A veces me como la s, otras parezco un fulbolista, sí, FULBOLISTA. Muchas otras me encontré subida al alambrado cuan macho barrabrava, gritando desesperada un gol de Racing.
En el barrio andaba siempre con los pibes, jugué al fútbol con una banda de atorrantes, con los que también saltábamos cordones haciéndonos los bici voladores. Me dijeron marimacho, cachito, tortón, torta, camionera, lesbiana, tenés que caminar como una señorita, tenés que mostrar más las tetas, tenés que ser más nena, camisa y pelo corto es muy torta.
A los 10 años gané un concurso del yo-yo Bronco, me dieron un Tammy, y una muñeca Vainillita, me acerqué al que entregaba los premios y le dije: quiero la número 5, me dijo que no, que era para nene. Me fui llorando.
Otra vez una vecina me sacó de la canchita donde yo quería aprender a atajar con Lucho, un arquero excepcional que nos dio el barrio, diciéndome que no podía verme más con tantos varones.

Algunos me tocaron el culo, otros me querían ver las tetas, yo quería solo jugar, me quedaba del lado de los que me aceptaban como esa cosa, grandota, no nena no varón.
Ya de grande jugué en la primera de Morón en AFA, me había cortado el pelo bien cortito y por llevar ropa de fútbol muchos me confundían con un varón.
Me sentía bastante masculinizada y eso me oprimía y me hacía sentir culpa, mucha culpa, cuando sentí una mínima atracción por una mujer me dije: Si no podés controlar esto, vas a tener que matarte.

Tenía 13 años, y cada tanto miraba un fierro que tenía mi viejo en la parte superior de un armario, era plateado y las balas doradas.
Nunca lo había puesto en palabras, hace muy poco se lo conté a una amiga, eso de que a veces me siento chabón.
A los 15 años empecé a trabajar en una disquería en la Avenida Crovara. A mi primer sueldo me lo gasté en una camiseta Adidas de Racing con el 2 atrás de Cacho Borrelli. Me acuerdo que me gustaba un flaco y me decían que si usaba la camiseta no me iba a dar bola. Un poco más grande me fueron atrayendo las mujeres y decidí, algunos años después, poder hablar de ello y buscar una profesional que me ayude a abrir la puerta del closet.
Me empecé a vestir "femenina" y a sentirme más mujer. Aún hoy convivo con todo ello, hablo como futbolera, si juego al fútbol me siento varón, arriba de un escenario me siento mujer, con mis parejas me sentí mujer, si voy a la cancha me siento varón, cuando vuelvo a estar con los pibes en la esquina, me siento muy varón y cuando me enamoro soy mujer. Pero muchas muchas veces soy La Pola, La Tona (como me conocen en Tablada), Barby y yo misma, la lesbiana que pudo sintetizar algunas cosas, cuidarse y valorarse, también siempre intentando tener gestos de amor y comprensión al otre y a la situación por la que esté pasando. Me considero una mina-media-chabón, con un trabajo interior y emocional, enorme, (sí: hago autobombo), con la fuerza de querer cambiarlo y decirlo todo, como diría Rubén Juárez "total los silencios me van a sobrar". Porque también soy la torta que canta tango.

Hoy a mis 44 años, pienso en que luchamos por un cambio verdadero, para que dejemos la palabra de lado transformándola en acciones reales, acciones compañeras y acciones verdaderamente sororo-amorosas.

Un sueño, una nueva manera de hacer política que tenga esas características.
A veces se pone difícil seguir sintiendo que aún hay ciertas significancias que remiten a lo que hayamos vivido: rechazos, odios homofóbicos, discriminaciones, que el patriarcado tan bien nos supo inculcar.
Sigue pasando que la gente quiera ponerte donde ellos creen que vas.
No soy "normal" como dice Susy Shock, que otros lo sean.