Es una de las militantes por los derechos humanos con más actividad en la región. Su testimonio sigue siendo hoy para las nuevas generaciones una clave de construcción de sentido ante el entramado de terror que sistematizó el golpe de Estado del 76.

Monena, como todos la conocen, a sus 72 años es una fuente de vitalidad. Abunda en gestos que enfatizan sus palabras, vuelve siempre a la risa entre los relatos de tortura y humillación, y enciende siempre en su mirada la esperanza. 

Así nos recibe en su departamento, con paredes de un naranja exultante, ella también colorida, elige sentarse al lado de una foto de Milagro Sala y un pañuelo blanco heredado de su hermana Olga Márquez de Arédez, militante de la línea fundadora de Madres de Plaza de Mayo en Jujuy. El pañuelo porta dos prendedores con las fotos de su hermana y cuñado, Luis Arédez, secuestrado el 24 de marzo del 78 y luego desaparecido en el 77, cuando trabajaba como médico en el Ingenio Ledesma.

Mientras nos vamos acomodando, Monena comenta que recién votó por primera vez a los 33 años, y ese hecho, ante una actualidad donde el voto hoy es a partir de los 16, abre la charla.

-Toda mi generación vivió en dictaduras. Mis padres vivían contándome sobre el golpe a Yrigoyen. Después vino el golpe a Perón en el 55, después el golpe del 62 contra Frondizi, después el golpe del 66 contra Illia y después vino Onganía, Levingston, Lanusse, y después el terrorismo de Estado. Cuando salgo liberada definitivamente, porque había sido detenida en el 72 hasta el 73 en la época de Lanusse, después en el 75 al 83. Entonces en ese momento están las elecciones de Alfonsín y yo estaba con una libertad vigilada. Hacía tres meses que había salido de Devoto, y estaba recluída en mi casa con un policía en la puerta. Para salir a ver a mi hijo que vivía en otro pueblo tenía que pedir autorización al comisario. Cuando me comunican que ya había sido liberada de esa "vigilada", a los días me llega una notificación de que era presidenta de mesa de esas elecciones. Es allí mi primera experiencia y mi primer voto en el ámbito de la democracia. 

La herramienta democrática que es el voto lo hago en el 83 y tenía 33 años. Fui detenida cuando no había cumplido la mayoría de edad. La cumplí en la cárcel, en el 72. En total debo haber estado 9 años y pico en cárceles.

-¿Su detención ocurrió en Catamarca?

-No, yo soy tucumana. Se puede decir que hace 30 años que estoy en Catamarca. La provincia me adoptó, yo la adopté. Mis padres son catamarqueños, los dos son del Ambato. Y siempre Catamarca para mí era una provincia maravillosa en mi infancia, porque mis padres en el 43 se hicieron una casa de veraneo en El Rodeo. Entonces me crié con la gente del pueblo de El Rodeo, con los nativos. Cuando decido elegir un lugar para vivir que no sea Tucumán, porque vivía permanentemente en paros. Yo soy maestra y nunca conseguía trabajo, era una odisea después que salí de la cárcel, entonces elijo venir a Catamarca con mi esposo que era médico.

-Entonces los años de cárceles, ¿dónde fueron?

-72 en Tucumán; 75 a 82, Buenos Aires. Del 82 al 83, mi pueblo donde nací, Trinidad. Siempre en los servicios federales. En Rawson, yo estuve en la fuga, participé, estaba en la columna para salir y tuvimos que reintegrarnos a resistir. Estuve cuando nos comunican los presos comunes, y Tosco, el otro preso sindicalista que había, la masacre. Al otro día nos trasladan a todos a Devoto. Y estoy en Devoto hasta la amnistía de Cámpora. O sea, en cárceles fueron Brigada de Tucumán, Devoto, Rawson, de nuevo Devoto, en el primer periodo. En el segundo, desde el 75 hasta el 83, estuve detenida en un lugar que me secuestraron, en el momento que me secuestran… (pausa). No sé por qué estoy viva, siempre me he preguntado que algún designio debo tener en la tierra de seguir construyendo cosas. Soy detenida, secuestrada con un intento de fusilamiento y me llevan a un lugar que era Puente 12, que después pasó a ser el centro clandestino de detención Vesubio. Pero en ese momento estaba administrado y usado por las diferentes brigadas por la policía de la zona de Banfield, San Justo y San Martín.

