"Estoy bien", dice St. Vincent con energía. "Estoy mejor que la última vez, que era una verdadera idiota. Así que disculpas por eso, otra vez."

"Verdadera idiota" suena a demasiado, pero el últilmo encuentro con Annie Clark fue definitivamente frío. En 2017, a caballo de una noche con poco sueño, demasiadas entrevistas y un comentario torpe de mi parte, las respuestas de la música se volvieron bruscas o desdeñosas; promediando la entrevista se alejó del teléfono y pidió que siguiera preguntando mientras ella tipeaba algo. En el momento, sabiendo que a Clark le gustaba el viejo juego de poder -recientemente advirtió a los periodistas que si hacían preguntas demasiado mundanas les daría respuestas pregrabadas-, supuse que estaba jugando conmigo. No lo estaba. Le había dado la impresión de que había odiado la gira Masseduction en la que estaba embarcada -la decisión de tocar solo con guitarra y una pista grabada había "encendido" a algunas personas- y estaba genuinamente enojada. La fría indiferencia era la prueba.

La disculpa llegó unos días después. Fue sincera y cálida, dio explicaciones y no excusas. Clark dijo haberse sentido "horriblemente culpable". Podía escribir lo que había dicho, dijo, "pero en un nivel humano, mierda, realmente lo siento".

Hoy Clark es como una persona diferente. Aun con la cámara apagada, desde Los Angeles, la artista de 38 años suena menos distante que cuando nos encontramos cara a cara, apenas haciendo contacto visual. Se muestra amable, abierta, autoreflexiva, incluso un poco nerviosa, a menudo preguntando cómo serán recibidas sus respuestas (sus temores probaron estar justificados pocas semanas después, cuando fue castigada en Twitter tras la publicación de una conversación algo tensa con un periodista; algunas personas se preguntaron si tenía que ver conque se habían hecho muchas preguntas sobre el encarcelamiento de su padre, pero hoy no tiene problemas en hablar sobre eso) 

En sus años más jóvenes, su padre le dijo que la mejor manera de llevar su vida era con un "distanciamiento irónico". En teoría era un buen consejo, pero eventualmente sus emociones atravesaron el caparazón. "Es muy útil ser capaz de distanciarse, elevarse y mirar algo desde el punto de vista de un pájaro", dice. "Pero el otro lado del distanciamiento irónico es una falta de vulnerabilidad, o una cosa impenetrable, que no resulta de mucha ayuda. Impide la comunicación y puede ser bastante cobarde. Pero tengo que decir que, entre el indomable feminismo de mi madre y la insistencia de mi padre de que las mujeres deben ser fuertes, me alegra que eso me haya dado fortaleza. A veces simplemente tenés que ser fuerte."

Pero Clark es también sensible, más de lo que a veces deja intervenir. La helada reina del pelo plateado en su epónima obra maestra; la ama de casa empastillada de Strange Mercy; la "dominatrix de una institución mental" de Masseduction, en la cual dice estar "ejerciendo la femineidad hasta el punto de lo agresivo": todos esos fueron personajes. O al menos fragmentos exagerados de la psiquis de Clark. No es tan sencillo como St. Vincent vs. Annie Clark; ambas están allí siempre, lo que puede ser bastante engañoso en el contexto de las entrevistas. En el escenario, sea bajando escaleras en cámara lenta o haciendo una danza cuidadosamente coreografiada, ella sabe que ante todo quiere estar presente. Pero una vez que baja del escenario, al menos en público, se tiene la sensación de que está luchando con cuál identidad quiere asumir.

Es esta yuxtaposición lo que le da a su música esa alquimia afectiva. Encuentra el camino para hacer bello lo horriblle y horrible lo hermoso. Fría en un momento, carnavalesca al siguiente, es fanfarrona y sentimental, formidable y vulnerable. Su sonido fue ambicioso desde el comienzo -Marry Me, de 2007, es un triunfo del art rock de forma libre, un xilofón por ahí, un dulcimer por allá. Con cada disco después de ese –ActorStrange Mercy, St. Vincent, Masseduction–, su música se fue volviendo más basada en riffs, con esas guitarras corrosivas de fondo para su voz de porcelana, como una motosierra sonando tras el gorjeo de pájaros. Cuanto más ruidosas se volvían las guitarras, más gente quería trabajar con ella: Taylor Swift, Dua Lipa, David Byrne. Los miembros de Nirvana la enrolaron al frente de la banda para la introducción en el Rock and Roll Hall of Fame (un día le tocará a ella, seguro). Clark ha dicho algunas veces que ser descripta como "linda" sería el mayor insulto; ciertamente no es una palabra que pueda aplicarse a su música, aun en su forma más cruda y emocionante.

El nuevo album de Clark, Daddy's Home, canaliza el sonido de la Nueva York de los '70. Enriquecido por sonidos de sitar y guitarras progresivas, es a la vez más funky y suelto que cualquier cosa que haya hecho antes. "En buena parte es algo así como 'Bienvenidos a este mundo, siéntense, tomen algo', en vez de esa forma agresiva de 'te voy a apretar el cuello hasta que te guste esto'", dice.

