Valentín Reales creció en Cabín 9, el barrio fronterizo entre Pérez y Rosario. Sus calles de tierra y el enorme terraplén ferroviario que lo identifica, fueron testigos de sus primeras travesuras, y también de las últimas. A los 14 años, y con seis sobre su espalda trabajando para una banda criminal, decidió contar su experiencia ante la justicia para ponerle fin a esa historia. La justicia provincial detuvo a sus principales miembros, muchos de ellos adolescentes, pero poco hizo para protegerlo. Desde el 15 de noviembre de 2016 Valentín se encuentra desaparecido. Los relatos barriales ubicaron su cuerpo, brutalmente torturado y vejado, en un campo. Sin embargo cuando los rescatistas llegaron y excavaron, solo quedaba de él una zapatilla con sangre. Se presupone muerto, aunque las presunciones son más graves aún: como la que fue desenterrado la noche anterior al hallazgo, por alguien que tuvo la logística y la información sobre la medida judicial. No hay que especular mucho para pensar en sus responsables: la subcomisaría 18 del barrio es denunciada en esta nota por familiares y allegados a Valentín por su complicidad. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos acaba de pronunciarse pidiendo la custodia efectiva de la mujer que le abrió las puertas de su casa y que está siendo brutalmente agredida cada día. También le pidió al estado santafesino que considere el caso de Valentín como desaparición forzada de personas, por lo cual debería pasar al fuero federal. El fiscal Guillermo Apanowicz es el responsable de la búsqueda de Valentín. El mismo que ya tuvo una perfomance más que criticable en el caso de Franco Casco, Gerardo Escobar y Nerea Barbosa, cuyos restos aparecieron en la autopista a Buenos Aires. La desaparición forzada implica la participación de fuerza estatales o la inacción de las mismas, por lo cual su aquiescencia permite la consumación del delito.

Ramona (su nombre es ficticio para protegerla) es la mujer que le dio cobijo en los últimos años, y ayudó a que el chico se "rescatara". Su casa hoy exhibe las consecuencias de ese gesto: tiene numerosos impactos de bala en su frente, en electrodomésticos, en las ventanas cuyos vidrios desaparecieron hace tiempo, y en la puerta de ingreso. En verdad esta abertura ya fue cambiada porque la anterior fue destrozada a escopetazos por la banda de los Cuatreros. En los últimos días la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le ordeno al gobierno santafesino que protegiera a esta familia. Lo hizo luego de la presentación del ex defensor general Gabriel Ganón, quien patrocina a esta mujer. En verdad ya lo venían haciendo, o algo parecido a eso ocurría. Desde hace un largo tiempo cada seis horas una chata policial estaciona frente a la casa de calle Los Chingolos y un agente baja para hacer firmar una planilla, que 'confirma'la custodia. Curiosamente una vez el propio Valentín abrió la puerta y fue sorprendido por el rostro del policía: era el mismo que pasaba por el búnker que el chico atendía hace tiempo a buscar el dinero con el que se compraba el silencio policial.

 

Andres Macera
Valentín sonríe desde una foto con la que se pide su aparición.

 

"Valentín fue un soldadito de los Cuatreros, desde los ocho años, vendía droga para ellos, acá en la plaza. Hasta que se hizo amigo de mi hija, y le empezamos a decir que una cosa era consumir y otra cosa vender. Vendía porros, merca, un poco de cada cosa, en la plaza frente a la comisaría y frente a la escuela". El relato corresponde a Ramona, la mujer que decidió ayudarlo a los 10 años. "Le abrimos la puerta de mi casa porque nos daba lástima, cuando llegaba drogado, su madre lo dejaba afuera" confiesa.

 

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos acaba de pronunciarse pidiendo la custodia de la mujer que lo cuidó.

 

"Valentín apareció cuando perdí a mi marido. Ni bien llegamos a esta casa, mi marido se murió de un ataque al corazón. Sufrió mucho porque tuvimos que dejar nuestra casa anterior, regalarla a una iglesia evangélica. Los Cuatreros nos exigían que se la entreguemos para poner un búnker, que estaba frente al bunker de ellos, en la calles Los Gorriones al 600". Como nunca accedieron, tuvieron que irse. Pudieron hacerlo por el esfuerzo de su esposo, contratista de obra. La salud sin embargo le jugó una mala pasada: falleció dos dias después de esta mudanza.