Estoy allí depositada y torturada varios días, arman un operativo con armas, y yo estaba con Pentotal, que es una droga que te inmoviliza neurológicamente la parte física, la motrocidad, pero lo sensorial no. Entonces yo escuchaba todo, pero no podía ni mover los ojos. Me depositan en un auto y hacen un operativo como que en ese momento me detienen. Ya habían pasado 20 días de estar en un lugar de tortura. Después de eso paso a la Brigada de San Justo, donde hay toda una trifulca entre los que me traían y me recibían por la situación como iba. A mí me detienen junto a una prima y a un primo. Y más o menos como a la semana permiten que venga el juez, después que me recupero de las torturas.

En esa Brigada yo tengo la solidaridad eterna de un grupo de delincuentes jóvenes, comandados por unos que les decían los gitanos. De ellos se decía que eran una célula de Montoneros, no lo eran (risa), hacían expropiaciones y repartían a la gente del pueblo… Bueno, ellos fueron los que me protegieron, porque yo era la única mujer ahí, en una brigada de hombres. Y fueron los que avisaron, pagaron al guarda cárcel para que comuniquen a los familiares y me ayudaron hasta a vestirme, porque estaba desnuda, y me protegieron de violaciones en ese lugar. Después los encontraba a algunos de ellos en Devoto o nos mandábamos saludos cuando el juez nos convocaba para algún lado, El Gitano se hacía llamar uno.

Después de eso me trasladan a una cárcel de mujeres en San Martín, ahí estoy con presas comunes, del submundo de la miseria de los sectores más humildes y carenciados, muchas chicas jóvenes. Y de ahí me pasan a la cárcel de Olmos. Todo eso en el 75. En noviembre empiezan ya a tomar cartas las Fuerzas Armadas en las cárceles. Yo caí en un momento en que estaba Isabel Perón, pero no tan radicalizadas las cárceles en el manejo del servicio penitenciario de las fuerzas armadas. Después comienza allí a tener incidencia las fuerzas armadas. Pasa Luder que establece la ley donde les da prerrogativa a las fuerzas armadas en todo lo que significa para ellos la subversión. Era una cosa anticipada de lo que venía. Y ahí me trasladan con un grupo grande a Devoto, y éramos ciento y tantos, en ese momento permitían a las madres tener a sus hijos y había como 17 chiquitos, pero después del golpe pasamos a ser 1.500. Nunca hubo una concentración así hasta el día de hoy de mujeres presas políticas en una cárcel, de todas las provincias. Y estuve allí hasta fines del 82.

-¿En qué contexto te secuestran?

-Yo era estudiande de psicología en Tucumán y he vivido todo el Tucumanazo y la experiencia de un contexto político de mucha efervescencia, no solamente regional sino en todo el país y en todo Latinoamérica. Estaba lo de Vietnam, estaba lo de Cuba. Organizaciones revolucionarias, sindicalismo clasista, CGT de los Argentinos. Había un estado de efervescencia total, pero ¿producto de qué? Toda situación de reacción de parte del pueblo es a partir de una violencia institucional. La violencia del Estado genera violencia en el campo popular. Veníamos en Tucumán del cierre de más o menos 15 ingenios, una desocupación tremenda, una clase media muy golpeada. Lo mismo pasaba en otras provincias. Y era el liberalismo que se plantó estructuralmente, grandes deudas con el Fondo Monetario que era imposible cubrilas, restringir las fábricas, no existían micro emprendimientos. Todo eso era un combo tan grande de reacción social que surgió con esta generación, donde nuestra contradicción a todo eso que le podemos llamar liberalismo, nosotros usábamos dos palabras, que era la “lucha puntual” contra el imperialismo y la dependencia. Y ahí estaba Estados Unidos, todo lo que hacía la CIA en Latinoamérica o en África. Fue una efervescencia de movimientos democráticos liberadores del campo popular. Y yo me incorporo junto a mi marido a un Partido Revolucionario de los Trabajadores, el PRT, naciente en el 71. 