Antes de escuchar el disco recibí una tira de historieta: en el primer cuadro hay un dibujo de Clark con lágrimas corriendos por sus mejillas; en el reflejo de sus gafas de sol puede verse a un hombre que es llevado por dos policías. "Vi a mi papá arrestado por el gobierno de Estados Unidos en mayo de 2010", se lee en la tira. "Lo que siguió fueron semanas y meses con el corazón roto, haciendo cálculos, bebiendo, afortunadamente puntuados por la música." Su padre, un corredor de bolsa, fue enviado a una institución federal en Texas por "un sinsentido de cuello blanco", una manipulación con acciones multimillonarias. Estaría allí una década. El título del disco refiere a su liberación aunque, según apunta con una risa, "es también una especie de transformación, ahora soy mi papá".

Estar inspirada en una profunda historia profundamente personal no es algo nuevo para la música de Clark. Lo que sí es nuevo es cuán abierta ha sido con respecto a eso. Supuse que sintió que letras como "Firmé autografos en la sala de visitas / Esperándote por última vez, recluso 502" necesitarían alguna explicación. "Para ser honesta, pensé que si daba a conocer esa historieta no necesitaría hablar mucho más", dice con una leve risa. "Creo que era realmente naif. Es algo hilarante el modo en que terminé hablando de mi propio padre."

En los últimos diez años apenas ha hablado de él. Ahora es obvio que el trauma del encarcelamiento de su padre está en los propios huesos de Strange Mercy (2011), con sus referencias a "nuestro padre en el exilio por Dios sabe cuántos años más", pero al mismo tiempo se mantuvo callada. Cuando salió "pensé que aún no estaba del todo establecida, que la historia eclipsaría el trabajo", explica. En 2016, cuando estaba en una relación con la supermodelo Cara Delenvigne y por ello era sometida a un intenso escrutinio de los tabloides, "la historia fue contada sin mi consentimiento". El Daily Mail investigó archivos judiciales y persiguió a miembros de la familia, descubrió y publicó intrincados detalles de los delitos de su padre, e incluso aseguró que su padre no había pagado la manutención cuando se separó de la madre de Clark.

ConDaddy’s Home, ella decidió volver a tomar control de la narrativa, o al menos intentarlo. "Quería ser capaz de contar mi versión con humor y compasión, y sin juzgar", dice. Si Strange Mercy se sintió como "una línea de vida, un lugar donde poner eso", Daddy's Home se siente más celebratorio. "No es algo a lo Disney, pero pasó diez años de su vida tras las rejas, cumplió su condena y ahora está libre. Es el mejor escenario posible para una vida post-prisión, ser integrado en una familia, y estar entre niños y nietos y todo eso. Con lo que hay cierta dulzura en cómo terminó todo."

Aún así, Clark parece tener conflictos en cómo hablar de la situación. Cuando le pregunto qué opina del sistema de justicia de Estados Unidos ahora que tiene una experiencia personal, luce tironeada entre el deseo de usar su plataforma para reclamar justicia social y no querer meterese en una pelea en la que ella no tiene lugar. "En este país aún vivimos la historia de la esclavitud de personas negras", dice de manera lenta y metódica. "Hay una línea directa entre la esclavitud y la cárcel. Una línea directa". Las leyes sobre drogas diseñadas para afectar desproporcionadamente a personas negras y latinas, dice, son solo "una de muchas injusticias que se le han hecho a descendientes de los primeros seres humanos esclavizados. Pienso mucho en las fallas del sistema de justicia criminal y los problemas de monetizar las cárceles. Sí, es una tragedia."

Hay una larga pausa. "Mi experiencia personal es solo una historia. No la entiendo para encapsular todo el asunto. La situación con mi familia no es resultado del mismo linaje de esclavitud, es algo diferente. Es la astilla que llevo clavada, las acciones de mi padre... el sistema de justicia dijo 'A cambio de lo que hiciste nos darás diez años de tu vida. Y después de eso vas a pagar tus deudas'. Ese fue el intercambio y es fuerte pensarlo así..." Se quiebra, se escucha una profunda inspiración y un largo suspiro. "El sistema de prisiones es el capitalismo estadounidense buscando la manera de usar a los humanos como máquinas de carne."

Daddy’s Home no es solo sobre la prisión de su padre. En “My Baby Wants A Baby”, un festín de Moog con un resplandeciente coro de cantantes, toma directamente el prospecto de la maternidad: "Quiero tocar la guitarra todo el día / Hacer mis comidas en el microondas / solo vestirme si me pagan / ¿Qué puede salir mal?", canta mientras la canción se construye hasta alcanzar un climax casi frenético. "¿Qué cosa en el mundo, qué cosa en el mundo diría mi bebé? Tengo tus ojos y tus errores".