Ramona, describe ahora a la banda: "Los Cuatreros son muchos, hay mujeres, madres, cuñadas, Nicolás Monserrat, alias Dibu, que es el que más daño nos ha hecho. Ahora esta preso en Piñeyro porque le arruinó el brazo a un pibe de 14 años de tantos balazos que le pegó porque no lo dejo entrar en una fiesta. Después está Matías Cabrera, que es el hijo del capo, Antonio Cabrera alias Narigón que es el organizador de la banda. Está también Nahuel Ortiz, el Negro, que está preso porque baleo a una familia y le pego un tiro en el pómulo derecho al hijo de esta pareja". Lo hace a modo de resumen. Los nombres son muchos más y algunos de ellos son menores aún hoy.

-¿Qué pasó entre los Cuatreros y Valentín?

-Se enojaron mucho cuando vieron que Valentín se juntaba con nuestra familia, a la que ellos califican de rebelde, porque nunca les dábamos nuestras cosas. Es más mi hija tuvo que dejar de ir a la escuela secundaria porque la directora me pidió por favor, porque ellos baleaban la escuela todos los dias. Los maestros no sabían si salían vivos de la escuela. Mi otro hijo ni siquiera pudo terminar la secundaria. Mis dos hijos eran sus amigos. Hasta que un día Valentín vino y dijo que se había rescatado y que no iba a vender más. Pero todo se fue complicando, la banda le pegaba cada vez más. Una vez a mediados del año pasado, lo desfiguraron tanto que en la foto que salió en algunos lados, esta irreconocible. Pero no se achicaba, los trataba de giles. No les tenía miedo. Hasta que fue con el fiscal Fernando Dalmau y contó todo: donde vendía la falopa, donde estaban las armas, quienes eran los miembros. Valentín quería terminar con todo eso. Y le costó caro. Esa vez lo agarraron en el pool, que está al frente de la comisaría.

-¿Qué hace la policía en el barrio, los cuida?

-La policía esta arreglada. La comisaría esta al frente de ese pool, y no pueden decir que no ven la jarana que hay ahí, todo el día y la noche. Es insólito. Peor que eso: yo no tengo agua potable, sino que la tengo que ir a buscar a una canilla al lado de la comisaría, y los Cuatreros cada vez que me veían me golpeaban o me corrían a los tiros. Es una vergüenza lo de la policía.

-¿Valentín los denunció?

-Sí, Valentín fue a denunciar varias veces a la policía, porque conocía que iban a buscar la coima, para dejarlos trabajar a los Cuatreros. La tía lo acompañó y que la misma policía le pegaba. Pero nunca se hizo nada, todo quedaba igual. Lo mismo que ahora, yo denuncio y no pasa nada. Hoy en los papeles figura que hay una patrullero cuidándome en la puerta de mi casa, y ustedes ven que no hay nadie.

 

La subcomisaría 18 del barrio es denunciada en esta nota por familiares y allegados a Valentín Reales.

 

-¿Qué es lo que denunció Valentín?

-Aportó todos los datos sobre los lugares donde guardaban armas y la droga. Contó que día buscaban la droga y cuánto se recaudaba, y quienes eran los oficiales que iban a cobrar las coimas. Aportó un montón de datos, muchísimos datos. Los Cuatreros supieron que fue él y se vengaron.

Los operativos de desarticulación de la banda tuvieron lugar el jueves 10 de marzo de 2016: fueron trece los detenidos, muchas armas incautadas y veinte kilos de estupefacientes, que habían sido "robados" de un camión secuestrado en la subcomisaría 18. Todo un lujo. Según la caracterización del fiscal a cargo, se trataba también de una banda que intimidaba y atacaba a personas con armas de fuego para que abandonaran sus viviendas y así después ocuparlas.

-¿Ustedes pudieron reconstruir los últimos momentos de vida de Valentín?

-Lo llevaron a una casa que tiene el jefe de la banda y lo golpearon.

Después según contó Pablo V., lo tuvieron dos días atado en un árbol, lo apuñalaron, y estaba tan mal que se hacía pis encima, mientras pedía perdón. También nos contaron que lo violaron. Son enfermos. Yo estoy convencida que la policía les aviso que lo sacaran de esa casa del Narigón Cabrera, donde lo tenían. Pablito contó que le dieron un martillazo en la frente y lo enterraron en el campo de Braulio, donde hacen equinoterapia". 

Pablo V. tiene solo 16 años. Es uno de los jóvenes que figuran en las crónicas policiales de los últimos tiempos. Detenido en el Irar lo prendieron fuego cuando estaba solo en un calabozo. En los días previos, había empezado a hablar sobre el brutal martirologio de Valentín. Para Ramona "lo hicieron callar". Hoy tiene arresto domiciliario en su casa de Cabín 9.

Finalmente la tía de Valentín, Claudia Molina, confiesa que "la policía siempre estaba del lado de los Cuatreros. El comisario Pascua siempre me rechazaba las denuncias".

-¿Qué relación tenía la policía con esa banda?

-Le cobraban para liberarle la zona y trabajar. Había complicidad.