En la generación esa no nos planteamos aggiornarnos, sino un sistema más igualitario, más inclusivo, todavía seguimos con esa parte de la utopía, de conseguir un mundo mejor, una sociedad mejor. Esa es mi generación. Y hoy a los 72 años sigo luchando por ese contexto. Pese a vivir en democracia sigo pensando que falta mucho todavía.Teníamos contradicciones, pero teníamos claro el enemigo que en ese momento era las Fuerzas Armadas, y el beneplácito de la burguesía, que no había burguesía nacional porque fue destruida, de la oligarquía, de los civiles ligados a las grandes empresas nacionales, más la cúspide de la iglesia totalmente apoyando este golpe de las fuerzas armadas, que fueron el brazo armado de ellos, de esas fuerzas civiles para aplicar un proyecto económico puntual y lo venían intentando y lo siguieron intentando con Macri. 

O sea que hay un pueblo argentino que se revela, pero no hace saltos cualitativos todavía. Tal vez en aquel momento hubiera podido darse un salto cualitativo, si hubiera habido más tiempo y organización y conciencia del campo popular, pero éramos jóvenes, inexpertos, dimos hasta donde hemos podido. Así de toda mi generación hay muchísimos que se fueron al exilio, muchísimos han pasado el inxilio, resitiendo, mimetizados. Ayer recordaba a Alicia Sanguinetti, una curadora y ex presa política, que se tuvo que mimetizar en un pueblito de pescadores haciéndose pasar por la esposa del hijo por 5 años.Y a mí me tocó estar en la clase. Fue una generación que tiró hasta donde pudo, hasta arriegando su vida.

-Llega la democracia, ¿cómo puede definir las diferentes etapas de esa democracia?

-Te hablo de mi experiencia, Alfonsín, por ejemplo, que permite iniciar los juicios a la Junta Militar. Obviamente que la oligarquía no estaba muerta. La derecha, como ahora, no está aniquilada, se reconstituye más rápidamente que el campo popular. Pese a la cantidad de votos y al apoyo, hubo una reacción dentro de las Fuerzas Armadas apoyadas por civiles, los Carapintadas. Eso llevó al indulto y al punto final, dos leyes que retrasaron una barbaridad la posibilidad de los juicios. La frutilla fue cuando Menem los indultó. Yo valoro mucho en el campo popular a los organismos, sobre todo las Madres y Abuelas, que son ejemplos en el mundo, por su organización y persistencia en la búsqueda de respeto de derechos, que fueron todos avasallados en la tremenda dictadura del terrorismo de Estado. Lo primero que han hecho fue suspender la Legislatura, suprimir los sindicatos y partidos políticos, una política planificada de aniquilación a todo lo que sea expresión popular social, así surgen los desaparecidos, los secuestrados, los torturados, los fusilados. Los 700 campos de concentración. Estamos en el año 2021 y todavía hay muchos que no se animan a hablar de esto y a decir que conocen lugares donde ha habido detenidos y secuestrados. Es una construcción. Y después con De la Rúa, que endeudó más al país.

Yo recién comienzo a oler la democracia, la comienzo a percibir en mi piel, la comienzo a percibir en mi mente, en mi mirada, con Néstor Kirchner. Primera vez en mi vida que sentí protección. Es en ese preciso momento cuando para mí fue muy movilizante. Porque si bien me vine a vivir en Catamarca donde era una sociedad que actuaba con bastante indiferencia por mi situación, pero tenía su parte positiva, porque no estaban hurgando en mi pasado, me aceptaron por lo que yo era en ese momento. Pasé a ser maestra en El Rodeo, el pueblo sabía quién era yo, porque mis padres habían sufrido allanamientos de los militares cuando yo estaba detenida. Pero era yo en ese momento, tratando de ser la maestra, de dar lo mejor. Y mientras tanto mi militancia en los derechos humanos era aparte, tratando de organizar con la Mirta Clerici a los familiares, que siempre fue difícil organizar en Catamarca organismos de derechos humanos.

-¿Por qué?

