El reparador de grietas

“Me considero un poeta de la vereda cuyas rimas son los mosaicos”, se cuelga etiqueta Ememem, artista callejero de identidad desconocida al que solo se lo conoce por su nom de plume. Se presume que es oriundo de Lyon, Francia, dato que ni confirma ni niega el susodicho. De lo que sí se está al corriente es de su cuerpo de obra, que trasciende fronteras, tras haber dejado su sello en ciudades como Biarritz, Turín, Oslo, Stavanger, Melbourne, Aberdeen, Barcelona o Madrid, de manera muy pública: remendando grietas en sus calles. Lo suyo, después de todo, es buscar baches de aceras en pos de cubrirlos con pequeñas piezas de cerámica, material reciclado con el que crea delicados, coloridos mosaicos. Él, que gusta decirse “hijo del asfalto”, elige locación “escuchando el latir de la calle, la luz, la vida a su alrededor. Es la calle la que me dice qué tengo que hacer, también qué materiales utilizar para cada acción poética”. Animismo aparte, Ememem asegura que es necesario “determinación y un toque de locura para laburar a las tres de la mañana con cemento, baldes y un hueco por rellenar”. “Todo el mundo debería vagabundear de esa manera al menos una noche en sus vidas”, invita el ignoto artista, que –a lo Banksy– gusta jugar la carta del misterio, reservándose nombre y apellido “porque es atractivo, intrigante, una provocación”. Por lo demás, asegura haber madurado su proceso de intervención desde que se iniciara en el juego en 2016: fue entonces cuando cubrió su primer hueco en una callecita de Lyon, y desde entonces no solo no se ha detenido, sino que ha convertido el remiendo en su profesión, con piezas comisionadas por ciudades, festivales, instituciones, etcétera. Por estos días, sin ir más lejos, está trabajando el enmascarado por las calles de París, mientras prepara imágenes de sus obras para la exposición colectiva Ceramics Now, que inaugura en junio en la Galerie Italienne de la capital francesa.

Benvenuto nel mio cinema

¿De celebrado director a acomodador de sala? No, no, haya sosiego, no ha cambiado de oficio el italiano Nanni Moretti, pero evidentemente tampoco se le caen los anillos por abrir las puertas del cine Nuovo Sacher y recibir a espectadores claramente encantados, que de ninguna manera esperaban que fuera el multipremiado realizador quien les diera la bienvenida y les indicara el camino hacia sus butacas. La ocasión lo ameritaba: tras muchos, muchos meses, salas romanas han vuelto al ruedo, y en la calle Largo Ascianghi, en el barrio Trastévere, el mentado Nuovo Sacher ha sido de la partida. Para palpable alegría no solo de cinéfilos: también de su propietario desde 1991, Moretti, al que se lo vio saludando personalmente al público que, muy prolijamente y con respetuosa distancia social, esperaba para ingresar minutos antes de que dieran las tres de la tarde el pasado lunes 26 de abril. Corrieron también como reguero de pólvora las imágenes donde podía observarse cómo el autor de films como Aprile, Caro diario, La habitación del hijo, Mia madre y Habemus Papa, entre otros, atendía llamados en recepción; de potencial audiencia, obvio es decirlo, que quería informase acerca de qué se estaba proyectando y en qué horarios. Para el retorno de la sala, Moretti eligió programar Minari, de Lee Isaac Chung, a las tres PM, a las cinco y cuarto, y a las siete, amén de respetar el toque de queda que corre a partir de las diez de la noche en ciertas zonas de la ciudad. Por cierto, entre los cinéfilos presentes, una señora chocha de contenta que, ante la consulta de un periodista, expresó que Netflix no le llega ni a los talones a la experiencia en sala. “Viva il cinema”, cerró enfáticamente la dama, cuya sonrisa puede adivinarse pese a usar la mascarilla de rigor.

