Algunos días antes se había anunciado que Hayden Christensen (Anakin Skywalker) asistiría a la Star Wars Celebration del fin de semana pasado en Orlando, el encuentro más grande de los fanáticos de la franquicia de todo el mundo. Pero ¿no se supone que la gente odia las precuelas? ¿Christensen no sería inmediatamente abucheado y expulsado? Y, sin embargo, en una gran demostración de cuán cálida y abierta es la Celebración, se lo recibió como un antiguo miembro de la familia: ni un signo de juzgamiento ni de furia nerd. Alguien le alcanzó un jarro de arena para que lo firmara; el actor se rió, todos se abrazaron y la fiesta continuó.

Siempre puede encontrarse un aire de cinismo en este evento corporativo a gran escala, incluso dentro la ferviente dedicación de los fans de Star Wars. La adoración a George Lucas, el hombre que hizo una película sobre naves espaciales disparándose una a otra, puede haberse visto algo agotada. Del mismo modo, el androide BB-8 pareció recibir una reacción más entusiasta que sus coestrellas humanas cuando apareció en el escenario para el panel sobre The Last Jedi, mientras en el lobby se veían otros cinco BB-8 por ahí. El fanatismo siempre tiene extraños excesos y resulta algo desconcertante ver a la gente volviéndose loca ante alguien vestido como Gormaanda, personaje del infame Especial de Navidad de Star Wars. Pero aun así, los no enteramente fanáticos nunca llegan a sentirse fuera de lugar. Star Wars ofrece la clase de mundo que une a la gente, porque cree en un mundo donde cualquiera puede ser el héroe, y en el que eventualmente el bien siempre triunfa.

Esa actitud se filtra entre el público. Se ve a extraños conectando, aun con una sonrisa breve. Los chicos corren gozosamente en sus disfraces de Leia o Finn, sonriendo de oreja a oreja porque están en un lugar donde son libres de actuar como sus héroes. Ciertamente, aquellos sobre el escenario le dan al público todo lo humanamente posible. Claro, están frente a las masas que probablemente pagaron su casa, pero se percibe una clara sinceridad. Rian Johnson, director de Episode VIII – The Last Jedi (que se estrenará en diciembre) apareció la noche anterior al panel sobre su film para saludar a la gente que acampaba fuera de la sala. Al día siguiente se sentó con la sonrisa de un chico en Navidad, mientras le sacaba fotos a la multitud. El tributo de Mark Hamill a Carrie Fisher (ver aparte) fue sorprendentemente sincero y emocional para un actor tan acostumbrado al espectáculo y el humor: le confesó al público que estar allí, trabajando sobre sus emociones frente a la gente a la cual Fisher dedicó tanto de su vida, se había transformado en una especie de terapia para su proceso de duelo.

Quizás algunos no se volvieron tan locos con BB-8 o no se sienten tan identificados con aquellas precuelas, pero la Star Wars Celebration ofreció la revelación de por qué la serie de películas puede siempre contar con tantos fans. Quizá no todos se sientan igualmente representados; la franquicia todavía tiene mucho por recorrer. La introducción de la actriz asiático-estadounidense Kelly Marie Tran, que tiene un rol importante en The Last Jedi, fue particularmente aplaudida. Quizá tenga que ver con que es una franquicia que –últimamente aún más– presenta mujeres heroicas, interesantes y complejas, en pantalla y en los variados medios de su universo. Una tendencia que empezó con la Leia de Carrie Fisher, lo que hizo especialmente difícil acercarse a la Celebration de este año sin un peso en el corazón; estaba fresco el recuerdo de que apenas un año antes ella estuvo en el encuentro de Londres, bromeando con sus coestrellas y mimando a su amado perro Gary. Tuvo un gran momento entonces, como en cada convención en la que participó. Aunque no siempre se sintió a gusto con los extraños excesos de la fama, Hamill y su hija Billie Lourd dejaron claro que ella amó el personaje de Leia con cada fibra de su ser.

Star Wars se ha convertido en un lugar donde las mujeres celebran su propio valor, de Fisher a Daisy Ridley, pasando por la voz de Star Wars Rebels de Sabine (Tiya Sircar) y por cada fan de ambos sexos. Es notable no sólo el orgullo que puso el estudio en sus personajes femeninos –en múltiples tributos, incluyendo un segmento propio en los fuegos artificiales de DisneyWorld–, sino cómo ese orgullo es compartido por los fanáticos. El panel Heroínas de Star Wars, que presentó la nueva iniciativa Forces of Destiny (con liderazgo femenino), produjo explosiones de júbilo ante la mención de cada personaje: Jyn, Padme, Ahsoka. Asistentes de todas las edades fueron con la ropa de sus personajes femeninos predilectos; lo más alentador fue ver cuán variadas eran las apariencias. Algunas se mostraron con la fuerte armadura mandaloriana de Sabine, otras en los trajes ultrafemeninos de la Reina Amidala. Había Leias con traje para la nieve de Hoth, Leias con clásico vestido blanco y –por supuesto– algunas Leias-esclavas de Jabba. En Star Wars la feminidad no es estricta y su significado en expansión renueva el fanatismo.

Las partes oscuras de Internet inevitablemente protestarán e insultarán por el hecho de que Rey tome el centro de la escena como la heroína de The Last Jedi, parada en el centro del poster con su sable de luz en alto; o por el hecho de que el protagonismo del más reciente videojuego, Battlefront II, sea la comandante femenina del Escuadrón Inferno, unidad imperial de elite. Pero nada de eso se vio en la Star Wars Celebration. Por unos días, al menos, fue hermoso vivir en un mundo algo mejor.