-Viste que siempre se decía que Catamarca era una isla, no es una isla. En Catamarca hay todo un entramado social y familiar entre la iglesia, la clase pudiente y los militares. Los chicos desaparecidos, que hasta hace 6 años eran 25 desaparecidos catamarqueños, hoy son 55. Descubrimos que en el país hay 55 catamarqueños desaparecidos, producto de una investigación de estudiantes de historia de la Universidad. Y hasta hace 6 años teníamos 25. Mirá vos que estamos hablando del 2010, 2015, no estamos hablando del 90, y todavía se siguen buscando cosas.

Por qué valoro a Néstor, porque inmediatamente anuló las leyes de impunidad, y comenzaron de nuevos los juicios, impulsados por las Abuelas, impulsados por las Madres, impulsados por los organismos, el tema de lesa humanidad, que los delitos fueran imprescriptibles y que tampoco se los puede amnistiar. Quisieron hacerlo, 2 x 1 en 2017 y fue una reacción de la sociedad frente a eso. Como quiso también Macri en 2017 hacer que el Día Nacional de la Memoria pase a ser movible, también hubo una reacción. Hay cosas que la derecha quiere seguir, que viene a ser una palabra puntual que es negacionismo.

-Ese negacionismo existe aún en algunos sectores.

-Existe. La sociedad antes era peronistas y radicales, y antes era socialista y anarquistas. Pero a partir del liberalismo, la fuerza de la derecha, que maneja las estructuras económicas y los medios de comunicación, vemos una nueva forma de acomodarse la derecha. Y lo hemos percibido con Macri que por primera vez la derecha gana por elecciones. Apoyado obviamente por partidos reaccionarios que a su vez han sido revolucionarios en otra época, pero se han transformado socialmente, y de clase, y de proyecto. Lo que les tocaría a las generaciones de ahora es buscar cuál es ese sujeto social que va a dirigir esta nueva transformación. Porque no está. Antes teníamos la clase obrera, que era combativa, militante, clasista, revolucionaria. Hoy no está la clase obrera como fuerza. Pero van a surgir sujetos sociales que lideren nuevos procesos de transformación. La derecha sigue con todos los medios de comunicación y la presión económica. 

-¿Qué cosas cree que debe mejorar la democracia?

-Es una democracia que está en construcción. Hay cosas que me gustarían más. Me gustaría la libertad a Milagro y a todos los tupaqueros que están sufriendo injustamente. Me gustaría que no hubiera tan violencia institucional de las fuerzas de seguridad, porque siguen con la estructura vieja de pensamiento y de formación. Me gustaría que no existiera tanta discriminación por portador de rostro, por situación económica y social. Me gustaría que la salud sea igualitaria para todos, también una educación mucho más inclusiva. Y hay leyes a su vez, sumamente de avance que se hizo en este periodo de 2003 hasta ahora, con el gobierno de Cristina y de Néstor, y que se reforzarán con el de Fernández, que son las leyes de género, de diversidad, de adultos mayores, de interculturalidad, la ley de inmigrantes, la de lesa humanidad, por ejemplo. 

Hasta el 2010, pese que todas desde la CONADEP, desde estando en la cárcel a los organismos internacionales que visitaban, o al mismo juez denunciando las torturas, nunca nos tomaron eso, porque consideraban que eran situaciones no sistematizadas, o cuestión de un loquillo que lo hizo, cuando todo estaba sitematizado y organizado. Recién en 2010, el primer juicio en Rosario, los apremios que se llamarían de tormentos, las torturas, son considerados crímenes autónomos de lesa humanidad, en el 2010. En el juicio de una compañera que permanentemente denunció sus violaciones. Y ahí es cuando recién estamos saliendo de ese silencio social. Primero silencio personal, porque no es fácil hablar de las torturas. Todas las hemos pasado, no hubo una mujer… y ahora las nuevas formas a raíz de los movimientos de feminismo, han dado en la tecla con una nueva mirada de eso. No casualmente lo del 2010 es producto de estos movimientos feministas, y es producto de los hijos que han nacido en cautiverio y de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo y de los organismos de los derechos humanos, y además un organismo fundamental que monitorea las torturas y violaciones de mujeres en Latinoamérica y en el Caribe, y se volvió a traer aquel juicio de Serrivera que ya había sido sentenciado a que se lo analice como crímenes autónomos de lesa humanidad por violaciones. 

