"Griguol aportó, además de su sempiterna gorrita y su tonada cordobesa, un gesto más a los tantos que integran la cultura gestual del fútbol argentino: el gesto de la revitalizadora palmada en el pecho a cada uno de sus jugadores, antes de salir a la cancha. En una suerte de alternativa del 'Martín Pescador, ¿me dejará pasar?', todavía hoy se ubica al costado de la fila de sus hombres y los conmueve, uno a uno, con un manotazo de oso en el medio del pecho buscando, se me antoja, calentarles el cuerpo, reactivarles la circulación y acelerarles los latidos del corazón”.

 

(Del libro "No te vayas, campeón", del Negro Fontanarrosa).