San Lorenzo pondrá en juego esta noche su última vida en la Copa Libertadores, cuando reciba a Universidad Católica de Chile por la cuarta fecha del Grupo 4. Ganar es la única alternativa para el conjunto argentino si pretende mantener las chances de clasificarse a la fase final del torneo continental, después de sumar dos derrotas y un empate en sus tres primeras presentaciones, racha que lo dejó último con un punto, detrás de Flamengo (6), Universidad Católica (5) y Atlético Paranaense (4). Si no suma de a tres, quedará virtualmente eliminado en la ronda de grupos, como sucedió en las ediciones de 2015 y 2016. Y dado ese eventual fracaso en el contexto de una debacle que también alcanza el campeonato doméstico, el entrenador Diego Aguirre podría dar un paso al costado ante del vencimiento de su contrato, el próximo 30 de junio.

San Lorenzo está envuelto en una atmósfera de malestar e incertidumbre. Malestar, por el bajo rendimiento de un equipo que ganó tres, empató uno y perdió seis de los diez partidos disputados este año, e incertidumbre,  frente a una inexorable etapa de renovación que se abre de cara a la próxima temporada.

A los referentes de su plantel, algunos de ellos campeones de América hace tres años (Sebastián Torrico, Néstor Ortigoza, Juan Mercier y Leandro Romagnoli) se les vence el vínculo a mediados de año y en los pasillos del club domina el debate sobre la conveniencia de renovarles. 

Por su lado, Universidad Católica llega a Buenos Aires invicto en esta Copa y con tres bajas por lesión: Germán Lanaro, José Fuenzalida y David Llanos.