar también con el momento posterior a la escucha del cuento, y darles herramientas a padres y maestros. Por eso, en nuestra cuenta de Instagram publicamos muchas consignas y actividades.

- Muchos de los cuentos duran quince minutos, un tiempo bastante prolongado que obliga a ejercitar la concentración. ¿Cuál fue la respuesta a ese formato?

R.M.: -La primera crítica que recibimos de amigos cuando lanzamos el primer cuento fue justamente que era muy largo, y que los chicos no se iban a quedar tanto tiempo escuchando. Y hablamos de eso entre nosotros, y apostamos por este formato porque creemos que la literatura es un ejercicio de paciencia. Y ese ejercicio en los chicos es natural, si uno le ofrece algo que les gusta. Cuando uno sale del facilismo de darles una pantalla, y te das cuenta de que los niños tienen capacidad de abstracción, y que simplemente hay que ejercitarla, ves que pueden estar mucho tiempo escuchado cuentos. Hay que darles esa opción. Quince minutos es muy poco tiempo, pero nos parece mucho porque estamos acostumbrados a las cosas cada vez más efímeras. Por eso, que en estos tiempos un niño pueda escuchar un cuento de esa duración, en lugar de agarrar una pantalla, nos llena de una satisfacción enorme.