"Si sos un artista, ya estás casada con tu trabajo", dice Clark. "Y no querés tener que tomar ninguna decisión que haga que no puedas hacer cosas. Y para la mayoría de la gente, su versión de hacer cosas es la procreación. No es que esas cosas sean mutuamente exclusivas, pero creo que para la artista femenina hay una capa extra de '¿Qué vas a hacer?'. En la canción está esta voz desnuda, neurótica de ambición, y cierta mugre. Estoy siendo definitivamente autocrítica, pero no está muy lejos de eso. Si me dejan a mis anchas, apenas podría sobrevivir del modo convencional. Con lo que esa canción explora un poco todo eso. Cuánto peso pone la sociedad en esa idea de verdaderamente lo mejor que podés hacer es otra versión de vos."

Tanto el arte como los bebés, sugiero, son manera de volverte de algún modo inmortal. ¿Es el legado de Clark algo que de algún modo le sirve de combustible? "De verdad no es algo en lo que piense. Tengo una muy buena habilidad para enfocarme en lo que tengo delante. Se me hace muy difícil imaginarme las cosas en un punto lejano del futuro, pero tampoco miro atrás. Estoy metida en lo que tengo en el presente". Ese es un talento bastante raro, la habilidad de ser solo presente. "Bueno, no te equivoques, también me preocupa el presente."

En “The Melting of the Sun”, una apasionada zapada con una de las mejores frases del album, Clark sí mira atrás, a mujeres como Joni Mitchell y Tori Amos, que siente que pavimentaron el camino para ella. "Siento como si me hubiera beneficiado de su valentía y quería darles las gracias", explica. "Y decirles que ellas lo hicieron más fácil para mí, y por Dios espero que sea aún más fácil para la próxima generación." Una vez más, agrega, "No ando caminando por ahí sintiendo un montón de hostilidad viniendo de la industria. Nunca tuve una antena que estuviera sintonizada en esa estación determinada. No estaba en todas las habitaciones -y estoy segura de que había muchas cosas cuestionables que se llevaban a cabo-, pero si alguna vez me cruzaba con el sexismo cara a cara, podía convertirlo en un problema". ¿Cree que eso es por la manera en que fue criada? "Sí, es así. Quiero decir, el lema de mi madre para nosotras era 'Nosotras las chicas podemos hacer cualquier cosa'. Cantándolo con una canción de Barbie, además. Entonces, cuando me encontré con esas cosas las convertí un problema de ellos, no mío. Podía decir algo sarcástico y dejarlos sosteniendo su propia bolsa de vergüenza. 'No, no me cuelgues eso as mí, eso es tuyo'".

Zoom anuncia que el tiempo se está por terminar, con lo que pregunto si debemos colgar y volver a conectar, pero Clark no está escuchando. "Quiero decir, ese es un mundo peliagudo para meterse. Probablemente no debería haber dicho nada." ¿Sobre qué? "Bueno, solo sobre el sexismo. Me pueden acusar de estar poniéndome en víctima y no tiene nada que ver con eso. Solo... eso."

La llamada se corta. Cuando reconectamos prefiero preguntarle por "Down", canción en la que canta tan cerca del micrófono que parece una amena. Es una canción sin tiempo para las excusas. "Decime quién te lastimó - No, esperá, no me importa / escuchar una excusa por la que creés que podés ser cruel". "Nunca diré de quién se trata", dice con una risita. "Pero sí, es una fantasía de venganza. En cierto punto todos somos culpables. Solo no seas un idiota. No seas una persona de mierda. No hya mucho más que pueda decir sobre el asunto."

Me recuerda a los muchos hombres famosos que respondieron a acusaciuones de abusos o inconductas refiriéndose a sus propios demonios persnales. ¿Tenía eso en mente? "Probablemente había algo de eso en el ambiente", señala. "La canción no es una referencia específica a eso. Estamos en un momento interesante, en el que tratamos de entender las consecuencias equivalente para tomar una acción. Y si no pude ser legislado en una corte, la gente puede decir '¿Qué es lo que merece esta persona por esta transgresion? Y todavía no le encontramos la vuelta a establecer una línea clara para eso. Es un momento salvaje. Es el salvaje, salvaje oeste."

Ese es el momento en que aparecen términos como "cultura de cancelación", señalo. "Sí, y desafortunadamente la extrema derecha ha cooptado el término 'cultura de la cancelación' y lo usó de manera intencionalmente desviadas. Y así ahora, si querés tener una conversación pensante sobre las acciones y las consecuencias, podés sonar como una figura derechista denunciando la cultura de la cancelación. Desafortunadamente, la derecha es muy buena en empacar las cosas y servir masivamente ciertas lindas líneas de indignación. Pero tenemos que tener mucho cuidado con la falta de sutileza, en todo. Eso es muy peligroso."

Y en cuanto a Daddy's Home, es un disco sobre "gente con fallas haciendo lo mejor posible para sobrevivir. Este disco nace de las tripas y de la pelvis", dice Clark. "Lo que realmente quiero lograr es el mejor trabajo posible. Realmente me importa un carajo todo lo demás. Es real. Es decir 'Tomalo o dejalo, que te guste o no, lo que hagas estará bien para mí porque yo lo amo". Se ríe. "Es un buen lugar para estar, que no te importe un carajo."

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.