Cómo producir imágenes que digan desde quienes suelen ser retratados de manera impiadosa, estereotipada y tendenciosa. Sería como revertir los lados del espejo. Si estos lados se alteran, surgen otras miradas y comprensiones. Por allí indaga la cámara de Fabio Zurita en su documental Cheto Cheto, que es estreno en la plataforma Cont.ar. En verdad, se trata de una película compartida, donde la autoría está dada por quienes habitan en lugares de encierro. Justamente, Cheto Cheto visita las vidas y palabras de pibes que sobreviven al maltrato de los institutos de menores en provincia de Buenos Aires.

El despunte es un taller de cine, un momento repartido entre películas y puesta en escena. De allí resulta Cheto Cheto, a partir del rodaje que los pibes hacen y del registro que del hecho la película agrega. Son capas de sentido, superpuestas, nunca divididas de manera esquemática, que conviven entre transiciones que dialogan con la ficción, el documental, los testimonios y la realidad más cruda, la de esas paredes “arrugadas”, como uno de los pibes, poeta, dice.

“El punto de vista estuvo dado desde los mismos pibes, son ellos quienes llevan la película adelante, salvo cuando se escucha la voz de Eduardo Blanco, que fue una excepción, porque era parte de un corto previo, anterior a comenzar el rodaje como tal”, explica Fabio Zurita a Rosario/12. El retrato que surge es colectivo y también dolido. Como explica el director, sobresale “la honestidad de ellos mismos, allí adentro hay un código, no dicen que al salir no vayan a robar o cosas parecidas. Ellos se encuentran con realidades muy difíciles, tanto adentro como cuando salen. Muchos pierden la vida o reinciden, lo que evidencia que esta supuesta reinserción fue más bien un castigo, como dicen ellos. Eso denuncia muchas cosas, y evidencia la fantasía que tiene la gente cuando se habla del encierro a menores y se pide bajar la edad para las condenas”, continúa el director.

-Tal como exponés, hay chicos trasladados a cárceles de adultos y que conviven con una realidad todavía peor.

-Es durísimo. A César, a quien ya le estaban por dar la libertad, por un informe el juez decide meterlo en un penal de adultos. Cuando lo fui a ver estaba preocupado, asustado. Él mismo dice que un instituto de menores es un jardín de infantes comparado con el lugar en el que le tocó estar. Es una crueldad tremenda, pareciera que la responsabilidad de estar encerrados sería de ellos mismos, y se los castiga doblemente, con un lugar donde hay otros códigos y otras cuestiones.

-Destaco tu sensibilidad, porque la película convive con ellos.

-Te doy un dato chiquito. Cuando fuimos a Formosa (parte del rodaje transcurre allí, como una mirada esperanzada, de cielo abierto), luego de hablar con las autoridades sobre qué era la película, la gente del lugar se preguntaba cómo serían los chicos, cuándo iban a llegar, cuando ellos ya estaban allí y se comportaban de una manera muy educada. Se los veía como delincuentes, de acuerdo con el imaginario.

-Algo que es alimentado por los mismos medios, por eso la importancia de tus imágenes.

-Eso es lo que me interesa. Una vez que podamos volver a movilizarnos, quiero viajar con los chicos y mostrar la película, para que la gente la vea, se exprese y diga lo que piensa. Para ver qué se puede ir haciendo. Muchas voces hacen un poder, y eso hay que generarlo constantemente y con la presentación misma de la película, que seguirá su camino, a partir de todo aquel que la vea.

-No puedo dejar de resaltar la presencia de Osvaldo Bayer; los pibes dicen que “era un pibe más”.

-Los pibes lo ven como un pibe y es hermoso. Él se quedó bastante tiempo en el instituto, pero ese día hubo una helada tremenda y en el lugar no hay calefacción. Le consiguieron una estufita y él se empecinó en quedarse, le gustó mucho compartir ese momento. Después de ese día, muchos empezaron a escribir más, porque les dio una esperanza grande al decirles que él había comenzado a escribir a los 18 años, a la misma edad que la de ellos.

-Al momento del rodaje, ¿tuviste dificultades por parte de autoridades?

-Al hacer las entrevistas, sobre todo en los penales, más que nada el federal, donde nos costó muchísimo. Estuvimos más de un año insistiendo para que nos abrieran las puertas. Una chica que estaba presa me contó que me estaban boludeando. Al momento de las entrevistas, una persona de prensa se sentó al lado del pibe que entrevistaba, interrumpía y pedía cambio de tomas sobre ciertas cosas, porque sostenía que no eran como el chico las decía. Quería desviar la entrevista, mientras el chico habrá contado un cuarto de lo que hubiese querido. Por otro lado, nadie te va a decir que está en desacuerdo con tu trabajo, pero sí te hacen cosas para impedírtelo; incluso en el juzgado se escuchó decir “ahora viene éste a hacer quedar bien a los pibes”; les dije que iba a ser difícil que me autorizaran entrevistas si pensaban de esa manera. Por otra parte, en la película no se cuentan muchas cosas, porque no quería redundar en cuestiones como los suicidios y otros temas que suceden en los institutos, y que habrían desviado el debate.