Empezaré por el detalle. Si se observa la foto de cerca, las etiquetas impresas pegadas sobre las bolsas mortuorias que, como en una pesadilla, fueron alineadas en Plaza de Mayo y colgadas de una reja de la Casa Rosada en el marco de la protesta del día patrio, dicen: "Estaba esperando la vacuna pero se la aplicó/aplicaron [Nombre de persona o grupo vinculado/a al gobierno]". Cada nombre está impreso en negro sobre blanco, visible, en mayúsculas y tipografía grande. Es lo primero que se lee y, en muchos casos, lo único. La fórmula que precede al nombre está escrita en minúsculas, en letras celeste claro sobre fondo blanco y en letra chica. Celeste y blanco no son sólo colores patrios, son colores de mínimo contraste. El texto es casi ilegible y la lectura se produce en dos tiempos. En cada uno de los dos niveles de lectura hay un modo de significación. 

La macabra "instalación" del 27F me llevó a buscar herramientas interpretativas críticas. Me acordé de un texto clásico de semiología y lingüística que nos hizo analizar la genial profesora Graciela Tomassini en el Traductorado del IES Olga Cossettini: la compilación de conferencias de John Austin publicada en 1955 bajo el título "Cómo hacer cosas con palabras". Hay una versión castellana gratis en Internet, donde la categoría austiniana de "performativo" es traducida como "realizativo". Cito: "El tipo de expresión lingüística que hemos de considerar aquí... pertenece a la... clase... de las expresiones lingüísticas que se disfrazan. Esto dista de ser tan paradójico como puede parecer...". Austin da a continuación una serie de ejemplos de performativo o expresión performativa. Y los explica. Cito: "Bautizar el barco es decir (en las circunstancias apropiadas) la palabra “Bautizo...”. Cuando, con la mano sobre los Evangelios y en presencia del funcionario apropiado, digo “¡Sí, juro!”, no estoy informando acerca de un juramento; lo estoy prestando". Fin cita. Ciertas expresiones, emitidas en determinados contextos, no se tratan de enunciados que puedan ser verdaderos o falsos, sino de actos de habla

Quienes justifican la aberrante exhibición diciendo que son "sólo" "unas bolsas", ¿no leyeron a Austin? ¿No saben lo que es la función performativa del discurso? ¿No saben lo que es hacer cosas con palabras? ¿No entienden qué decimos cuando pronunciamos la frase "actos de habla"? Condenar es un acto de habla. Amenazar es un acto de habla. Negar es un acto de habla. ¿No saben lo que es un lenguaje? ¿Lo que es un código? Si emito un mensaje discursivo visual público que se inscribe en la tradición mafiosa de la amenaza de muerte, utilizando objetos asociados al desecho y al cadáver entendido como desecho, y los etiqueto con nombre y apellido, y los cuelgo de la reja de la Casa de Gobierno, estoy: 1) lesionando simbólicamente a los mencionados, 2) amenazándolos, 3) condenándolos moralmente (esto es legítimo en sí mismo pero hay otros canales, por ejemplo, el texto escrito), 4) protestando contra el Estado nacional (esto último es lícito en general), 5) cometiendo delito de apología del crimen. Si hago todo eso, con palabras y con cosas, y digo: "Ah, pero tanto lío por unas bolsas..." estoy: 1) negando los alcances de mi propio discurso; 2) invalidando la escucha, la interpretación y la sensibilidad de los destinatarios mismos de mi discurso, discurso doblemente retorcido y perverso ya que, como se decía en los años '70, "tiran la piedra y esconden la mano". ¿Me explico?

Párrafo aparte merece el texto en celeste: "Estaba esperando la vacuna pero se la aplicó...". El sentido literal vendría entonces a decir: "¿Pero no ves que el muerto es otro? Es ese que murió por culpa del nombrado". ¡Más perverso resulta así el discurso, más retorcido aún! La letra chica finge la desmentida de la grande, sin desmentirla en lo más mínimo. Como en una pesadilla, hay un contenido manifiesto literal y otro contenido latente metafórico, pero el que comunica todo el efecto discursivo del mensaje es este último. El contenido manifiesto narra la hipotética o ficticia situación de unos muertos de covid-19 que habrían fallecido al habérseles adelantado en el orden de vacunación los nombrados en negro. Según esa letra chica, lo que las bolsas contienen son esos otros muertos. La acción sería de protesta ante el quiebre de un orden de precedencia, que de eso se trató la queja masiva denominada "el escándalo de las vacunas VIP". Pero este relato no se deja leer a primera vista, sino que el primer impacto visual y cognitivo lleva a identificar, instantáneamente, los nombres pegados a las bolsas con los cuerpos que estarían en su interior. Este impacto deja un mensaje perdurable de amenaza, un contenido latente cuyo terror no será borrado por la perversa desmentida en celeste.

Salgo a dar una vuelta por los muros amigos y, con dignísimas excepciones como David Wapner, Ana Camusso y otres, noto que, en lugar de la marea negra de discursos de odio contra dos correligionarios, ahora todo son lunas y flores. Música y cánticos a la belleza. Fotos lindas y palabras edificantes. A lo sumo alguna frase lacónica lapidaria. ¿Qué pasó? ¿Eh? ¿Se cansaron de pegarle? ¿Desahogaron toda la frustración del encierro contra el anciano judío? ¿Se agotaron de darle para que tenga? ¿Nadie escribe largas invectivas de furia contra las amenazantes bolsas negras? Parece que no. Parece que ahora estamos tranquilos, calmados, fumados, sedados, todo bien, todo bárbaro...

Pero lo de las bolsas es magia negra como mínimo. Delito de apología del delito como máximo. O viceversa, según cada cosmovisión personal. Me pregunto dónde están los que ayer pontificaban en interminables diatribas contra Horacio Verbitsky y contra el compañero ex ministro doctor Ginés González García. ¿Les comieron la lengua los ratones? Tanta bronca tiraron por el "escándalo" (fogoneado en redes por propia tropa) de las vacunas VIP, y ahora que el presidente de la Nación pide que repudiemos las manifestaciones de odio ante la Casa Rosada, ¡todos tranquilos! Si algo cabe pretender, es que se revise la doble vara al revés: leña a los de adentro, calma con los de afuera...

¿Quién hubiera imaginado un silencio tan cobarde, después de la retórica inflamada de la semana pasada y aquel tono indignado de seguridad absoluta sobre lo que se estaba diciendo, de convicción verbosa digna de un juicio oral? Un tono forense pero histérico, paranoide, crispado, furioso. Una voz igual en muchos muros aunque se dijeran cosas distintas. Ese estado alejado del equilibrio, donde una cadena de pequeños o medianos errores terminó teniendo terribles consecuencias, iba siendo potenciado por el mismo clima turbulento de batifondo opinador consagrado a dar sentido al error a costa del delirio. Y el resultado fue una profecía autocumplida. Nos iban a colgar de la reja y nos colgaron, por ahora simbólicamente. Era lo que se esperaba. ¿Quién castiga un castigo?

Cito a David Wapner: "Las amenazas de muerte son un crimen, son un precedente que no se puede tolerar, el nazismo no se puede tolerar, el nazismo es por definición crimen y muerte". Cito a Ana Camusso: "En cualquier país que se jacte de vivir en democracia, grupos que se expresan así son declarados fuera de la ley y sus integrantes detenidos e investigados. No basta la simple condena. (...) La derecha argentina está muerta... No tiene salida alguna en un mundo donde no tendrán espacio porque esos grupos a lo argentino cuando actúan afuera son aborrecidos por los gobiernos de la democracia".