Del maniaco “segundo semestre” mudamos a la “pesada herencia” y de ahí a la “confrontación con las mafias”, un salto importante. Todos los medios se ocuparon de mostrarle al país la semana que pasó que Mauricio Macri había cambiado el eje de su relato. “O van presos o nos voltean” afirmó para que la sociedad toda sepa que no va a aflojar frente a las mafias de los sindicatos, la política, las empresas y la justicia. Las dos últimas se quedaron calladas.

El cambio de mes se sintió en el alma de Cambiemos. El 1A –y sobre todo el tratamiento mediático que recibió en Clarín, La Nación, Infobae y algunos más– le dio aire a un gobierno que necesitaba de la calle para completar su imagen. A la brutal operación en medios y redes sociales que venía resolviendo bien merced al manejo de tres presupuestos oficiales millonarios y granjas de trolls y robots, le faltaba expresión en la calle. El 1A consiguió el “efecto realidad” para mostrar que maneja las 3 dimensiones.

El Presidente, con un video dizque casero, agradeció la manifestación y dio los primeros indicios. Luego sus apariciones públicas confirmaron el relanzamiento. Clarín y La Nación harían lo suyo al unísono, como desde hace algunas semanas.

La demolición de las posiciones sindicales, necesaria para consolidar la baja del “costo laboral” en tiempos de inversiones flacas, se acentuó usando como trampolín el paro general del 6 de abril. Macri sobreactuó fortaleza frente a empresarios y financistas. Imposibilitados de ocultar el paro, Clarín y La Nación optaron por editar que el oficialismo salía airoso mencionando la represión como “control de los piquetes” y apelando a un “acatamiento dispar”, vago pero utilitario. 

El gobierno se ocupó de hacer saber que la decisión se había tomado “mirando encuestas”, quizá para construir que son muy racionales, que toman decisiones en función de datos en contraste con los “locos ideologizados” que se le oponen. Instalan que “una mayoría no quiere los paros”, un relato preformativo, como vimos con los docentes.

Cambiemos mostró –y no es la primera vez– que puede jugar en la cancha que tradicionalmente dominaron fuerzas del campo popular. Entrar en la comparación de quién tiene más convocatoria podría entrañar riesgos para estas. Con la probada capacidad de edición del dispositivo mediático, cada una de las manifestaciones opositoras será editada para asustar a la ciudadanía con “la amenaza destituyente”.

Macri debe sacar en octubre más votos que en la 1ª vuelta de 2015, donde sacó algo más del 30%. No parece tan difícil siendo oficialismo y con el apoyo del mainstream mediático. Pero le está costando mostrar logros y por eso polariza al límite con el kirchnerismo. Quizá trate de dividir, más todavía, a las oposiciones sindicales y políticas. Con eso también buscará seducir a votantes de Sergio Massa en aquella oportunidad. Inteligente, la cabeza del Frente Renovador guardó silencio en estos días. Cualquier manifestación lo obligaba a tomar partido y en ese caso arriesgar que una parte de su electorado se le empezara a alejar.

Para el kirchnerismo y el peronismo -no-tan- kirchnerista no es fácil la situación. Entrar en el juego que propone Macri parece sencillo, pero –con un posicionamiento opositor consolidado–, un discurso duro no asegura sumar muchos votos más. Debe ampliar la representación real sin perder la esencia, desconfiando de quienes se acercan justamente porque no tienen votos.

Pensando en octubre quizá se deba hacer simplemente anti-neoliberalismo, dejando de una vez de lado las micro identidades que componen nuestro variopinto universo. Y ver quienes suscriben ese programa. De paso dejar tranquilos por un tiempo a Massa y Stolbizer que armarán su frente electoral en la provincia de Buenos Aires. Es preciso un programa propositivo con un cuidado discurso electoral en esta etapa, porque el riesgo de seguir con “la nuestra” es quedar tirando golpes al vacío, o peor, golpear al adversario equivocado.

* Comunicador social, periodista.