Los colores, al servicio

Cuando cualquier persona piensa en su cuidado personal, difícilmente sea Pantone lo primero que le venga a la mente. Y sin embargo, en un extraño giro, la empresa –máxima autoridad en color, en cuyas paletas se basan buena parte de diseños del globo– ha puesto su sistema de identificación al servicio de cierto aspecto de la salud, la hidratación, armando un gráfico para que la gente pueda cotejar el color de... su orina. Pee Healthy, como han dado en llamar a la mentada escala de tonos, está destinada a que los británicos comprendan que beber un par de vasos de agua al día no es suficiente, y estén atentos vía accesible indicador, el pis, sobre el estado de su cuerpo. Creada en asociación con la marca escocesa de agua Highland Spring, bajo tutoría de la nutricionista Lily Soutter, la guía va desde tonalidades claras, deseables, como “Spring In Your Step” y “Feeling Good”, pasando por el amarillo promedio “Glass Half Full”, hasta llegar a los más intensos y alarmantes “You’re At Amber” y “Dry Spell”, que revelarían que la persona está deshidratada. “Esta tabla es prueba de cómo el lenguaje visual del color se puede utilizar como indicador para proporcionar información rápida que ayuda a mantenernos saludablemente hidratados”, resalta Laurie Pressman, vicepresidenta del Pantone Color Institute. Mientras tanto, Soutter, nutricionista consultada, recuerda que no entrarle a los siete u ocho vasos recomendables es un peligro porque “alcanzar el objetivo diario es fundamental para mantener las funciones físicas y cognitivas normales”. Con todo, difícilmente alguien imaginara que Pee Healthy estaba entre las cartas de Pantone cuando anunció meses atrás que “Illuminating Yellow” era uno de los colores del 2021, “por su brillantez y alegría que genera vivacidad y efervescencia” ¿En qué estadio de la escala orina estaría? A consultar con especialistas; de color u orina, da lo mismo a esta altura…

Los que aman y los que odian... al gato

Hasta los primeros días de junio, un gato deambula por los Campos Elíseos; o más bien, veinte representaciones distintas en bronce del mismo felino, estrella del tebeo belga: el célebre Le Chat, creado por el caricaturista Philippe Geluck en 1983. Debutó el personaje en el belga y francófono diario Le Soir y, durante tres décadas, fue habitual tira cómica del mentado vespertino, popular entre lectores gracias a su característico razonamiento absurdo, surrealista incluso, su irrenunciable gesto inexpresivo, y ese afán por vestir traje y corbata. Dicho lo dicho, a la par que interviene el paisaje urbano parisino, el antropomórfico minino –de tamaño humano, sobra aclarar– está en el centro de una sonada controversia en su país natal. Se han divido las aguas, cada vez más convulsas, después de que las autoridades de Bruselas dieran el visto bueno para que un Musée du Chat se construya sobre la rue Royale, pituca zona que oficia de hogar de las instituciones culturales más prestigiosas de la ciudad. Lo que ha sentado fatal a los detractores del proyecto es que la venidera galería se eleve a pasitos de donde solía estar el Museo de Arte Moderno, cerrado desde 2011 bajo promesa –incumplida– de refacción. Tildan de “provocación” destinar el aproximado monto de diez millones de euros al edificio que honrará al gatito de historieta, en vez de dedicarlo a “un rico y variado ensamble de pinturas y esculturas, creadas con el propósito de ser exhibidas, a diferencia de Le Chat, creado para la mera reproducción”. Argumentos con los que, a través de una petición online que ya suma más de cinco mil firmas, solícitamente demandan que se detenga la propuesta. Por supuesto, las mencionadas palabras desdeñosas le han caído como un balde de agua fría al padre de la criatura, don Geluck, que hoy dice sentirse “terriblemente dolido”. A punto tal que, en recientes entrevistas, el caricaturista ha llegado a declarar: “Si le encuentran un mejor uso al edificio, abandonaré el proyecto. Después de todo, mi única intención era traer alegría a la gente”. De poco ha servido a sus opositores que el historietista haya explicado una y otra vez que el gigantesco Musée du Chat, con sus pretendidos siete pisos, no solo estará dedicado a su personaje felino: “Pretendo desarrollar tres áreas; una en torno a mi personaje, que hace las veces de símbolo; otra para muestras temporales de inmensos artistas como Jean Bosc, Sempé, Siné, Saul Steinberg, Pierre Kroll, y un tercer espacio dedicado al animal, el gato, en la historia y la cultura”. Ya se verá en qué queda el plan.