-En Putas y Guerrilleras, Olga Wornat y Miriam Lewin describen todo ese entramado de torturas y silenciamiento. Incluso después de su publicación se supo de mujeres que les contaron su historia, pero no habían querido que las publicaran.

-No es fácil. La perspectiva de género la primera vez que la hablé fue los otros días. Recién pude hablarlo, nunca lo había hablado. Y me venía haciendo una introspección sobre eso, y charlándolo con otras. Las que hemos sobrevivido y que nuestra función no es solamente testimoniar lo de uno, sino el deber y la obligación de testimoniar en tercera persona, qué hemos observado, visto, escuchado. Pese a que muchas lo hicieron en detalles, hay una gran mayoría que lo hizo en general. Recuerdo a raíz de que tenemos este hermoso colectivo, decidimos las sobrevivientes y las que seguimos viviendo, que hemos pasado por las cárceles, encontrarnos de nuevo después de 40 años. Vinieron del extranjero, de Suecia, de Francia, Canadá, Paraguay, México, de Catamarca fui yo y Cristina Ibáñez. Y ahí quedó formado la Colectiva Nosotras Expresas Políticas. Bueno, esa colectiva nos permite hablar de esto que estaba silenciado. Silenciado por nosotros, la magnitud, porque frente a los desaparecidos, al ser sobrevivientes, como qué vas a contar lo que te ha pasado si estás viva… y porque tampoco sentíamos que la Justicia y los operadores de la Justicia y a la sociedad les interesara. Había un silencio total.

-¿En algún momento sentiste que ese entramado de silencio logró entre ustedes una división, por ejemplo entre las presas?

La cárcel, el que nunca haya vivido en la cárcel… te imaginás que éramos mil y tantas mujeres que nos atravesaba de 13 a 70 años, profesionales del arte de la cultura, de la intelectualidad hasta analfabetas, todos los movimientos políticos, hasta radicales, todas las religiones. Nos atravesaba todo eso en la cárcel. Entre nosotras había tremendos debates, pero frente al enemigo, que era ese, porque en la cárcel pasaba lo mismo que pasaba fuera. Nos quitaron todo, nos humillaron, qué más te puedo decir, nos limitaron la comunicación. O sea, vivir en una celda, con una letrina, cuatro cuchetas, tener que hacer tus necesidades en público, y vivir años así. Llega un momento de ser inhumana en cosas. Uno rozaba eso y había que sobrevivir cosas. Nunca dejamos pese a que había todo ese entramado, cuando había que accionar sobre un avance de ellos, estaba la delegada que expresaba el pensamiento de todas. Algunas veces había muchas que no estaban de acuerdo, pero si lo decidía la mayoría se aceptaba. Porque quedarse sola, era como que te atrapaban ellos y te comenzaban a debilitar. A aislarte. A mandarte al hospital. A drogarte. A hostigarte desde el cura buscando información y delación. Era hasta peligroso enfermarse, porque si ibas al médico era un aparato entero.

Eso que uno ha vivido en la cárcel que se llama solidaridad, lo hemos reflotado con esa Colectiva, y nos hace bien mirarnos, estamos conectadas todos los días, y nos permite replantearnos esa etapa y darle una perspectiva de género: ¿qué pensaban los militares de la mujer en ese momento? Descubrimos que a nosotras, esa mujer rebelde, joven, militante, la odiaban, porque para ellos el concepto de mujer era doméstica, privada, dedicada a los hijos, a la tearea del hogar, a las tareas de cuidado, que estudiaba, sí, pero quien tenía que dedicarse a la parte política y pública era el hombre. Obviamente, por eso fuimos doblemente avasalladas y torturadas, por eso las violaciones, individuales y colectivas, por eso todas hemos pasado toda aberración desde la humillación, desde la burla hasta las violaciones. Y eso recién a partir de 2010 tiene un nombre, crímenes de lesa humanidad. La desnudez obligada es un crimen de lesa humanidad. Entonces estamos en la etapa de no silenciarnos, de hablarle a la sociedad y también a la Justicia, que no dé la vista hacia el otro lado.