El 11 de marzo Tehuel, un pibe trans, salió de su casa a una entrevista de trabajo en Alejandro Korn y nunca más volvió. Debía encontrarse con Luis Alberto Ramos, en cuya vivienda la policía halló restos quemados de un celular. En el allanamiento policial, este declaró que había quedado en encontrarse con Tehuel en Alejandro Korn, que le había pedido que lo acompañara a su hogar y allí le explicó que no podía darle el empleo.

¿Para qué lo llevó hasta su casa? ¿Por qué no le comunicó que no tenía trabajo en Alejandro Korn? Ramos también declaró que Tehuel le había pedido plata y como no tenía, fueron hasta el cajero. Al ver que no quedaba saldo, se saludaron y se fueron cada uno por su lado.

Por estos dichos, Ramos fue imputado por falso testimonio, ya que no se detectaron movimientos en su tarjeta de débito, ni las cámaras del banco habían registrado una sola imagen de ellos ingresando al lugar. Además, habrían encontrado fragmentos quemados de una campera similar a la que llevaba ese día y piezas de un celular similar al de Tehuel.

Al pasar de los días y al ver la poca difusión que tiene el caso en los medios, siento que se refleja el corto registro que sigue habiendo de nosotres. Es justamente lo que pedía en mi columna de la semana pasada: un poco más de empatía. Este caso nuevamente expone la vulnerabilidad que aún vive el colectivo LGTBIQ+ en Argentina. No solo por la violencia machista, que nos atraviesa a todes por igual, sino que también porque seguimos teniendo un alcance limitado a los derechos básicos que puede anhelar cualquier ser humano: una vivienda digna, un trabajo en el cual se nos respete, acceso a un sistema de salud y a una escolaridad completa.

A esta fragilidad hay que sumarle algo que también es doloroso: la desaparición de un pibe trans, aparentemente, no conmueve tanto a la gente. A mí me cuesta creer que esta sea una sociedad que busca invisibilizar a nuestro colectivo. Me niego a naturalizar que compañeres sigan desapareciendo y nadie haga nada. Así como nos movilizamos con la nena M, deberíamos hacerlo con cada piba, pibe, mujer, niña o niño que no está. Silenciar es un modo de ser cómplice de un Estado ausente que sigue haciendo oídos sordos a nuestro reclamo.

Muchas veces me preguntan por qué me volví tan militante. Porque me cansé de vivir en un país donde solo somos aceptadxs si pertenecemos a los medios y condenadas si somos anónimxs. Hoy, caminar por las calles continúa siendo un peligro para el colectivo travesti trans: les denigran, insultan, les pegan y si quieren, les matan. Mi mayor sueño es que mis hijxs y lxs que vendrán vivan en una sociedad más justa, diversa, que no discrimine por tener una mamá travesti, lesbiana, padres gay o como se perciba cada une.

Por eso, con diferentes organizaciones de derechos humanos hemos decidido unir fuerzas y estamos pidiendo que en los medios se respete la identidad de Tehuel y la máxima difusión del caso. También la presencia a toda organización con ganas de ayudarnos y desee acompañar nuestro pedido. ¡Por la pronta aparición de Tehuel!