Una loca reminiscencia del contrapunto Parménides-Heráclito le bajó, dos mil setecientos años después a casi doce mil kilómetros de Grecia, a Alfredo Piro. “Creo tener una latencia de búsqueda constante que como intérprete me lleva a no repetirme en un mismo lugar”, dice él, oponiendo el “quietismo” de la impresión que originó la charla con PáginaI12 (“Tonos oscuros, estética punk, tango duro ¡No cambiás más, Piro!”) al movimiento constante de sus músicas, en veintidos años de trayectoria. La operación de aplicar la filosofía a lo musical tiene su justificación en que sí, en que hay una naturaleza en este hijo e´tigre y tigresa, que bien puede ser una síntesis entre quietud parmenidea y cambio heracliteano. "Cambia todo para que en definitiva nada cambie", refiere, aplicando un tercer cantar filosófico: el gatopardismo. Todo esto para pasar en blanco que eso de los “tonos oscuros” tiene sus propios matices, y que tales es lo que deja traslucir Tangótico Volumen I, el disco que Piro acaba de editar junto al pianista Pablo Montanelli. “La oscuridad es brillante, pero no todos los gatos negros son pardos”, ríe Piro. Y –ahora sí-- empieza la nota.

Hablará en ella del flamante trabajo atravesado, como es costumbre en él, por el tango y el rock. Por un punto equidistante entre ambas franjas estéticas, similar a la que admite entre quietud y movimiento. “A ver… el bagaje de toda nuestra música está interpelado por el tango como identidad cultural, por eso no hay una estrategia premeditada en este disco. Nunca se nos ocurrió un plan para encontrar el eslabón perdido entre el tango y el dark, digamos”, define el cantante y guitarrista, trazando otro de los perfiles posibles para entrarle al trabajo que presentará junto a Montanelli este viernes al aire libre, entre la vereda y la calle de Pista Urbana. “Este cruce de caminos terminó de juntar en este primer disco las piezas de un rompecabezas. Cada uno trajo su bagaje: fue la unión de obras instrumentales de uno con letras aportadas por el otro, y así nacieron las canciones”, detalla Piro.

--¿Qué pensás vos, Pablo, de esa persistencia del “tango duro” en lo que grabaron?

Pablo Montanelli: --Me encanta. Yo creo que el tango no tiene límites. Es un género que te permite expresarte, y se va alimentando de otros géneros al mismo tiempo… va creciendo cada vez más.

Tangótico Volumen I está poblado por seis piezas, todas compuestas por el dúo, y fue grabado vía virtual entre Argentina y Francia durante la pandemia. “Después de haber hecho tres discos en los cuales decidí motu propio desmarcarme del tango como genero excluyente, encontré la necesidad de volver a abrazarme al tango pero con un repertorio propio y sin la necesidad de anclar en un disco netamente de tango. Por suerte, en el camino apareció Pablo y es importante encontrar un par. Tiene que haber alguien más que te complete, y a quien vos también artísticamente complementes en su obra”, sostiene el hijo de Osvaldo Piro y Susana Rinaldi, aún envuelto en esa cosa de cambiar o no, tal vez extendiendo el concepto a quienes participan como invitados: Victoria Di Raimondo, que canta en "Es Otoño; Julio Coviello, ejecutor del bandoneón que suena en "Tango de No Amor"; y la talentosa Jacquelin Oroc, que la rompe con su violonchelo en "El Viajero", "Muerte Dulce" y "Coda". “Vamos a aprovechar la ocasión para presentar a Tangótico como banda: Pablo en piano eléctrico, Agustin Silberleib en batería y Coviello en bandoneón”, sorprende Piro. “No sabemos todavía cómo va a sonar, pero se vislumbra poderoso”, se entusiasma Montanelli, ex miembro de ese Quinteto Cachivache, que tocó el cielo con la manos en el Womex.

--Dado que ambos son también melómanos (no todos los músicos lo son) estaría bueno que contaran a través de qué influencias y referencias se sostiene el arte de Tangótico.

Alfredo Piro: --A través de un ancho camino, por suerte. Y no únicamente de artistas que se visten de negro. Hay timbres y armonías dentro de nuestro repertorio que van de Osvaldo Pugliese a Charly Garcia… dos referentes ineludibles tanto para el tango como para el rock, cualquiera de los dos. Curiosamente, el primer tema que nos pusimos a zapar con Pablo fue "El Milagro" un tango de Armando Pontier y Homero Expósito. Un cover bien oscurito, aunque lo tocamos una vez sola y lo dejamos, convencidos de priorizar una impronta propia, sostenida en letras y músicas nuestras, pero sin pretensiones reformistas, ni revolucionarias.

P.M.: --Bueno, si hay algún aporte por nuestra parte, bienvenido… Pero creo que lo nuestro es más una necesidad propia y no la ambición de hacer algo nuevo.

--¿Cuál es el “mito de origen” de la banda, retomando la onda filosófica?

A.P.: --(risas). Nos andábamos buscando sin saber uno sobre la existencia del otro. A mí me llegó un correo a la bandeja de spam con una gacetilla y un video en el que participaba Pablo. Vi que actuaba en el Centro Cultural de la Cooperación y decidí ir a escucharlo. Terminó el concierto, me acerque a saludarlo, me presenté, le dije quién era, y dejamos a futuro la posibilidad abierta de hacer algo. Al poco tiempo, nos encontramos a tomar un café: --"Dale, juntémonos y veamos qué pasa, veamos si hay química", dijo Pablo. Nos medimos antes de acercarnos, y salió bien.

--Algo de eso estará cantando Piro en “Coda”: “Cómo no ser indiferente al dolor si ves que el otro sos vos, con otra piel y otra voz”

P.M.: --Tal cual… la juntada estaba escrita en nuestras cartas astrales, pero como no sabemos leerlas tuvimos que esperar a ver qué pasaba. Después nos juntamos en casa y todo bien, pero cuando Piro empezó a traer letras se abrió un panorama totalmente nuevo para los dos. Empezaron a salir temas como churros.

--¿Cuáles de ellos?, uno por cabeza, por favor...

A.P.: --(risas) Bueno, para mí es “Otoño", porque es el primer tema que hicimos inmediatamente después de haber tocado juntos en vivo, de haberle dado entidad a Tangótico.

P.M.: --Yo voy por “Muerte dulce”, porque refleja mucho lo que está pasando hoy en la humanidad.