Desde Santa Fe

¿Cómo operaba el ex jefe de la Policía Federal de Santa Fe Marcelo Lepwalts, condenado a cuatro años y tres meses de prisión e inhabilitado de por vida para ocupar cargos públicos? El Tribunal Oral de Santa Fe lo definió en los fundamentos de su sentencia que se conocieron el jueves. “Su peligrosidad no se revela quizás a través de los cánones ortodoxos propios de los delitos que exigen violencia, sino por el contrario, proviene de su conducta fría, insensible y maquinadora, que revelan su alto grado de desprecio por las normas y pautas de convivencia social”. En un fallo de más de 100 páginas, el Tribunal coincidió que Lepwalts dirigió una “empresa criminal” –a la que el fiscal Martín Suárez Faisal llamó “Delegación Santa Fe SA”- y su meta desde que asumió el cargo en marzo de 2018 hasta que cayó, el 9 de mayo de 2019, “obedeció pura y exclusivamente al objetivo de armar un grupo de trabajo adecuado a su plan estratégico de beneficiarse personalmente”.

La condena a Lepwalts es la primera a un jefe de la Federal, en Santa Fe. Deberá cumplir cuatro años y tres meses de prisión e “inhabilitación perpetua” por “cohecho”, “incumplimiento de deberes”, “abuso de autoridad”, “sustracción de pruebas”, “falsedad ideológica de documento público” y “tenencia simple de estupefacientes”. Su segundo, Cristian Bogetti, la misma pena por los mismos delitos (más “encubrimiento agravado”). Y los otros cuatro policías del “grupo de trabajo” a su mando: Michel Juan Arbildo: 3 años y cuatro meses y Carlos Gómez Navarro, Darío Duarte y Lucas Bustos: 3 años.

En el juicio se ventilaron los operativos de la SA a un vendedor de sustancias ilegales, Guilermo Kernc, que pagaba las “coimas” y también fue condenado a cuatro años de cárcel por “cohecho”, “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización” y “tenencia de arma de guerra”.

Uno de esos operativos fue la entrega de un celular que le incautaron a Kernc a cambio de 120.000 pesos, en dos pagos. En el pacto, participaron “los agentes inmorales bajo el manto protector de su delegado”, que era Lepwalts, explicó el presidente del Tribunal, Luciano Lauría, en el primer voto. “La misión ilegal” se cumplió “en inmediaciones de la Costanera santafecina”, tenía la “venia” de Lepwalts y “fue supervisada, custodiada y ejecutada por Bogetti, Arbildo y Gómez Navarro”. Pero lo que escapó al “control meticuloso que Lepwalts tenía sobre las causas judiciales y que a su vez ignoraban sus subordinados” es que los teléfonos de “Kernc y de su madre estaban intervenidos”. Ahí  comenzó la caída.

Apenas asumió en Santa Fe, Lepwalts descabezó la Brigada de Investigaciones y organizó los reemplazos con “los más despiertos”, como los llamó en el juicio. El Tribunal dijo que el hecho “obedeció pura y exclusivamente al objetivo de armar un grupo de trabajo adecuado a su plan estratégico de beneficiarse personalmente”.

“Lepwalts tenía la responsabilidad y obligación de dirigir las tareas de prevención de delitos, con el control y la ejecución de esas acciones, ya sea de inteligencia u operativas relacionadas con la creciente narcocriminalidad existente en nuestra zona, que tantas muertes y dolor viene provocando a la sociedad santafesina en los últimos años”, señaló el Tribunal. “En tal carácter tuvo conocimiento directo de las investigaciones” que se realizaban, él “comandaba la fuerza, manejaba el personal y recibía las novedades” en el “esquema piramidal de la fuerza”.

Por lo tanto, el “accionar” de Lepwalts “no puede escindirse” del jefe de la Brigada de Investigaciones que era Bogetti (“su mano derecha”) y de los demás “dependientes”: Arbildo, Gómez Navarro, Bustos y Duarte, que no tenían “vuelo propio”. “De allí que es inverosímil que algunos agentes puedan realizar todas las acciones delictivas juzgadas, sin la dirección, intervención, conocimiento y complicidad de la autoridad máxima; en el marco de una estructura absolutamente vertical como es la Policía Federal”. “Lepwalts fue responsable de los hechos delictivos de los que participaron los policías coimputados” y por lo tanto debe responder por ellos en carácter de autor”, agregó.

El Tribunal consideró como “agravante” la jefatura que desempeñaba Lepwalts, su “poder de mando” y la “supremacía” ante los “subordinados”. “Esa posición de privilegio que debía ser utilizada” para cumplir la “función social que se le encomendó, él la puso al servicio de sus “intereses personales”. “De esta forma, con esa actitud insensible y despreocupada de las consecuencias, defraudó la confianza" que tenía en "tan alta función”.

“Las consecuencias de su conducta, no sólo fueron en desmedro del prestigio de la institución policial sino también en perjuicio de la sociedad en su conjunto, por lo que se extiende considerablemente el daño causado. Su peligrosidad no se revela quizás a través de los cánones ortodoxos propios de los delitos que exigen violencia, sino por el contrario, proviene de su conducta fría, insensible y maquinadora, que revelan su alto grado de desprecio por las normas y pautas de convivencia social”, concluyó.

Al voto del juez Lauría adhirieron sus colegas María Ivón Vella y José María Escobar Cello por lo que la condena salió por unanimidad.